16 junio, 2013

MI MEJOR CONSEJERO

CONFESIONES A MI PADRE 

A propósito del Día de los Padres que hoy celebra casi toda América.

HOY me voy a sentar con mi papá, como siempre hacíamos cuando compartíamos el mismo bocado en Cuba, pero sobre todo con esa dosis de felicidad que siempre da la presencia del padre. HOY voy a escuchar a mi padre en sus consejos mas sanos con la energía vivificadora de sus años más tiernos.

Hace tres años que mi papá no está en este mundo. Hace mucho mas que yo me fui de su lado a emprenderme por la vida, y creo que he cumplido.
Sin embargo a mi papá siempre le deberé esta confesión. Esta crónica es la imagen de la vida que él llevó, que llevamos los dos en el constante avatar que ha sido la convivencia cubana a largo de más de medio siglo, en el esencial empeño por luchar y salir adelante. Nadie habría luchado tanto como él por ganarle la batalla a la muerte y seguir viviendo. 

Jesús Díaz Loyola

Si me preguntaran quien es el personaje de mi vida, sin duda alguna diría que es mi papá. Sólo por el hecho y el respeto al gen que me engendró, siempre diría que mi padre.

Pero resulta que mi padre es algo más, es el hombre de las confidencias más íntimas, de las grandes discrepancias, los mejores consejos y los besos más tiernos.

Hoy me vuelvo a sentar con él, tal vez para compartir los frijoles en la misma mesa donde crecí, pero sobre todo a recibir la energía vivificadora de sus años más adorables.

Hay un gran mérito en mi papá y en todos los padres del mundo que quiero recordar hoy, y ese mérito es el premio de habernos dejado a todos, a la familia que fundó y a los amigos que se ganó, un gran legado: la constancia y el amor.

No me importó convivir junto a él una etapa de carencias y mil vicisitudes en la isla que los dos hemos querido hasta lo más profundo de nuestras entrañas. Conviví contigo y crecí a tu lado, que es lo que importa, porque Cuba fue la vida que nos tocó.

Te recuerdo cuando yo comenzaba a vivir mis ansias desaforadas por la profesión que me marcó: el periodismo, y que solo a ti y a tú desdén puedo agradecer, porque tú fortaleciste mis afanes, siempre en el sentido de hacerme un hombre de bien. Gracias, mi viejo.

¿Sabes una cosa? No se me olvidan tus andaduras de recio buscavida por las calles de Cuba, desde las maratónicas jornadas cuando te ibas al
campo a "forrajear" los frijoles que después nos ponías con una ilusión placentera sobre la mesa, hasta las horas infinitas buscándote el pan de cada día bajo el sol abrasador de La Habana. 

Lo hacías, papi cuando eras un treintañero y yo un hijo de la inocencia que te seguía a todas partes. Y lo hiciste hasta el final de tus días, porque sobran razones para saberte un padre ejemplar.
Gracias viejo.

CUANDO yo era un niño que comenzaba a gatear, mi padre, que se llama José, se ganaba la vida como estibador del puerto donde los dos nacimos: Caibarién. 

Ya yo era un veinteañero, y en esos avatares de los primeros años y las primeras pasiones, con unos deseos inmensos por vivir, "siempre que nos sentábamos al frescor del Caribe hablabas de todo". Tus rechazos y tus durezas me maduraban, y yo sabía que, poco a poco, nos estábamos forjando por la vida, sumergidos en el único afán por salir adelante cada día. Esa es la vida que nos tocó, y no me arrepiento de haberla compartido contigo, mi viejo.

Cada vez que te bajabas de tu fecundo día en las noches cálidas del Caribe, cuando nos ponías la colada y te apretabas el puro que celebraba tu hornada, siempre decías con tu proverbial satisfacción. "La vida a mi no me vence". Ese día tu satisfacción más placentera estaba en que todos en casa dormíamos con los estómagos llenos.


   
En la madrileña puerta de Alcalá, 
durante el viaje que nos reencontró en España en 2004. 
Después, como el frondoso tronco que no abandona su raíz, 
mi padre regresó a la semilla y allí murió.

Te recuerdo hace cuatro años, en el último verano que pasé contigo. Eras el mismo de siempre cuando un dictamen médico te detectó la enfermedad degenerativa que te arrebató la existencia. Y lo asumiste con tu optimismo realista.

Aún así, con el presagio de tu inminente partida, fui capaz de prever el momento en que te quedarías paralizado, y desde la lejanía suplí tu invalidez y asumí tu papel responsable con esa perseverancia que nos inculcaste desde el primer día.

En 2010, ya estabas postrado y eras el vivo drama de tu injusta invalidez, y cuando las premoniciones de tu salud eran irreversibles, entonces hiciste derroche de tu dignidad paternal y me pediste perdón si en algo habías errado.

Y te dije entonces: "¡Que tengo yo que perdonarte, si tú me lo has dado todo!"

Aún así, me prometiste que en cualquier lugar siempre velarías por nosotros. 
Gracias viejo, y un abrazo donde quiera que hoy estés.

La última imagen que guardo del hombre extraordinario que fue mi mayor riqueza, es la de sus diminutos ojos escondidos debajo de los párpados en una lucha constante por vivir. Nunca abandonó su fuerza de caribeño curtido por el sol y el salitre. "Yo salgo de esta", me decía y se reía.

Cuando el seis de agosto de 2010 me fui a La Habana y lo llevé dormido hasta el campo santo del pueblo pesquero donde a los dos se nos estiró la vida, el negro David, compañero de aquellos fogueos entre los sacos y la estiba al borde del Caribe, me dijo con clara satisfacción como tantas veces se gozaba afirmándolo a José: "Fue el único hombre en la historia portuaria que descargó solo un vagón de 40 toneladas de cuero". 
Ese era mi padre.

Viniste desde los treinta cuando Caibarién, la Villa Blanca, era un esplendor de vida llena junto al mar, y te fuiste cuando toda la isla es un destino envilecido, una conjunción de suerte y rumbo por superar un día más.

En ese ambiente crecimos, corroborando cada vez el deterioro del cauce por la vida en la Cuba que nos tocó, "pero siempre estabas tú, dándonos unas ansias enormes por vivir".
¿Te acuerdas en el otoño de 1985 cuando éramos unas almas marcadas por las adversidades de un ciclón —Kate—? 
La casucha, en el rincón costero donde vivíamos sudando el salitre todo el santo día, había sido barrida por la furia de los vientos y las aguas. Allí estabas tú, dándolo todo. Gracias, viejo.

POSTDATA: 
Al alba del cinco de agosto de 2010, la muerte se llevó a mi padre, José, con 77 años encima y unas ansias enormes por seguir viviendo. Un año antes —2009—, su semblante de incansable luchador era un esplendor de vida llena en La Habana.  Una atrofia insospechada le cortó la existencia, pero mi padre se fue con el tesoro sagrado de habernos regalado casi medio siglo a nuestro lado desde el lejano julio de los sesenta, en que eligió a mi mamá —Elisa— para darnos la vida que nos tocó. 
Gracias, viejo.
                                JESÚS 

13 junio, 2013

IVÁN CAÑAS: LEZAMA EN SUS MANOS

El lente y la crónica

"Era un hombre reposado, acorde con su estatura y su volumen. Escribía a mano y sentado en una tabla que apoyaba en un sillón”.

Lo contó  para la historia y el recuerdo, el fotógrafo cubano Iván Cañas a su paisano y amigo, el escritor Eliseo Alberto de Diego García Marruz (LICHI), que ahora está muerto.

LICHI vivió desterrado en México desde 1988 hasta su muerte, ocurrida en 2011, pero estuvo a tiempo de encontrarse con su paisano y amigo, Iván Cañas y armar la historia de sus fotos tomadas a José Lezama Lima, el poeta, ensayista y novelista cubano considerado, junto a Alejo Carpentier, una de las más grandes figuras que ha dado la literatura insular.

De aquel encuentro, Eliseo "Lichi" hilvanó una magistral crónica que le dedicó a Iván: "El día que Iván Cañas fue a visitarlo (a Lezama), cámara en mano, el autor de "Paradiso" acababa de cumplir 59 años". Eliseo también sucumbió con 59.

"Las cuarenta fotografías que Iván Cañas tomó al poeta, a lo largo y hondo de dos caminatas habaneras (verano de 1969, primavera de 1970), tuvieron que esperar cuarenta años para encontrar las paredes de la Galería Central del recinto Wolfson del Miami Dade College (edificio 1, 3er piso, salón 1365) y sólo desde allí, desde esa ventana pública, abierta a la comunidad cubana en el exilio, presentarnos a un José (Lezama) de cuerpo entero", relató Eliseo Alberto.

Si crónica no podía ser más certera: "El día que Iván Cañas fue a visitarlo, cámara en mano, el autor de "Paradiso" acababa de cumplir 59 años, llevaba cinco de casado con María Luisa Bautista, vivía en su casa de siempre, ahora en profundo ostracismo, y ya cargaba con unas 350 libras de peso. El asma lo minaba pero no podía ni quería renunciar a sus habanos de la marca Hoyo de Monterrey, de seis pulgadas. La obstinación y la risa, bien mezcladas, producen resultados sorprendentes: obstinado, risueño, Lezama se las arreglaba para restarle dramatismo a su mala suerte".

"Paradiso" había sido publicada tres años antes, en 1966, pero prontamente encontró la censura, y Lezama, la marginación.

Escribe Eliseo Alberto: "Al considerarlo “pequeño burgués”, “elitista”, “extravagante” y “homosexual”, en severo juicio nunca reconocido, Lezama fue confinado a la mazmorra del desprecio. No fue a la cárcel ni a una granja de rehabilitación: lo mandaron al olvido. Obstinado y risueño, el poeta de Enemigo rumor, se refugió en su casa, entre sus libros, tras sus lecturas, pero tuvo la precaución de dejar la puerta sin cerrojo, abierta a todo aquel que quisiera visitarlo. En el bolsillo, su habano de seis pulgadas esperaba ser encendido en el mejor momento de la próxima conversación".

La crónica de Lichi es puntual y precisa: "Una de esas tardes, llegó el pintor Raúl Martínez en compañía de un joven fotógrafo —Iván—, también músico, vocalista de uno de los cuartetos más queridos por la muchachada de aquellos años (Los Cañas). Querían mostrarle al Maestro la maqueta de un libro de fotografías que, publicado trece años después (El cubano se ofrece, 1982), habría de virar al revés el imaginario de la Revolución al prescindir del discurso político y centrar su atención en el paisaje solitario e irrepetible de un sujeto individual, hombre a hombre, cara a cara. Lezama debe haber quedado gratamente impresionado por el trabajo de aquel artista de apenas 22 años, inquieto, nervioso, casi tartamudo, de ojos trasparentes". Ese era Iván Cañas.

 Eliseo Jr. armó la historia  antes de morir, aunque la historia viva sigue siendo Iván: "Contra su natural retraimiento, (Lezama) aceptó participar en una sesión de fotos y así dejarse atrapar por el lente de una cámara —la del joven Iván Cañas—Una buena ocasión para encender su habano de seis pulgadas".

Así se lo contó a Eliseo Alberto y así lo guarda Iván como tesoro de su recuerdo más fecundo: “Las imágenes de mi exposición "Lezama inédito", fueron hechas entre 1969 y 1970, en la casa del poeta y en un recorrido que abarcó el Paseo del Prado y el Museo de Artes Decorativas de La Habana. Lo que más impresionaba era su extraordinaria memoria y dominio del idioma, que manejaba de una manera natural: él estaba en su ‘reinado’ y mostraba una humildad cortés".

¿COMO ERA LEZAMA?

Cuarenta años después, Iván Cañas guarda la imagen lúcido de José Lezama Lima ante su lente, porque lo tuvo literalmente en sus manos.

Por eso Ivan le habló con responsable precisión a Eliseo el día en que, tal vez, también exhalando humo de un buen habano, reconstruyeron esta historia: 
Lezama "era un hombre reposado, acorde con su estatura y su volumen. Escribía a mano y sentado en una tabla que apoyaba en un sillón”. 

Entre todas las fotos que le hizo, Iván Cañas a Lezama Lima. confesó preferir la que tituló “El tamaño de una carcajada” (Lezama riendo) Y la describe así: “en medio de la soledad, el escritor no había olvidado celebrar la visita de un amigo”.

Fue ese su auto de fe en la vida, el que hizo siempre de Lezama un caballero de "humildad corté".

Paradójicamente, Eliseo está ahora muerto, pero la tarde lezamiana que vivió una día de La Habana la sensatez de un fotógrafo veinteañero, está viva todavía  en la memoria de Iván Cañas, como para seguir hurgando en el pasado maravilloso de las historias y  los recuerdos. Y seguir contándolo como un Lezama del lente, porque sin soledades ni distancias, Iván Cañas siempre está esperando un nuevo amigo. 

POSTDATA: Eliseo Alberto de Diego García Marruz (Lichi), nacido en Arroyo Naranjo, La Habana, Cuba, en 1951, murió el 30 de julio de 2011, en México, por una complicación cardiaca surgida tras un trasplante de riñón. 
Fue miembro de una familia emérito de las letras cubanas.
Hijo de Eliseo Diego y Bella García Marruz, y sobrino de Cintio Vitier y Fina García Marruz, miembros del Grupo Orígenes. Por voluntad expresa, sus restos descansan en la Cuba que tanto adoró. 

"Cercano, jaranero, jodedor en cubano, ese era Lichi, al que recordaré sentado en la mesa pde casa y contándonos unas historias maravillosas, corrompiéndonos de alegría y risa. Era la broma más feliz del mundo". Así lo describió para EL PAÍS el pintor cubano Waldo Saavedra.

09 junio, 2013

JUANITO PANCHÍN Y SU CUBANA MANERA DE HACER REÍR

Crónica en la lejanía

Cada vez que se mete en la piel de su personaje, Juan José Pérez García, es jocoso y recurrente, sin distancias ni lamentos,"riendo, siempre riendo".

LA ENJUNDIA PARRANDERA DE LILIFÓ YALINDO PORTELA 
Y TODA SU PARENTELA

Jesús Díaz Loyola (ATP)

—¿Oiga, usted nunca se va a 'morin'? —le pregunta una fan desatinada. Y Lilifó Yalindo Portela, reencarnada en la inagotable vitalidad de Juanito Panchín, se hace con el escenario, lo domina y se entrega la noche entera.

Lleva años haciendo reír a los públicos mas identificados con su pasado y su presente. Dicen que nació riéndose, tal vez por eso su mayor virtud esté en hacer reír por donde quiera que va.

Lilifó nació en Cuba, se soltó pa'l solar en el Rick's Café y ahora es figura elite del espectáculo en Islas Canarias, España, donde vive su etapa de máximo esplendor.

Lilifó no se muere, no se casa, pero tampoco envejece.

EL SÁBADO, EN CANARIAS, OTRA VEZ SE SOLTÓ LILIFÓ

Juan José Pérez García (Juanito Panchin), un consagrado humorista cubano asentado en el sur peninsular español, es el padre que engendró a esta criatura, expresión de la vida marginal de la Cuba más profunda, una enjundia de vicisitudes y placeres.

Con bombos y platillos asomó anoche parrandera y acabó 'botá' pa'l solar' entre maracas, rumba y tambor. Así terminó el sábado Lilifó, el que allá protagonizó, en la Casa Parrandera de San Cristóbal de La Laguna, en Tenerife, Islas Canarias. 

Se soltó Lilifó,  con su acento dicharachero tejiendo la vida y las costumbres de Cuba, la de adentro, y de los cubanos de afuera

Cada vez que se mete en el personaje de LILIFÓ, Juanito Panchín es jocoso y recurrente, sin ofensas ni insultos, sin implicar revoluciones, sin distancias ni lamentos, riendo, siempre riendo, porque Lilifó Yalindo es la reencarnación pura y dura del guajiro cubano y de a pie. 'Y no hay más na' caballero'.

Panchín tiene el mérito de ser un fiel exponente del humor aplatanado que ha viajado con el cubano —y con él— toda la vida. LILIFÓ YALINDO tiene tantos años como PANCHÍN. No me equivoco si digo que venía en sus genes y en su musa desde que  el 18 de agosto de 1966 nació en la provincia cubana de Sancti Spíritus, Juan José Pérez García, el célebre Juanito Panchín de la noche y el barullo.

Este hombre simple pero inmenso por todo el talento que lleva adentro, tiene la culpa de haber hecho reír a multitudes enteras por donde quiera que va con sus personajes siempre a cuesta.

"Juanito Panchín fue un fibroma mal atendido que nació con la intención de morirse algún día, sabiendo que cada día que pasa es el anterior de mañana y que no hay mal tiempo si tienes buena 'capa'." —dice de él, y así va por la vida.

Juanito Panchín hace reír al más distraído. Los cubanos le siguen a todas partes como un  icono de sus vidas y sus costumbres, porque él es la viva semblanza de la CUBA que le tocó, porque mientras dure Fidel allí, estará LILIFÓ, dando que hablar y que hacer.

¡Y a mi qué!

Todavía yo no he vivido un show en estado puro de este artista consumado de la risa y el buen festín que es Juanito Panchín, y ya me descojono, pero lo estoy esperando como manjar en Madrid.    

Dicen allá en mi tierra —la suya— que Panchín lo que consiguió se lo ganó, porque como un buey estudió. Digo yo, y así de instruí'a va la Lilifó.

¿QUIÉN ES JUANITO PANCHÍN?

A muy temprana edad comienza estudios de música en el conservatorio de su pueblo natal y de la mano del maestro Marcelo Lamas estudia Guitarra popular y el tres Cubano. En 1980 integra el Septeto Nueva Generación y graba dos LP de música tradicional Cubana: 'Semblanza' y 'La Música Tradicional Cubana por el Mundo'. Fue integrante de La Parranda Típica Espirituana, en Radio Sancti Spiritus estudió locución, incursionó en el mundo de la animación en la Casa de La Trova Miguel Companioni Gómez, en la Villa de los Laureles. 

En los 90, Juanito se radicó en La Habana y tuvo un paso fugaz, pero fecundo por la Radio y Televisión nacional, actuando en teatros y espectáculos humorísticos. En Canarias integraba el elenco del programa humorístico Pateando La lata que hizo época en el canal 6 de Televisión Cubana.

Ahora Juanito Panchin es un actor y humorista consumado. Su excelencia es capaz de caracterizar y dar vida propia a sus personajes mas diversos que hablan de pasado y de presente, una enjundia que va desde Dominguito Díaz festivos, Seferino Díaz de carreras y Antoñito, otro cubano. pero la más emblemática, sin dudas, le salió Lilifó.

Cuando cualquiera de ellos toma el escenario, el mayor reto de Panchín es encontrar la risa del espectador desde una sana diversión sin ofensas ni insultos y mucho menos con espíritu de contradicción, "reflexión, mucha reflexión, porque de Sancti Spiritus yo soy", dice Panchín que con su espíritu va dejando su mensaje de amor y humor. Este junio lo derrochó con la que montó en la Casa Parrandera de San Cristóbal de La Laguna.

En Panchín hay una mezcla de espiritualidad y gozo limpio, de alegría y evasión, como él mismo dice...'El Humor es un servicio para la risa ajena, pues ya hay quienes se encargan de poner las lagrimas' 

Su personaje más mimado, Lilifó Yalindo Portela, es una versión modernizada de la mulata cubana de barrio que no se casa nunca y está viviendo del brete. No se ligó a Dominguito ni se casó con Seferino y mucho menos se lió con Antoñito.

Anoche, en Tenerife, reapareció Lilifó, con toda la chusma a flor de labios,  contando sus historias de la realidad Cubana, unas veces exagerada y otras mas exacta, pero con la cubana esencia de reírse de sus problemas para seguir adelante y no perder lo que menos cuesta: La Risa. Esa es la gran clave del triunfo del humor de Panchín, desde la picaresca parodia del resbalón en un escalón hasta la singular manera de reírse de la longevidad irreversible de su Coma-andante.

Juanito Panchín es showman, es un gurú de la risa que se deshace en cada entrega, desde que sube al escenario hasta que lo abandona, dándole vida a sus personajes y haciendo reír a multitudes enteras.

La del sábado ocho de junio, fue una noche parrandera que la montó en  La Laguna, cultivando alegría pura desde su 'Humor A La Cubana' con Lilifó Yalindo Portela, su criatura más pendenciera.

Dice la chusma cazuelera que todavía retumban las carcajadas en San Cristóbal parrandera . 

En Madrid te esperan mi herma'. ¡A 'vel' cuando es que tú llega! 

06 junio, 2013

GARCÍA LORCA Y CUBA: HISTORIA DE UNA PASIÓN

“Te invito a que vengas, pues como te decía en una postal (...) en tus dominios poéticos no se pone el sol, y eres aquí tan conocido como en la Puerta Real, y desde luego tan admirado”.
                     Francisco Ichaso,
                 escritor y periodista.
• El 4 de marzo de 1930 el poeta tomará en Nueva York un tren que lo conducirá a la península de la Florida y, desde la ciudad de Tampa, embarcará en un vapor norteamericano con premonitorio nombre, “Cuba”, que atracará en La Habana el 7 de marzo. 

• Federico no se imagina que va a permanecer en la isla nada menos tres meses (hasta el 13 de junio), y que esa estancia, tan prolongada para lo previsto, le va a dejar una huella imborrable.

• Se cuenta que el poeta se emocionó al ver el Castillo del Morro y exclamó: “Pero, ¿qué es esto? ¿Otra vez España? ¿Otra vez la Andalucía mundial? Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez”.

ESTE REPORTAJE lo escribió Luís Morillo Vilches, miembro activo de la Sociedad Filatélica y Numismática Granadina (SFNG) en el año 2006, cuando se conmemoró el 70º Aniversario de la muerte en circunstancias trágicas, del gran poeta y dramaturgo Federico García Lorca. Hoy, siete años después y en ocasión de cumplirse 115 del natalicio de Lorca, tiene total vigencia. Este es un fragmento.

¿POR QUÉ CADA CUBANO TIENE SU LORCA"

Luís Morillo Vilches

Nacido el 5 de junio de 1898 en Fuente Vaqueros, un pequeño pueblo de la Vega de Granada, cayó asesinado el poeta con apenas 38 años de edad en la fatídica noche del 18 al 19 de agosto de 1936, entre las localidades de Víznar y Alfacar, en plena madurez de su genio creativo y cuando se le auguraba un futuro aún más espléndido. Fue una de las miles de víctimas inocentes que propició el drama fratricida que ensangrentó España durante su Guerra Civil (1936-1939).

Federico García Lorca murió pero no así la obra que nos dejó como un inestimable legado. Sin lugar a dudas, el poeta pertenece al selecto y minoritario grupo de escritores cuya fama ha trascendido más allá del ámbito en que nacieron para convertirse en universales, en patrimonio de todos los amantes de la Literatura. Todo un cúmulo de factores ha contribuido decisivamente a esa fama, a ese prestigio: la arrolladora personalidad del poeta, la calidad de su obra literaria, las fatales circunstancias en que aconteció su muerte... sin embargo, todavía existen muchos episodios de la vida del autor de Fuente Vaqueros que permanecen envueltos por las brumas del misterio. Otros, por el contrario, empiezan a ser conocidos y estudiados por especialistas que nos van desvelando facetas fundamentales en su trayectoria artística y personal (en definitiva, las dos son inseparables). Una de ellas fue su viaje a Cuba en 1930.

LA MIRADA EN CUBA 

Corría el mes de junio de 1929, cuando García Lorca, inmerso en plena crisis existencial, acepta viajar a los Estados Unidos acompañando a Fernando de los Ríos. La estancia en Nueva York, la gran metrópoli arquetipo de la modernidad, con su  riqueza insultante, pero también con su pobreza descarnada, deslumbrará al poeta. Esta etapa se ha considerado decisiva en la posterior evolución de su obra, “la experiencia más útil de mi vida” diría el poeta. De allí brotó su gran obra Poeta en Nueva York. Sin embargo, el destino le deparará otra sorpresa: en la ciudad de los rascacielos va a conocer al gran escritor, antropólogo y jurista cubano Fernando Ortiz (1881-1969), promotor y director de la Institución Hispanocubana de Cultura, que invitará al poeta para que dé una serie de conferencias en aquel país caribeño.
Aunque nunca había estado en Cuba, Federico García Lorca ya había respirado en su infancia el olor de la isla a través de las vistosas cajas de puros habanos que su padre recibía desde allí; también estaba familiarizado con los ritmos contagiosos de la música cubana, que conocía gracias a los viejos discos de pizarra que había en casa. Además, contaba con la amistad de importantes intelectuales cubanos. Es el caso de José María Chacón y Calvo (1892-1969), escritor, editor e investigador, que llegó a España en 1918 para desempeñar funciones diplomáticas. En 1922 se conocerán en plena Semana Santa de Sevilla (junto a Federico también estaba Manuel de Falla: pocos meses faltaban para la celebración del Concurso de Cante Jondo en la plaza de los Aljibes de la Alhambra). A partir de ese momento se irá consolidando entre ambos una sólida amistad.

En la casa madrileña de Chacón, el poeta granadino conocerá a Lydia Cabrera (1899-1991), investigadora y escritora, estudiosa del folclore cubano, con la que entabló una profunda amistad. Se dice que ella fue quien facilitó el encuentro personal entre García Lorca y la gran actriz catalana Margarita Xirgu, encuentro que a la larga sería trascendental en la posterior trayectoria de ambos.  Como señal de agradecimiento, el poeta dedicaría a “Lydia Cabrera y a su negrita” su romance La casada infiel, perteneciente al Romancero Gitano.
Federico García Lorca no era un personaje desconocido en la mayor de las Antillas; ya en 1926  la Revista Social de La Habana había publicado sus versos junto a los de Rafael Alberti. Significativa es la carta que le escribió el 14 de septiembre de 1929 su amigo personal Francisco Campos Aravaca, cónsul de España en Cienfuegos, invitándole a visitar la isla y a impartir una conferencia en esa ciudad, prometiéndole organizar allí algo que resultara “famoso”. ¿Y que decir de la misiva del 19 del mismo mes escrita por el escritor y periodista Francisco Ichaso: “Te invito a que vengas, pues como te decía en una postal (...) en tus dominios poéticos no se pone el sol, y eres aquí tan conocido como en la Puerta Real, y desde luego tan admirado”.

La idea del viaje a Cuba, presente desde hace tiempo, se concretará por fin gracias a la invitación de la Institución dirigida por Fernando Ortiz. Un par de años antes, el 29 de enero de 1928, Fernando de los Ríos, famoso político e intelectual español amigo de Federico García Lorca, había abierto el camino actuando como conferenciante en dicha entidad.

El 4 de marzo de 1930 el poeta tomará en Nueva York un tren que lo conducirá a la península de la Florida y, desde la ciudad de Tampa, embarcará en un vapor norteamericano con premonitorio nombre, “Cuba”, que atracará en La Habana el 7 de marzo. Federico no se imagina que va a permanecer en la isla nada menos tres meses (hasta el 13 de junio), y que esa estancia, tan prolongada para lo previsto, le va a dejar una huella imborrable.

Le esperan en el puerto de La Habana varios fotógrafos, periodistas y miembros de la Institución Hispanocubana de Cultura. Entre ellos, su viejo amigo José María Chacón y Calvo, Rafael Suárez Solís, periodista del prestigioso Diario de la Marina (que lo presenta como “el más eminente poeta español del momento”), el ensayista Félix Lizaso, y el poeta y periodista Juan Marinello (presidente de conferencias de la Institución).
           
La llegada de Federico a la capital cubana supondrá un reencuentro con la luz, con la alegría de Andalucía, pero también el descubrimiento de una cultura “mulata”, mezcla de la española y la africana, en la que el sincretismo está a la orden del día (Fernando Ortiz acuñó el término “transculturación” para definir este fenómeno). Se cuenta que el poeta se emocionó al ver el Castillo del Morro y exclamó: “Pero, ¿qué es esto? ¿Otra vez España? ¿Otra vez la Andalucía mundial? Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez”.

LA CUBA QUE  
ENCONTRÓ LORCA

El país que encuentra Federico está inmerso en plena crisis económica; no olvidemos que unos pocos meses atrás se produjo el crack de la Bolsa de Nueva York, que el poeta vivió allí. Una década antes, paradojas de la vida, Cuba había vivido un momento económico esplendoroso (la llamada “Danza de los millones”), pero todo fue un espejismo.
Gobierna Gerardo Machado, un presidente populista que basa su mandato en el lema “Agua, Caminos y Escuelas”, que construye la Carretera Central y erige el majestuoso Capitolio de La Habana; pero que al mismo tiempo preside un régimen autocrático que persigue despiadadamente a la oposición. Las manifestaciones y huelgas son frecuentes y la violencia con la que son reprimidas es desmedida. Una de las más multitudinarias se celebró el 20 de marzo de 1930, pocos días después de la llegada de García Lorca a La Habana. Liderada por el joven poeta y abogado Rubén Martínez Villena, participaron en ella nada menos que 200.000 trabajadores.

La efervescencia revolucionaria que caracteriza al país caribeño en aquellos años también se ve acompañada por una gran agitación cultural. Efectivamente, el auge de la radio (en 1930 había 43 emisoras en toda la nación) contribuye a popularizar el son, ritmo musical que tuvo su génesis en el Oriente de la isla. Son los años en que el “Negrismo”, movimiento cultural que revaloriza las raíces africanas de lo cubano, se encuentra en pleno apogeo; su influencia se percibe tanto en la música como en la literatura, con figuras de la talla de Amadeo Roldán con su Fiesta Negra, Alejandro García Caturla, que compuso Bembé en el París de finales de los años veinte, o el poeta Nicolás Guillén, que el 20 de abril de 1930, apenas un mes después de la llegada de García Lorca a Cuba, publica sus Motivos de Son en el suplemento literario del Diario de la Marina.
EL POETA EN LA HABANA

Instalado en el hotel La Unión, donde se hospedaban todos los invitados por la Institución Hispanocubana, las primeras semanas del poeta en dicha ciudad fueron de una frenética actividad como conferenciante. Como quiera que García Lorca ya disfrutaba de una cierta fama en la América hispana (su Romancero Gitano era muy conocido), ni que decir tiene que dichas conferencias, que se celebraron en el Teatro Principal de la Comedia, tuvieron una repercusión extraordinaria y deleitaron al público habanero.

La primera conferencia se tituló Mecánica de la Poesía y fue impartida por el escritor granadino el domingo 9 de marzo de 1930. Tres días después, tuvo lugar su segunda conferencia Paraíso cerrado para muchos. Jardines abiertos para pocos: Pedro Soto de Rojas. Un poeta gongorino del siglo XVII. El día 16 de marzo, García Lorca ofreció su tercera ponencia, Las nanas infantiles, en la que además mostró sus dotes de pianista junto a la joven cantante española María Tubau, que interpretó las canciones. El miércoles 19, a las cinco y media de la tarde, se celebró la cuarta conferencia habanera: La imagen poética de don Luis de Góngora. El 6 de abril tuvo lugar la última disertación del granadino, que pronunció Arquitectura del Cante Jondo en medio de una gran expectación.

La adaptación del poeta al ambiente habanero, a la idiosincrasia de esta gran ciudad, fue muy rápida. En una carta fechada el 5 de abril de 1930, el poeta, entusiasmado, les decía a sus padres: “Esta isla es un paraíso… Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba”. Abundando en lo anterior, el periodista e historiador cubano Emilio Roig de Leuchsering afirmaba: “En un mes desde su llegada, conoce y sabe más cosas cubanas que muchos de sus amigos y nos puede servir perfectamente de cicerone y descubrirnos lugares y tipos netamente criollos, para nosotros desconocidos”.
Los días habaneros de Lorca fueron intensos. Allí disfrutó en la Plaza de la Catedral viendo a los vendedores ambulantes y escuchando sus pregones; se perdió entre sus bares y locales nocturnos donde, quizá, su sexualidad reprimida se desbordó. García Lorca, que se había interesado por los espectáculos teatrales de las comunidades china y negra de Nueva York, se convirtió en un asiduo espectador del llamado “género alhambresco”, así conocido por representarse en el Teatro Alhambra.

El Teatro Alhambra, de gran importancia artística y sociológica en la historia de Cuba, se fundó en 1900 y subsistió hasta 1935, cuando se derrumbó el edificio donde tenía su sede. Aunque allí se representaron diversos tipos de espectáculos (zarzuelas, revistas, comedias…), su importancia fundamental proviene por ser el origen del teatro vernáculo cubano, con sus personajes característicos (el “gallego”, el “negrito”, la “guajira”, la “mulata”...). A finales de los años veinte y principios de los treinta, cuando el poeta llega a Cuba, el género de variedades está en pleno apogeo y dominan las comedias con una fuerte carga de sátira político-social hacia la dictadura de Machado. García Lorca será un asiduo de dichos espectáculos, a los que asistirá casi siempre en compañía de su amigo Luis Cardoza y Aragón10 , cónsul de Guatemala en La Habana.

Hay que destacar que el poeta granadino no fue ajeno a los movimientos de protesta frente a las arbitrariedades del régimen machadista; incluso participó en manifestaciones como la producida en una huelga de teléfonos. A este respecto, es significativa su postura de solidaridad con un grupo de ciudadanos negros y mulatos a los que se les prohibió el acceso a la piscina del elitista Havana Yacht Club, donde se celebraban las pruebas de natación de los Juegos Deportivos Centroamericanos.

Federico también frecuentó los círculos intelectuales habaneros. Nada más llegar a la capital cubana, se dirigió al domicilio de Antonio Quevedo y María Muñoz para hacerles llegar varias cartas escritas por amigos españoles; entre ellas, una misiva de Manuel de Falla para María Muñoz, antigua alumna suya. En ese escrito, el músico gaditano decía de Federico: “Es digno de cuantas atenciones se tengan con él. Quisiera que vieran ustedes en Federico como una prolongación de mi persona”.

 Los Quevedo – Muñoz constituían un matrimonio plenamente comprometido con la música. Ambos eran españoles y residían en Cuba desde 1919. Antonio Quevedo (1888-1977), había abandonado su profesión de ingeniero para dedicarse a la música como escritor, crítico y organizador de actividades relacionadas con la misma. Fundó con su mujer la revista Musicalia e impulsó la revista de la Sociedad Pro Arte Musical. Por su parte, María Muñoz (1886-1947), era directora de coros, profesora y pianista. Fundó la Sociedad Coral de La Habana  y contribuyó a la creación en 1929 de la Sociedad Cubana de Música Contemporánea. También trabajó como profesora en el Conservatorio Bach, que creó junto a su esposo.
Lo cierto es que ambos esposos ejercieron de magníficos anfitriones del poeta y muy rápidamente lo introdujeron en el ambiente intelectual de La Habana. Así, a los tres días de su llegada a Cuba asistieron a un concierto del gran músico ruso Sergei Prokofiev, que actuaba en la capital por invitación de la Sociedad Pro Arte Musical. El compositor eslavo iba acompañado de su esposa, la cantante española Lina Lluvera. Concluida la representación, García Lorca acudió, entusiasmado, al hotel donde se hospedaban para saludarles.

Si importante fue la relación del poeta con Antonio Quevedo y María Muñoz, no le fueron a la zaga las vivencias que García Lorca compartió con la familia Loynaz. Carlos Manuel, Dulce María, Enrique y Flor eran los hijos de Enrique Loynaz del Castillo, un importante general de la Guerra de la Independencia que había compuesto en 1895 las estrofas del Himno Invasor. Los cuatro hermanos eran poetas y habitaban en una gran mansión en el señorial barrio de El Vedado.
Federico, atraído por los versos de Enrique, de quien conocía algunos poemas publicados en España, se presentó un buen día en la casa de los Loynaz y pronto se convirtió en un visitante asiduo. El poeta granadino cayó rendido a la atmósfera casi onírica que se respiraba en esa mansión, “mi casa encantada” como le gustaba llamarla: allí leía fragmentos de sus obras, cantaba y tocaba el piano. Y así, poco a poco se fue cimentando una fuerte amistad, especialmente con Flor y Carlos Manuel, con quienes disfrutó de interminables veladas en La Habana, recorriendo sus calles, recitando poemas...

DE SAN ANTONIO A MAISÍ


Federico García Lorca pudo conocer gran parte de la isla de Cuba, no sólo aprovechando su actividad como conferenciante. Estuvo en Matanzas (la “Atenas de Cuba”) y contempló el Valle del Yumurí. Quedó impresionado por la playa de Varadero (confesó no haber visto playa más bella). Fue a Pinar del Río y visitó el Valle de Viñales, con sus famosos “Mogotes”. Sin embargo, a pesar de todo, el poeta sentía nostalgia de España, de su Granada: el 19 de abril visitó Santiago de las Vegas y le recordó a Fuentevaqueros; Varadero, a la playa del mismo nombre en Motril; el paisaje de Pinar del Río, a los pinares del Guadarrama.

UN "POETA TRADICIONAL" EN CAIBARIÉN Y OTRAS CIUDADES DEL INTERIOR 
El poeta no sólo deleitó al auditorio habanero. La Institución Hispanocubana de Cultura tenía filiales en varias ciudades del país que no tardaron en invitar a Federico García Lorca para que impartiera alguna conferencia. Así, el 22 de marzo estuvo en Sagua la Grande (lugar donde nació el famoso cantante Antonio Machín) acompañado de José María Chacón. Allí pronunció Mecánica de la Poesía. El 30 de marzo viajó a Caibarién, donde Chacón y Calvo presentó a su amigo definiéndolo como “poeta tradicional”.

Cienfuegos, “la Perla del Sur”, fue la única ciudad que García Lorca visitó en dos ocasiones: en abril y en junio. En principio iba a disertar sobre la Mecánica de la Poesía en el Casino Español, pero el poeta pronunció La imagen poética de don Luis de Góngora. Fue un 8 de abril y lo presentó su viejo amigo Francisco Campos Aravaca, que ejercía el papel de cónsul de España en esa localidad. Lorca volvería a Cienfuegos el 5 de junio para pronunciar, esta vez sí, Mecánica de la Poesía.
"IRÉ A SANTIAGO": 
GARCÍA LORCA Y LA MÚSICA POPULAR CUBANA

He aquí uno de los grandes enigmas de la estancia de Federico García Lorca en Cuba: ¿Fue o no a Santiago de Cuba? Incluso amigos como Antonio Quevedo siempre negaron este extremo. Sin embargo, testimonios posteriores como el de Flor Loynaz han arrojado algo de luz sobre este tema confirmando que el poeta sí visitó Santiago de Cuba: “Un día se nos desapareció Federico, no vino a vernos a las tres de la tarde ni a la hora de comer, por lo que temiendo que estuviera enfermo o le hubiera sucedido algo, nos llegamos a su hotel para que nos informaran. Nos dijeron que se había ido a Santiago de Cuba”.
Efectivamente, García Lorca llegó un 1 de junio de 1930 a su añorada Santiago a bordo del Tren Central (la línea “La Habana-Santiago”),  que lo trajo desde La Habana tras más de doce horas de viaje; por fin se hacía realidad esa visita que no pudo efectuarse en la fecha inicialmente prevista (el 5 de abril). En la estación del ferrocarril le esperaba Max Henríquez Ureña, historiador y periodista de origen dominicano, presidente de la sucursal de la Institución Hispanocubana en Santiago de Cuba. El poeta se hospedó en el hotel Venus, el mejor de la ciudad entonces.
En los salones de la Escuela Normal de Maestros, el escritor impartió su única conferencia en dicha ciudad, La mecánica de la nueva poesía. Si La Habana le recordaba a Cádiz, Santiago de Cuba, en cambio, le evocaba a su querida Granada por sus montañas y por el verdor de sus patios. 
Cuando la visitó, Santiago de Cuba ya era la segunda ciudad más importante del país. Cuna de la emancipación cubana, considerada como la localidad más típicamente caribeña del país, también se distinguió como el lugar donde germinó el son, uno de los ritmos musicales más genuinamente cubanos.
El son partió desde Santiago, desde el Oriente cubano, a principios de siglo, en un viaje con sentido inverso al realizado por el poeta granadino, para conquistar La Habana y, por extensión, todo el país. La incorporación del mismo a las orquestas de danzón y el surgimiento de agrupaciones legendarias, junto a la eclosión de la radiodifusión, popularizaron y fueron responsables del enorme auge de este género musical. En este sentido, podemos citar al “Sexteto Nacional” (más tarde “Septeto”), surgido en 1920 y capitaneado por Ignacio Piñeiro, que ya en 1929 representó a Cuba en la Exposición Iberoamericana celebrada en Sevilla, o al “Trío Matamoros”, formado en 1925 por Miguel Matamoros, Siro Rodríguez y Rafael Cueto. Tanto Ignacio Piñeiro como el Trío fueron homenajeados el 10 de mayo de 2007 por el Correo cubano en la serie denominada “Son: autores y cantantes”.
Cuando García Lorca llega a Cuba, el son está en pleno apogeo. Sin embargo, el poeta ya conocía la música cubana; son significativas las palabras que escribe a su familia relatando su visita a la casa del célebre músico Eduardo Sánchez de Fuentes (“Estuve en casa del músico Sánchez de Fuentes, que es autor de la habanera “Tú”, que me cantábais de niño, “La palma que en el bosque se mece gentil”, y dedicó un ejemplar para mamá”).

Federico quedará muy pronto prendado por el sonido de las maracas, del bongó, de las claves. En las “fritas” de Marianao, localidad costera muy cercana a La Habana, el poeta se iniciará en el conocimiento del son en compañía de jóvenes y viejos soneros; rara era la noche en la que no acudía, sobre todo a escuchar atreviéndose incluso a tocar las claves y a acompañar a los músicos con su voz. Así lo contaba el musicólogo español Adolfo Salazar, compañero de viaje de regreso del granadino: “Se había hecho amigo de los morenos de los sextetos y no había noche que la excursión no terminase en las fritas de Marianao. Primero, escuchaba muy seriamente. Luego, con mucha timidez, rogaba a los soneros que tocasen éste o aquél son. Enseguida probaba con las claves, y como había cogido el ritmo y no lo hacía mal, los morenos reían complacidos haciéndole grandes cumplimientos. Esto le encantaba: un momento después, Federico acompañaba a plena voz y quería ser él quien cantase las coplas”.
Era tanta la afición de Federico por los ritmos cubanos que se llevó de vuelta para España un buen número de discos de pizarra. Según Adolfo Salazar: “Federico y yo llevamos en el Manuel Arnús los primeros sones que en Granada y en Madrid golpearon sus claves y rechinaron sus güiros…”.
García Lorca confesaba que quien lo inició en la ciencia folclórica fue un viejo compositor discípulo de Verdi, Antonio Segura, a quien le dedicó su primer libro: Impresiones y Paisajes. En todo caso, la faceta folclorista del poeta de Fuentevaqueros, no por ser poco conocida deja de ser importante (significativa fue la carta de recomendación que Manuel de Falla le escribió a María Muñoz, en la que se refería más a la vertiente musical del granadino que a su figura de poeta).

Gran conocedor de la música popular y del mundo gitano –no olvidemos el Concurso de Cante Jondo que organizó con Manuel de Falla en 1922-, fuente de inspiración constante en toda su obra, a Federico García Lorca también le llamó la atención la “negritud,”18 que conoció en sus dos vertientes: la dramática de Harlem y la “amable” de Cuba.
Significativa fue la primera impresión que “atrapó” al poeta cuando divisó por vez primera el perfil de La Habana: “La Habana surge entre cañaverales y ruido de maracas, cornetas chinas y marimbas. Y en el puerto, ¿quién sale a recibirme? Sale la morena Trinidad de mi niñez, aquella que se paseaba por el muelle de La Habana (...) Y salen los negros con sus ritmos que yo descubro típicas del gran pueblo andaluz, negritos sin drama que ponen los ojos en blanco y dicen: “Nosotros somos latinos”.
La correspondencia epistolar del poeta durante su estancia en Cuba es pródiga en referencias elogiosas a la raza negra; a veces de una manera tierna, entrañable, como en la carta que escribió a su amigo José María Chacón después de su visita al Valle del Yumurí, en Matanzas: “Pocas cosas en el mundo más bellas que esta adorable pareja de niños negros del valle Yumurí (...) Tengo necesidad de decir que lo más bello de toda la isla son los niños negros”.

El folclore afrocubano despertó un vivo interés en Federico. Fernando Ortiz reveló que el poeta granadino fue acumulando un gran número de piezas relacionadas con esta materia (collares de santería, símbolos de “orishas”, etc.) para llevárselas de vuelta a España. García Lorca tuvo la gran satisfacción de conocer personalmente a Carmela Bejerano, la doncella negra de Lydia Cabrera; a ellas les había dedicado tiempo atrás La casada infiel.

De la mano de Lydia Cabrera, gran estudiosa de la herencia africana en Cuba, el poeta  asistió a una ceremonia de iniciación ñáñiga. Allí, según contaría mucho después la antropóloga, se horrorizó tanto ante la extraña apariencia del Diablito o Íreme que se le abrazó al cuello. Los Ñáñigos o Abakuás constituían una sociedad secreta formada solamente por hombres, que se fundó hacia 1830 por negros esclavos procedentes de la costa de la actual Nigeria. Uno de los personajes más característicos de su liturgia eran los Íremes. Con una apariencia diabólica, iban cubiertos con tela burda de saco o tela vistosa de muchos colores y caprichosos dibujos, con un capuchón puntiagudo sobre la cabeza y cencerros en la cintura y tobillos para espantar con su sonido estridente. En sus manos llevaban un cetro y un ifán o rama. Su misión consistía en venir a la tierra para comprobar la fe de sus adeptos y su corrección en el seguimiento de la liturgia. 

Federico García Lorca también frecuentó los círculos musicales habaneros. Allí conoció al compositor y profesor español Pedro Sanjuán, que se había trasladado a Cuba en 1924, y coincidió con el crítico musical Adolfo Salazar. El poeta granadino también conocerá al escritor y musicólogo cubano Alejo Carpentier (al que invitará cuatro años más tarde al estreno de Yerma), y al escritor Nicolás Guillén, cuya primera obra, Motivos de Son, llevó los ritmos afrocubanos a la poesía. La investigadora cubana Nydia Sarabia afirma que fue el abogado y periodista José Antonio Fernández de Castro (1897-1951)19 , jefe del suplemento literario dominical del Diario de la Marina, quien presentó a ambos poetas, que almorzaron juntos en un restaurante de la Plaza de la Catedral de La Habana. 

SON DE NEGROS EN CUBA

Existen muchas elucubraciones acerca de las obras que Federico García Lorca alumbró durante su corta pero intensa estancia en Cuba. De entre las posibles candidatas, Así que pasen cinco años y, sobre todo, la enigmática El Público son las más sospechosas de haberse gestado en la isla caribeña. De ésta última existen testimonios coincidentes de Adolfo Salazar y de los hermanos Loynaz (el poeta obsequió a Carlos Manuel Loynaz con un manuscrito que desapareció, posiblemente tras haber sido destruido por éste en un episodio de desorden mental), así como la única copia que se conoce, escrita parcialmente en hojas timbradas del hotel La Unión y fechada el 22 de agosto de 1930, apenas mes y medio después de la partida del poeta.
El único texto de García Lorca que sin discusión se reconoce como escrito en Cuba es el poema Son de negros en Cuba, originalmente titulado Son, un canto a la emblemática capital del Oriente cubano y a su ritmo típico, que dedicó a Fernando Ortiz, el gran investigador del folclore afrocubano, más conocido como el “Tercer Descubridor de Cuba”, cuyos estudios fueron fundamentales para el conocimiento de la identidad musical y cultural de su país. 
Antonio Quevedo atribuyó la génesis de la composición a una conversación mantenida durante la visita del poeta al Valle del Yumurí: comentando la belleza de dicho valle, alguien afirmó que en Santiago de Cuba había paisajes tan evocadores y  Federico, entusiasmado,  afirmó que no se iría sin visitar dicha ciudad. Se dice que escribió el poema al regreso de Matanzas.
Son de negros en Cuba, fechado el 30 de abril de 1930,se publicó por vez primera con el título de Son en el número 11 de la revista Musicalia, correspondiente a los meses de abril y mayo de ese año. Dicha revista, quizá la más importante publicación musical de la época,  se fundó en 1928 por los esposos Antonio Quevedo y María Muñoz, y dejó de publicarse en 1942. El poeta le regaló a María Muñoz el manuscrito original. Años después, Antonio Quevedo donaría el mismo a la antigua biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País.

SON DE NEGROS EN CUBA

Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba,
iré a Santiago
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmera.
Iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigüeña,
iré a Santiago.
Y cuando quiere ser medusa el plátano,
iré a Santiago.
Iré a Santiago
con la rubia cabeza de Fonseca.
Iré a Santiago.
Y con el rosa de Romeo y Julieta
iré a Santiago.
Mar de papel y plata de monedas.
Iré a Santiago.
¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!
Iré a Santiago.
¡Oh cintura caliente y gota de madera!
Iré a Santiago.
Arpa de troncos vivos. Caimán. Flor de tabaco.
Iré a Santiago.
Siempre he dicho que yo iría a Santiago
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Brisa y alcohol en las ruedas,
iré a Santiago.
Mi coral en la tiniebla,
iré a Santiago.
El mar ahogado en la arena,
iré a Santiago.
Calor blanco. Fruta muerta.
Iré a Santiago.
¡Oh bovino frescor de cañavera!
¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!
Iré a Santiago.
Existen muchas exégesis de Son de Negros en Cuba, consecuencia evidente de la gran variedad de imágenes simbólicas que contiene. Podemos citar unas cuantas: “en un coche de agua negra” se identifica con el Tren Central, en el que García Lorca viajó desde La Habana a Santiago; “ritmo de semillas secas” es el sonido provocado por el movimiento de las maracas; “cintura caliente y gota de madera” son las claves23 cuando se tocan para desencadenar el ritmo del son; “arpa de troncos vivos”, es la impresión del poeta al atravesar Cuba como si fuera un país con forma de arpa gigante formado por millones de troncos sonoros; “mi coral en la tiniebla” es la brasa que forma el tabaco antes de convertirse en ceniza.

 En Son de Negros en Cuba también afloran recuerdos de la infancia de Federico García Lorca: su temprana relación con Cuba, cuando admiraba las bellas litografías que adornaban las cajas de puros que recibía su padre desde la isla: “mar de papel y plata de monedas”; “y con la rosa de Romeo y Julieta” (la marca del tabaco); “la rubia cabeza de Fonseca” (en referencia a Francisco Fonseca, empresario español que en 1907 registró la marca con su apellido).
Al recitar el poema llama la atención la constante repetición del estribillo “Iré a Santiago”, que recuerda al montuno cantado a coro, característico del son. Con ello, García Lorca consiguió dotar de musicalidad propia a su composición. Sin embargo, a pesar de ser un poema con una fuerte carga musical, pasaron muchos años hasta que alguien se atrevió a trasladarlo al pentagrama. El honor le cupo al famoso músico cubano Francisco Repilado, más conocido como “Compay Segundo” (1907- 2003), que lo estrenó un 13 de junio de 1997 en el auditorio del Generalife de Granada como fin de fiesta de un homenaje a Federico García Lorca con “Tomatito”, “Kiko Veneno” y Raimundo Amador.
LA PARTIDA
Han pasado tres meses y unos pocos días desde que el poeta llegó a La Habana; la estancia cubana de Federico García Lorca, intensa y fecunda, está llegando a su fin. Finalmente, sacará un pasaje para el 12 de junio en el vapor correo “Manuel Arnús” de la compañía Trasantlántica, vía Nueva York-Cádiz-Barcelona. Le acompañarán en el viaje Adolfo Salazar y Luis Cardoza y Aragón.
La Revista de Avance organizará en la víspera de la partida una comida en homenaje a los tres amigos: García Lorca, Salazar y Cardoza. Será en el hotel Bristol.
Se acerca el momento de la partida. Según Antonio Quevedo, Lorca y Salazar compartieron con él y su esposa, María Muñoz, la jornada final. Los cuatro se fundieron en un abrazo y Federico dijo: “... Hago falta en España”. El poeta está preparando el estreno de La zapatera prodigiosa para el mes de diciembre.
A pesar del testimonio de Antonio Quevedo, no hay unanimidad en cuanto a qué hizo y con quién estuvo el poeta en sus últimas horas en suelo cubano. Flor Loynaz afirmaba que ella había almorzado con Federico y Adolfo Salazar en el restaurante ubicado en los bajos del antiguo hotel Detroit. La sobremesa se dilató más de lo debido y los tuvo que llevar a toda prisa por las calles de La Habana en su automóvil pues perdían el barco.  

Al abandonar Cuba, Federico afirmó a sus amigos: “Aquí he pasado los mejores días de mi vida”. Esa pasión por el país caribeño se la llevó en su corazón rumbo a España, con la intención de retornar en un día no muy lejano. Por desgracia, ese deseo no se pudo cumplir, lo truncó la Guerra Civil. Se lo quitó la muerte.

Si el granadino sintió una auténtica pasión por Cuba, ese amor fue recíproco, correspondido. En 1940, el escritor hispano-cubano Lino Novás explicó ese sentimiento mutuo de una forma contundente: “Cada cubano tiene su Lorca”. Por eso no es de extrañar que el poeta granadino sea hoy en día el autor no cubano más difundido en la isla, y que en 2006 se constituyera una Comisión Nacional para conmemorar el Centenario de su muerte y, de paso, recordar su corta pero intensa estancia en la mayor de las Antillas.

De entre los muchos ejemplos que demuestran el cariño del pueblo cubano por Federico sólo citaremos uno, quizá el más significativo por la carga simbólica que tiene: en 1962, el antiguo Teatro Tacón, posteriormente Nacional, fue nacionalizado por el Gobierno surgido de la Revolución como Gran Teatro de La Habana y se le dio el nombre de García Lorca a su sala más importante. En la actualidad es la sede del Ballet Nacional de Cuba, Institución señera de la cultura cubana, dirigida por la gran bailarina Alicia Alonso.

Como dijo una vez el poeta: “Cuba es un paraíso. Si me pierdo, que me busquen en Cuba o Andalucía...”.
Y como le parodió Lino Novás  “Cada cubano tiene su Lorca”.

La palabra hablada y escrita

En la antigua Roma, atrio era un espacio abierto en sus míticas casas cercado de pórticos y destinado a reuniones familiares y a los huéspedes. En las iglesias romanas, atrio se describía en un patio amplio que miraba al exterior. Atrio son los extensos corredores al aire libre que se disipan a la majestuosidad de muchos templos y palacios en la fisonomía de las grandes ciudades de este mundo.

Y eso es @trio press, un espacio permanentemente abierto a los acontecimientos que han rodeado y rodean la vida. @trio Press (ATP Foro de Noticias) es una ventana a la actualidad en todos los horizontes del quehacer humano, y que dibujaremos con la imagen, el sonido y la palabra hablada y escrita.

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En honor a esa pauta primera del derecho al foro y a la opinión sale @trio press. Como un foro público, un espacio para difundir actualidades. Vamos a contar la historia que vivimos a partir del testimonio que es uno mismo. Queremos, sobre todas las cosas, encontrar los protagonistas del pasado y del presente del derrotero que es la vida.

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