26 febrero, 2017

CAIBARIÉN: EL PARAÍSO PERDIDO

Con fotos de José Armando Ocampo, Flores Chaviano, 
Iván Cañas y Archivos.

Este es la olvidada ciudad cubana que el tiempo y la insolencia han ido borrando.
¿Qué ha pasado con uno de los puertos claves del interior del país?

🔴CAIBARIÉN HOY

⚫️ CAIBARIÉN EN EL PRELUDIO 
   DEL SIGLO XX

Trayecto entre La Habana y Caibarién, línea que cubría el célebre tren 50.

🔵 Caibarién es una pequeña ciudad portuaria con una superficie de 425 mil kilómetros cuadrados que no llega a los 50 mil habitantes, al norte de la provincia cubana de Villa Clara, 340 kilómetros al este de La Habana. 

Caibarién llegó a ser uno de los principales puertos cubanos de la primera mitad del siglo XX, y desde mucho antes un pedazo de tierra maravillosa en la costa del Mar Caribe.

▪️Historia real de una ciudad que se deshace en ruinas sobre las que su gente baila, mientras se pudre y se derrumba. 

UNA CIUDAD QUE ENVILECE 

HACE más de 40 años, cuando parecía que con la Revolución todo iba a ser posible, Iván Cañas, fotógrafo cubano que tuvo una vigencia vital en los diarios y revistas más importantes de la isla cuando corría tras el olor del guarapo y el herrumbre de los trenes, en 1969 se encontró con la otra imagen real en la zona de los almacenes del puerto de la célebre Villa Blanca, y ya admitía: "¡El peso del socialismo!".
Feliciano Reinoso.

A mi me lo contó después el viejo Feliciano Reinoso, que acompañó a Iván en aquel recorrido y era, como nadie, un apasionado de la historia y de su pueblo cuando el país ya notaba los impactos de su maltrecho camino viendo deshacerse  fisonomías y mal atendiendo la conservación de pueblos y ciudades enteras a lo largo de la isla.

Fue lo que pasó con toda la barriada marítima de Caibarién, uno de los puertos claves del interior país, lo que sucedió con Pelaéz, Pirez y Cía (después ICRM), con hoteles majestuosos como El Comercio, con espectaculares edificios bancarios, con los tres teatros de la ciudad, de los que ya apenas queda el rastro para contarlo. En fin, es lo que ha pasado con la morfología urbana de una monumental ciudad junto al mar que se va reduciendo a ruinas, se pudre y se derrumba, sin que nadie haga nada por  rescatarla del olvido, mientras se muere lentamente con esa carga tardía de los últimos jirones del tiempo español.

El Gran Hotel Comercio en sus tiempos de máximo esplendor a principios del siglo XX.
Por el hotel Comercio pasaron celebridades de todo el mundo. Allí se alojó el poeta español Federico García Lorca durante su visita a la ciudad en 1930.

El Gran Hotel Comercio, hoy reducido a ruinas. Esta y otras imágenes del deplorable estado de la ciudad, las tomó para la historia, el fotógrafo caibarienense José Armando Ocampo. Abajo, el edificio de Pelaéz, Pirez y Cía (después ICRM), una sucursal del National City Bank de New York y vistoso teatro Atenas. Ninguno existe.
ICRM
Sucursal en Caibarién del National City Bank de New York.

Teatro Atenas. 
Los arquitectos que desde más de un siglo atrás le dieron vida y cuerpo a Caibarién, concibieron una ciudad con la arquitectura de espléndidos edificios, como todo el hilo de almacenes y terminales de embarque que se alargaban desde la costa y se mojaban en el Caribe. Ya no queda prácticamente nada en pie.

Edificios clásicos como el hotel Comercio; cuarteles, fábricas y tiendas dispersas por toda la villa, escuelas emblemáticas, factorías pesqueras, clubes sociales como la Colonia española o la sociedad china, que en sus mejores tiempos fueron centros de expansión colonial cuando la ciudad tenía otro esplendor y la nutrían peninsulares e inversores de medio mundo, todos han desaparecido de la faz de la geografía insular.
Del chalet de los Arcos Bergnes (después cooperativa de pesca) ya solo queda su nombre. El tiempo y la falta de cuidado, lo deshizo para siempre.
El célebre colegio de los hermanos Maristas en el siglo pasado. 


El Centro de Caibarién a mediados del siglo pasado, con el edificio que es actual sede del gobierno a la izquierda (antiguo Cuerpo de Bomberos) y la Colonia Española al fondo.
Uno de los almacenes que regentaba Miguel López y Cía. en la zona industrial del puerto.

La antigua zona de los almacenes, próxima al litoral. Allí, el asturiano Manuel Álvarez, emigrante a la isla en 1905, acopió los primeros artilugios que le permitieron llevar adelante la inversión de la radio: «No muy lejos de la casa donde vivía en Caibarién encontré un viejo almacén que alimentó la pasión de mi vida. Un influyente negocio local en el campo de la electrónica, Hermanos Pita, era entonces un cementerio de artilugios y cachivaches donde abundaban componentes rudimentarios de radiotelegrafía que ya llevaban la patente de Marconi."

«Desde este lugar trasmitió en 1917 Manolín Álvarez las primeras señales de radio de Cuba», acredita una placa del oficial Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) en la casa de Céspedes, 7, actualmente en deplorable estado de conservación.

Vista de Padre Varela (calle 10), una de las calles de la ciudad en sus años de esplendor a principios del siglo XX.

Fundada el 26 de octubre de 1832 por Don Narciso de Justa, a finales del siglo XIX la estructura urbana de la ciudad estaba ya muy avanzada en sus calles, parques, plazas y edificios principales. Ofrecía un trazado consolidado y todas las dotaciones necesarias, siguiendo el estilo arquitectónico de la época. 

En Caibarién se reconocen líneas marítimas que iban y venían de Norteamérica y por todo el Caribe como una estilo distintivo de una ciudad que principiando el siglo XX lucía la traza sobria de la arquitectura clásica, tradicional en las ciudades de costa con un tratamiento estilizado y geométrico, en muchos casos típico del art decó.
La casa de otro histórico del pueblo, Tirso Ferrer, frente al parque en el edificio que es hoy sede de la emisora CMHS La Voz de la Villa Blanca.
La primera iglesia Bautista de Caibarién con un tratamiento también estilizado. Su fachada poligonal segmentada le da un toque cubista.


El hospital de Caibarién a mediados del siglo pasado. 
Un chalet de Punta Brava con estilo y  características del art decó.

Desafortunadamente, hoy va quedando como epístolas pasadas de una ciudad que fue una maravilla junto al mar, y que aún lo sigue siendo con sus últimos vestigios, pero que transita lentamente hacia un final siniestro. 

Lejos de asistir a su salvación, ahora el hombre de este tiempo invade los cayos adyacentes como si de una nueva conquista se tratara. Yo mismo, en mis años de periodismo provinciano, allá en la Villa Clara de los 80, escribí una crónica en el diario 'Vanguardia', inconsciente del nuevo mal que se forjaba: "Caibarién, al encuentro de tierras vírgenes", adelantando la construcción de una descomunal carretera sobre el mar y que, en realidad, fue una puñalada visceral al entorno y la ecología. 

He maldecido siempre haber escrito aquel reportaje y haberme prestado, incluso, para los seguimientos profusos que justificaron después aquella canallada, con una columna habitual en el matutino local que se llamó "Crónicas del Pedraplén", y que estuve escribiendo mientras el contingente Campaña de Las Villas era un protagonista involuntario del desfile interminable de camiones devastando yacimientos en tierra y lanzando montones de rocas sobre el entorno marino. Así se allanó el camino pedregoso para arrebatarle al mar y a la cayería, un pedazo de su incuestionable belleza. 
El pedraplén de la maldición. 48 kilómetros de carretera sobre el mar que lentamente fueron robándole escenario al entorno marítimo y terrestre de los cayos adyacentes. 
Abajo, un plano de hasta dónde ha llegado la mano del hombre sin importar preservación ni conservación. En la foto, la invasión hotelera en Cayo Las Brujas.  

Esas tierras dejaron de ser vírgenes para recibir una despiadada revolución turística. ¿Para qué? Para seguir exprimiendo naturaleza por dinero. 
Todavía no he preguntado por las especies exterminadas con la brutalidad de la rentabilidad humana y todo el mal que se ha hecho sobre el verde natural de un entorno protegido que era en el Caribe el mejor conservado y de especies autóctonas cuando yo le perdí la vista en los 90. Entonces, los rastros del deterioro ya dejaban sombras sobre la ciudad envilecida, y naturaleza y ecología se resentían. 

Cayo Santa María, una extensión de tierra, 58 kilómetros mar afuera, que ya no tiene nada de virgen, como otros rincones de la cayería norte de Cuba.

Con 20 años, cuando yo echaba espuelas en el oficio en la redacción de 'Vanguardia' que era entonces un corrillo permanente cocinando la crónica de cada día. 

Yo dejé tierras vírgenes, y hoy la mano despiadada del hombre nuevo las devora con edificaciones y más edificaciones, tal vez, el último suspiro que encontraron sus gobernantes sobre lo que queda de esa perla del Caribe que se llama Caibarién, y que además es mi pueblo.

Caibarién despierta callado como si de un día cualquiera se tratara y con un cúmulo de historias sumergidas. El maestro caibarienense de la guitarra, Flores Chaviano, de visita en su tierra, inmortalizó este amanecer en su cámara.

Los pilotes de madera que sirvieron de soporte a los almacenes centenarios. Ahora son ruinas sumergidas en el fondo del mar. 

Hoy la bahía del puerto de Caibarién y de muchos puertos cubanos, son un rincón nauseabundo. La dejadez y los años lo han corroído todo. 
El vistoso almacén situado frente a lo que fue el hotel Las Baleares. Ya todo es historia pasada. 


Las majestuosas edificaciones que atraían todo un mundo a la ciudad, la particularidad de sus  espigones y los almacenes emblemáticos que eran el soporte de la economía desde el siglo XIX, ahora son ruinas desvanecidas, muchas sumergidas en los abismos del mar: el muelle López, el San José, el Pita o el Zárraga; el maderero Linares, todo se han venido abajo y ya solo queda como un recuerdo lejano de las imponentes construcciones que fueron junto al mar. 
Lo que fue el maderero Linares a comienzos del siglo pasado. Hoy todo se han venido abajo. 



Poco queda, pues de aquel enclave colonial que fue un tesoro arquitectónico de ciudad al borde del Mar Caribe.
Rincones que sobreviven al desgaste y el deterioro. "Una de las pocas casas típicas que conserva su imagen", me cuenta Flores Chaviano. Con imágenes como esta se puede considerar que de cuidarse y preservarse, Caibarien habría sido hoy una ciudad de arquitectura y construcciones disímiles, con una afinidad espléndida del giro español del pasado siglo. 

El flujo desorbitado de turistas, nativos y foráneos, no se acaba nunca. Sus cayos fantásticos tupidos ahora de arquitecturas modernas ya no son tan vírgenes; allí bailan, ríen y se divierten, fuman y beben, mientras una ciudad entera a sus espaldas se cae a pedazos. 

A Caibarién se llega hoy desde cualquier parte, pero no ha llegado aún la solución sagrada que, al menos, salve a la ciudad de su siniestro final.

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▪️Fotos cortesía de José Armando Ocampo González, Flores Chaviano Jimenez y Redes Sociales.
El edificio de la antigua Sociedad Liceo, de las pocas cosas que se conservan en pie, pero con efectos ya del deterioro. 
Otra vista del centro de Caibarién en los primeros años del siglo XX.  
Noche de fiesta en el edificio de la antigua Sociedad Liceo, frente al parque, principios del siglo XX.
Poco queda pues de aquella espléndida ciudad junto al mar, que fue también, sin pretenderlo, pequeño tesoro arquitectónico.
Pero vale la pena recordarlo, que esta fue y es lo que queda de nuestra amada Villa Blanca al borde del 
Mar Caribe.🌊🇨🇺

La palabra hablada y escrita

En la antigua Roma, atrio era un espacio abierto en sus míticas casas cercado de pórticos y destinado a reuniones familiares y a los huéspedes. En las iglesias romanas, atrio se describía en un patio amplio que miraba al exterior. Atrio son los extensos corredores al aire libre que se disipan a la majestuosidad de muchos templos y palacios en la fisonomía de las grandes ciudades de este mundo.

Y eso es @trio press, un espacio permanentemente abierto a los acontecimientos que han rodeado y rodean la vida. @trio Press (ATP Foro de Noticias) es una ventana a la actualidad en todos los horizontes del quehacer humano, y que dibujaremos con la imagen, el sonido y la palabra hablada y escrita.

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El atrio triunfó en Roma tal como el ágora en Grecia como punto de encuentro y opinión tras la caída de la civilización micénica en el siglo VIII (Antes de Cristo). Hasta nuestros días, la más famosa, el Ágora de Atenas, es la única belleza arquitectónica de la Antigua Grecia que conserva, al menos, su techo original. Y allí, como marcándole el paso del tiempo está al aire libre el extenso corredor, el atrio, que se disipa al Ágora de Atenas.

En honor a esa pauta primera del derecho al foro y a la opinión sale @trio press. Como un foro público, un espacio para difundir actualidades. Vamos a contar la historia que vivimos a partir del testimonio que es uno mismo. Queremos, sobre todas las cosas, encontrar los protagonistas del pasado y del presente del derrotero que es la vida.

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