01 diciembre, 2016

LA MÚSICA DIVINA DE FLORES CHAVIANO Y JOSÉ MARÍA GARCÍA LABORDA, ABRENEL CAMINO A LA NAVIDAD EN MADRID

🎶🎶UN CONCIERTO HOMENAJE A LLENO TOTAL🎶🎶

▪️Excelente estreno de "La ciudad de los sueños", la más reciente obra de Chaviano, que Flores define como "un canto a las ciudades que todos llevamos dentro". 
▪️Caibarién, su ciudad nativa cubana, esta noche estuvo en sus 
recuerdos.

Crónica de una noche que brilló por partida doble. El coordinado cuerpo de danza del Instituto Alicia Alonso de la Universidad Rey Juan Carlos orientados en una coreografía participativa de Gloria García Arambarry y las recitaciones fluidas de Marifé Santiago.

ENTRE continuas ovaciones y los acordes exquisitos de piezas de su repertorio más selecto, la música del maestro cubano-español de la guitarra, abrió esta noche el camino al navideño mes de diciembre de Madrid.

La ciudad tributó esta noche un homenaje compartido a la música del compositor y director de orquesta Flores Chaviano Jimenez y junto a él, a la obra de José María García Laborda, compositor, musicólogo y profesor de la Universidad de Salamanca, los dos, figuras destacadas que este noviembre merecieron también la placa de la Sociedad General de Autores y Editores de España (SGAE) por sus vidas consagradas a la música.

DERECHA: El maestro Flores Chaviano Jimenez (Caibarién, Cuba, 1946) que reside en España desde 1981, es una de las grandes figuras de la guitarra contemporánea. Tanto como intérprete como compositor, sus trabajos artísticos han sido muy reconocidos por la crítica especializada y hoy en día está considerado uno de los más importantes creadores cubanos y de España.
                                  — 🎶🎶🎶—
IZQUIERDA: José María García Laborda(León, España, 1946), es un laureado compositor, musicólogo y profesor de la Universidad de Salamanca. Ganador del premio de investigación humanística 2013 concedido por la Sociedad Menéndez Pelayo. Es compositor de más de 100 obras de todos los géneros y estilos que han recorrido escenarios de todo el mundo.

El programa en la Sala Manuel de Falla del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid forma parte del Festival de Música Contemporánea de Madrid (COMA'16).

El programa fue armonizado con los bailes de un coordinado cuerpo de danza del Instituto Alicia Alonso de la Universidad Rey Juan Carlos orientados en una coreografía participativa de Gloria García Arambarry y las recitaciones fluidas de Marifé Santiago. 

El Conservatorio madrileño de la Música, tuvo su minuto de exclusividad con el proyecto "neSg" (Nuevo Ensemble de Segovia) los otros invitados de la noche, y que a las órdenes de Chema García hicieron una interpretación maravillosa en el estreno absoluto de "Reminiscencias", de García Laborda y "La ciudad de los sueños", de Flores Chaviano, que el propio autor define como "un canto a las ciudades que todos llevamos dentro". Caibarién, su ciudad nativa cubana, esta noche estuvo entre sus recuerdos.

Flores Chaviano junto a Nuevo Ensamble de Segovia, que esta noche hizo en Madrid un magistral estreno de su última obra: "La ciudad de los sueños".

El concierto de hoy en Madrid sigue a una serie de homenajes a Flores Chaviano que comenzaron el 23 de Noviembre, cuando la SGAE congratuló la obra de toda una vida, de Chaviano y otros destacados compositores españoles: Xavier Benguerel, Joan Guinjoan, Rafael Beltrán Moner y José María García Laborda.

Noche de homenaje a Flores Chaviano y José María García Laborda.

En el año de su 70 aniversario, Flores Chaviano ha merecido la alta estima  de las principales instituciones de la música por ser "un autor con una larga y reseñable trayectoria profesional vinculada a la composición de música sinfónica....", suscribió un comunicado de la SGAE.

La música de Chaviano y Laborda mueve un mundo. Hicieron  maravillas cuando armonizaron sus acordes con los bailes de del coordinado cuerpo de danza del instituto Alicia Alonso de la Universidad Rey Juan Carlos.

El recital de hoy con su música, puede calificarse de excelencia interpretativa por Nuevo Ensamble. Hicieron derroche bueno con las obras de Chaviano y Laborda, los dos grandes homenajeados de la noche. 

Con Flores Chaviano me unen fuertes lazos, porque además de cultivar una sólida amistad, los dos nacimos en el mismo pueblo cubano, un rincón maravilloso junto al mar: Caibarién. 
El maestro reside en España desde 1981 y es hoy una de las grandes figuras de la guitarra contemporánea. Esta noche, una vez más, Madrid se rindió a su música y Flores abrió el camino a diciembre y al cierre de un año maravilloso.
Justo homenaje!! 🎶🎶

29 noviembre, 2016

La vida breve de Reynaldo Arenas

De vivir, Reynaldo Arenas tendría hoy 73 años. La vida fue ingrata con este escritor cubano. Se le volvió un calvario cuando quiso escribir lo que sentía y Reynaldo, perseguido y obstinado, acabó en el exilio.

Con la carga de penas y frustraciones que llevaba dentro, Reynaldo Arenas acabó su existencia breve suicidándose.  El cine español lo inmortalizó con "Antes que anochezca", la narración fílmica del calvario que fue su vida. "Antes que anochezca" es la historia cruenta que llevó y que comenzó a escribir en el habanero Parque Lenin. "Antes que anochezca", porque todo lo que hizo, Reynaldo lo escribió antes de que anocheciera, ya que no había luz, ni en su alma ni en sus días. Su vida mas cruel fluye en la alcantarilla donde se refugiaba en los suburbios de La Habana.

 José Abreu Felippe nos ofrece un acercamiento a su vida con esta crónica que escribió para El Nuevo Herald de Miami. Esta es la historia breve de Reynaldo (como le gustaba que escribieran su nombre -según su amigo Guillermo Cabrera Infante- y al acortarlo la amistad lo convertía en rey). 
                     ▪️ Jesús Díaz Loyola.


El 16 de julio, Reynaldo Arenas hubiera cumplido 73 años. En la actualidad, muchas personas a esa edad se mantienen sanas y vitales. El escritor cubano no tuvo esa dicha, muy enfermo se suicidó el 7 de diciembre de 1990, a los 47 años. Había llegado al exilio a través del éxodo del Mariel en 1980, cuando más de 125 mil cubanos arribaron a las costas de la Florida tras los sucesos de la embajada de Perú en La Habana. Solamente 10 años, de 1980 a 1990, tuvo Reynaldo para vivir la libertad alcanzada. En ese lapso, a pesar de las dificultades que tuvo con su estatus migratorio, pudo viajar, algo con lo que siempre soñó, por varios países de América Latina y por Europa, principalmente España y Francia, donde compartió con entrañables amigos como Jorge y Margarita Camacho, que lo apoyaron –y ayudaron hasta el final– desde que lo conocieron en La Habana en 1967 durante el famoso Salón de Mayo.

En Cuba, Reynaldo sólo pudo publicar Celestino antes del alba (1967), dos o tres cuentos en alguna revista literaria, y unas pocas reseñas y comentarios. También dio una única conferencia en la Universidad de La Habana, junto a otros dos escritores, sobre Martí. Su ponencia fue la más brillante. En ella establecía un paralelismo entre la vida y la poesía del Apóstol de Cuba y Rimbaud. Su primera novela había ganado mención en el concurso UNEAC. El premio ese año fue para Vivir en Candonga, de Ezequiel Vieta, novela y autor que ya nadie recuerda hoy. Su segunda novela, El mundo alucinante, inspirada en la vida de Fray Servando Teresa de Mier, también ganó mención pero nunca se editó. Yo vi la portada que Reynaldo conservaba. Parece que en un principio
pensaban publicarla pero después se arrepintieron y, como pasó con muchos otros libros, la hicieron pulpa. Se comentaba entonces que Alejo Carpentier no pudo soportar que un personaje de la novela, un monje, estuviera escribiendo una novela titulada El saco de las losas.

Reynaldo sacó clandestinamente El mundo alucinante y en 1968 se publicó en Francia ganando el premio a la mejor novela extranjera. Eso no hizo más que empeorar las cosas. La UNEAC tenía ya en su poder El palacio de las blanquísimas mofetas, la segunda novela de lo que años después se conocería como su pentagonía. Tampoco la publicaron. En realidad no le publicaron nada más. Pero eso no amilanó al escritor, que cada día escribía más. El problema para él era ahora dónde guardar, esconder, tal volumen de papeles. En esos años setenta escribió, aparte de lo mencionado, El central, Arturo, la estrella más brillante, Morir en junio y con la lengua afuera, Que trine Eva, El asalto, Otra vez el mar, amén de cuentos y poemas –entre ellos Cien sonetos infernales, de los cuales, lamentablemente, se conservan muy pocos– y fundó en el Parque Lenin una revista literaria, Ah la marea.

La búsqueda desenfrenada por parte de la policía del manuscrito de Otra vez el mar es uno de los hechos más vergonzosos en la historia de la literatura cubana. Sus amigos fueron acosados con saña. Al final la policía se hizo con el manuscrito, lo que obligó al autor a reescribirlo. Todo un gobierno, todo el poder de un estado policiaco contra un escritor y una novela. Después de un suceso en una playa con unos jóvenes, la policía lo detiene, Reynaldo logra fugarse lanzándose al mar. Nada varios kilómetros hasta su cuarto –ya la policía había estado allí, lo habían revuelto todo, revisaron hasta debajo de las tejas– y huye. 

Ahí comienza una cacería nacional por parte de policía. Lo que Reynaldo vive en esos días lo ha narrado en su autobiografía Antes que anochezca, que comenzó a escribir en el Parque Lenin, y que se llama así porque, precisamente, tenía que escribir antes de que anocheciera, ya que no había luz, desde luego, en la alcantarilla donde se refugiaba cerca de una presa en dicho lugar.






01 noviembre, 2016

REYNALDO MIRAVALLES: SU VIDA FUE UN HALO DE GLORIA INFINITA

«Este país me recuerda, y cada vez que vengo aquí soy feliz. Dondequiera que viva, esta es mi patria.»

EL HOMBRE ALTO DEL SOMBRERO ALÓN 
Y SU HALO DE GLORIA INFINITA

Reynaldo Miravalles: “Mi gran felicidad ha sido siempre dedicarme a lo que más me satisface: ser actor”. 

🅿️OR eso sonreía tanto, y por eso su vida fue un halo de gloria infinita. Ahora que se fue, Reynaldo Miravalles nos deja a todos los que conocimos sus valores de artista y de persona, con esa carcajada plena que protagonizó y le caracterizó toda la vida.

Por eso, 'Melesio Capote' o 'Cheito León' y una infinidad de personajes que se fueron ayer con él, nos deja sobrados motivos para quererle por siempre. 

Su último gran trabajo, cuando ya era un nonagenario, se lo trajo, luego de casi 20 años sin filmar en Cuba, el director Gerardo Chijona. Puso en sus manos un guión escrito por Eduardo Eimil, basado en la novela homónima de Eliseo Alberto (Lichi) Diego: "Esther en alguna parte". Y Reynaldo Miravalles lo hizo con la gracia y el esplendor de los 20 años. 

Una vez le preguntaron: ¿cómo le gustaría ser recordado cuando no exista? Y sin mayores concepciones demostró la sencillez humana que ocultaba su grandeza: 

—Como quieran. Que digan lo que consideren de mí. Pero más nada. Eso no tiene importancia. Después que me muera, ¡se acabó la ola! ¡Já, já, já!

Había nacido en El Callejón del Chorro, en la Plaza de la Catedral. En la misma Habana. 

La primera vez que volvió a la isla tras 16 años de ausencia, pasó lo que el mismo Miravalles le contó a Carlos Eduardo Maristany Castro.

—Yo fui a decirle a la gente que yo había nacido ahí. Y se me aparecieron más de 60 personas a preguntarme, a hacer chistes conmigo. Yo hice chistes con ellos. Este país (Cuba) me recuerda. Simplemente me siento un hombre feliz porque el trabajo que yo hice la gente lo reconoce, y la amistad que la gente me brinda me alegra. Y no ha sido una sola vez. Me aplauden con afecto. Cada vez que vengo aquí soy feliz. Esta es mi patria. Dondequiera que viva, esta es mi patria. 

Antes de salir de Cuba, Reynaldo Miravalles dejó la efervescencia de una controvertida película: "Alicia en el pueblo de Maravillas" (1991). A ese filme, le siguieron "Mascaró" (1992) y "Quiéreme y verás" (1993). 

Volvió a rodar tras 19 años "Esther en alguna parte" (2013) que es también un poco el reflejo de su vida.

—No he hecho en 19 años películas en Cuba porque no vivo en Cuba. Vivo en otro país. Amo a Cuba, pero vivo en otro país (Estados Unidos), por necesidad que tengo, y porque tengo otra forma de vivir. 

EN CUBA 

—Es un placer para mí y un placer para los que trabajan aquí. Cuando yo me encuentro con mis compañeros es como si antes me hubiese encontrado con ellos antier o ayer, porque jamás he tenido conflicto con nadie. ¡Jamás!

SU LEGADO  

En sus comienzos, en La Habana de los 40, el joven Reynaldo irrumpió en el mundo del espectáculo interpretando al personaje de Leoncio Garrotín y Rompecocos. 

De su carrera artística se sabe que en el año 1944 hizo su primera actuación en la radioemisora La voz de los Ómnibus Aliados. A partir de ahí, trabajó en casi todas las emisoras de radio de La Habana.

Su debut en la televisión fue en 1952, y ese mismo año recibió el premio del actor más destacado. Participó ocasionalmente en el programa de Radio Progreso “Alegrías de Sobremesa” y junto a Edwin Fernández figuró en un programa de TV que hizo época en Cuba: “Si no fuera por Mamá”. 

Al morir ayer, convaleciente en La Habana, estaba considerado uno de los mejores actores cubanos de todos los tiempos. 

Su vida lega actuaciones en mas de 30 largometrajes, entre los que destacan filmes finalistas a la Palma de Oro en el Festival de Cannes ("Tiempo de morir", "Los sobrevivientes") y las películas nominadas al Oscar ("Alsino y el Condor").

A finales de 2007 participó en el largometraje "Cercanía", que trata sobre la relación de un padre con su hijo, la lucha por la supervivencia de los exiliados cubanos y los eternos y universales sobresaltos del amor. De cierto modo, espejo de una etapa de su vida. 

Cada vez que le preguntaban ¿cómo lleva a Cuba en el corazón?, Miravalles respondía: 

—Cuba es mi Patria.

Ayer la dejó para siempre. 

21 octubre, 2016

LA NOCHE MADRILEÑA DE CHAVIANO, INSAUSTI Y VÁZQUEZ

Crónica del maestro y sus discípulos 
      De izquierda a derecha: Insausti, Flores y Vázquez.

Era un auditorio reducido pero inmenso, donde se entrecruzaron virtuosismo, genio y simpatía para entender mejor la música contemporánea y la guitarra en toda su expresión. 

Sala Manuel de Falla (SGAE-Madrid)

“El toque clave”, así definiría yo todo lo que pasó la noche de este jueves en el concierto "La música didáctica para guitarra" en la Sala Manuel de Falla de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) en Madrid y que agotó obras del maestro Flores Chaviano Jimenez en la interpretación magistral de dos jóvenes talentos: Unai Insausti Eguia y Tomás Vázquez.

El toque clave o "Toque de clave", la pieza numero 15 de un programa que resumió en dos partes los dos álbumes esenciales del libro con la música de Chaviano que bajo la rúbrica de la Editorial EMEC es fuente pedagógica y de formación para la nueva generación de guitarristas españoles. 

Flores Chaviano Jimenez, un cubano de Caibarién que se asentó en Madrid desde 1981, lleva muchos años, toda una vida, consagrado al estudio de las seis cuerdas, la composición y la interpretación; y esta noche vivió la satisfacción que más disfruta con la pasión de su vida: ver a sus discípulos haciendo gala del sueño más preciado  de todo artista, la ejecución a plenitud de su arte. Y eso pasó en la SGAE con la música didáctica de Flores Chaviano en una jornada plena de ejecuciones impresionantes y precisas. 

Por eso, cada vez que interviene en un concierto, para Chaviano no hay mejor manera de asumirlo que incorporando en sus programas a exponentes que a lo largo de su vida han bebido en la fuente de aprendizaje que es su música. Y por eso el jueves por la noche hicieron gala en la Sala Manuel de Falla, con su maestría naciente y su talento, Unai Insausti y Tomás Vázquez, dos jóvenes expresiones de la nueva generación que ya comienzan a ser influyentes en el mundo de la guitarra porque ya pisan los tablones de los escenarios.
      EL HIJO DE MURCIA

Tomás Vázquez, nació en Murcia en 1995 y actualmente estudia en el Real Conservatorio de Música de Madrid. Ha sido premiado en diversos concursos nacionales.

         DE SAN SEBASTIÁN LLEGÓ 

Unai Insausti, nacido en San Sebastián, País Vasco, se ha formado en Conservatorios de España, Alemania e Italia. Ha llevado su arte por Europa y Asia, y es ganador de importantes premios internacionales.

Y como decía, la última noche madrileña de Flores Chaviano, junto a los noveles Unai Insausti y Tomás Vázquez, fue ante un público reducido, pero selecto, porque allí había viejos músicos de la escuela de la guitarra que hicieron más especial una sala con un pasado lleno de historias y de música.  

lo por la belleza de los niños que fueron a ver al maestro y a los jóvenes talentos, y porque sueñan con la guitarra, fue una noche inmensa.
La sesión estuvo animada por los comentarios oportunos de Chaviano y la entrada en acción intercalada de las actuaciones de Insausti y Vázquez.

HASTA EL ÚLTIMO ALIENTO 

Cuando un guitarrista sale a concierto es porque va a dejarse su aliento. Y hasta el último aliento se aplicaron Unai Insausti y Tomás Vázquez, en un repertorio donde fue perceptible el tono sabroso del son, la danza o la habanera hasta acabar trasladando el furor caribeño de una cubanita, una guajira o el canto de un negro. Insausti y Vázquez, agotaron un programa de piezas breves en un viaje por la guitarrística contemporánea de Flores Chaviano.

Vestidos todos de traje, hicieron un concierto de poco más de una hora, en el que predominó la ejecución magistral de las cuerdas provocando una percepción de efectos auditivos interactuando entre la guitarra y el público. Sus guitarras sonaron y por algún instante nos trasladaron a la Cuba del Caribe, la tierra ancestral de Chaviano. Escuchando cualquiera de las piezas del repertorio, la sensación fue de una transgresión musical que no permitía quitar ojos del escenario, mientras Unai Insausti y Tomás Vázquez, estuvieron luciéndose con la obra de Chaviano.

Fue singular el cierre del concierto con la grafía contemporánea que demostró Tomas Vázquez en toques de madera sobre el cuerpo incautó de su guitarra. 

Objetivo cumplido para Chaviano y la Sociedad General de Autores, anfitriona de la noche de la hora didáctica del maestro. Y vendrán otras, en que otra vez Chaviano y, tal vez, Unai Insausti y Tomás Vázquez, vuelvan a explayar su angelical pasión sobre el instrumento de las seis cuerdas. 

Recogí algunas opiniones en una noche en que dominó la guitarra en Madrid, mientras fuimos testigos de una actuación selecta y exquisita.

Jesús, un viejo guitarrista de escuela y de estirpe, le dijo a Chaviano desde el público: "Es de esos conciertos que te hace sentir privilegiado, es tu música Chaviano que nunca muere".

"No hace falta ser guitarrista para comprender que oyendo tocar a Unai Insausti y Tomás Vázquez, es como un alimento espiritual al alma.", dijo un viejo paisano de Cárdenas que trajo a Cuba en el corazón. 

Y yo, una vez más, me congratulo con una noche mágica entre el maestro y los benjamines, que nos regalaron un maravilloso concierto, demostrando que un gran músico destaca al margen de sus ejecuciones, por su composición exquisita. 


Tres palabras quedan, pues tras el concierto del jueves con la obra de Flores Chaviano: humildad, talento y disciplina. Eso nos tributaron y por eso ha de elogiarse. 

Unai Insausti y Tomás Vázquez, dieron gusto y encanto a la noche. A salón lleno o no, la Sala Manuel de Falla de la SGAE, brilló una vez más.  
Anoche, además de tocar, se hizo música. Una noche de sorpresa, minuto a minuto, que fue homenaje al homenaje: un recorrido por un capítulo breve de la carrera del gran Flores Chaviano.

Gracias, Flores, Unai y Tomás, porque anoche, sobre todo, nos regalasteis virtuosismo, genio y simpatía para entender mejor la música contemporánea y la guitarra en toda su expresión.

20 octubre, 2016

LA TRILOGÍA DEL MAESTRO Y SUS DISCÍPULOS

FLORES CHAVIANO 

EN LA PERSPECTIVA 

DEL TALENTO DE UNAI INSAUSTI Y TOMÁS VÁZQUEZ



Después del rotundo éxito de la "Suite de canciones asturianas" de Flores Chaviano en la clausura del Festival de Música Española de León, la semana pasada, el maestro cubano-español retorna hoy a los escenarios madrileños para presentar el concierto "La música didáctica para guitarra"  con obras de su autoría que ejecutarán los noveles músicos Unai Insausti y Tomás Vázquez. 


Será en la Sala Manuel de Falla de la Sociedad General de Autores (SGAE), en la calle de Fernando VI en una velada con entrada libre convocada para las siete de la tarde de este jueves.


Chaviano abrirá la función con sus comentarios certeros alrededor de más de 15 piezas de su repertorio que se encargarán de aplicar Vázquez e Insausti. 


Tomás Vázquez escribió en su muro de Facebook que "tocaré piezas de Flores Chaviano Jimenez junto con Unai Insausti Eguia". "Va a ser un concierto muy curioso", auguró Vázquez.


La función comprenderá de dos partes. Un primer tiempo dedicado al Álbum de 15 piezas breves (Editorial EMEC Madrid), que comprende:


1-ARTICULACIONES

2-CANTABILE

3-NAVIDAD

4-SON Nº 1

5-SON Nº3

6-DANZA Nº 1

7-HABANERA

8-BARTOKIANA

9-CUBANITA

10-QUASI UNA CANCIÓN

11-SON Nº 2

12-CANCION SIMPLE

13-CANTO NEGRO

14-GUAJIRA

15-TOQUE DE CLAVE


El álbum Nº2 agotará cinco estudios de grafía contemporánea. 


El maestro Flores Chaviano Jimenez (Caibarién, Cuba, 1946) que reside en España desde 1981, es una de las grandes figuras de la guitarra contemporánea. Tanto como intérprete como compositor, sus trabajos artísticos han sido muy reconocidos por la crítica especializada en todo el mundo y hoy en día está considerado uno de los más importantes creadores cubanos y de España.

 

29 septiembre, 2016

MANOLÍN ÁLVAREZ: ¡125 AÑOS!

HOY, 29 de septiembre, se cumplen 125  años del nacimiento de Manolín Álvarez, el asturiano que introdujo la radio en Cuba. Su nombre es Manuel Antonio Álvarez y Álvarez, y vio la luz primera el 29 de septiembre de 1891, en la aldea de Santiago de Ambás (Carreño). A este hombre se debe, en gran medida, la introducción y expansión de la radio en la isla. A él y no otro, la radio cubana y en buena parte de Centroamérica, le debe la pujanza y el ímpetu de haber conquistado el éter cuando no existía emisora alguna.


El asturiano Manolín en  su primera estación,
la 6EV, en Céspedes 7, Caibarién, Villa Clara, Cuba.



Jesús Díaz Loyola

Fotos: Archivo del autor


El Padre de la 
Radio en Cuba

SU nombre es Manuel, para Cuba Manolín Álvarez, mi amigo y gran consejero vocacional, el maestro de la radio. Se cumplen 125 años de su natalacio, y me vuelvo a regocijar con su obra, porque la radio cubana, su radio, le debe mucho a este hombre extraordinario. 

Su paternidad sobre la radio fue ninguneada por mucho tiempo en la isla que lo acogió en 1905 y donde hizo gloria en las ondas. No fue hasta 1982, cuando ya ciego y sembrado en su vejez, el oficial Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) reivindicó en Álvarez el mérito de padre indiscutible de la radio.

En Céspedes, 7, donde tuvo su primera residencia y estación cubanas, el propio Manolín develó la tarja que por fin hizo justicia: “Desde este lugar trasmitió en 1917 Manolín Álvarez las primeras señales de radio de Cuba. Caibarién. Instituto Cubano de Radio y Televisión. 10 de Octubre de 1982”.

Ya nadie niega en Cuba que mil novecientos diecisiete fue el año de los grandes emprendimientos por la radio. Y ese año, y muchos otros, hay que agradecerlos a la figura de Manolín, que se fue a La Habana un día en  los albores del siglo veinte y no volvió nunca.

Un lustro faltaba para que su vida llegara al centenario: ¡el Siglo!, cuando Manuel Antonio Álvarez Álvarez (Santiago de Ambás, 1891- Caibarién, 1986),  quebró su vida en Caibarién, mi pueblo cubano junto al mar, adonde llegó con 14 años y se sembró para siempre.

Yo no tenía veinte años cuando comenzaba mis andaduras por el periodismo, y tuve la suerte fortuita de conocer a Manolín,  el maestro y padre de la radio cubana.

Hoy, como siempre hacíamos cada vez que lo visitaba en su casa de Caibarién, me vuelvo a sentar junto al amigo Manuel en los sillones de mimbre de su salón, siempre junto a Olimpia Casado Mena (La Habana, 1898-Caibarién, 1985) la cubana que le acompañó toda la vida, y que fue también la primera mujer operadora de radio en Cuba.

Al llegar a La Habana de 1905, Manolín  vivió en Tiscornia la cruenta página de la leyenda negra de la inmigración. Después, a lo largo del camino toreó el chantaje y las incomprensiones de petulantes cuando pretendió enseñar la radio como un invento humano, "lo mas humano que se ha hecho", me decía siempre. Manolín  Álvarez pasó amarguras de todo tipo en el gran ruedo de la vida que le tocó.

En 1917 transmitió las primeras señales y en 1920 ya estaba en posesión de la primera estación de radiotelefonía de Cuba: la 6EV desde  Caibarién, a la que luego sucedieron la 6LO y la CMHD, sin contar los lugares adonde llegó su impronta de genuino forjador de las ondas.

Ahora lo voy a recordar  en sus años más vitales, porque  la muerte  no se lleva a un amigo, sino que lo guarda y lo retiene en sus años más adorables como los días en que él me contaba su historia y yo  lo escuchaba todo entusiasmado.

Caibarién
“El año 1920 será recordado
por las numerosas transmisiones
 de telefonía sin  hilos
que difundían informaciones
y programas de entretenimiento
 con el mismo espíritu
que tiene hoy la radiodifusión”.

Guillermo Marconi (BBC, 1944)

Verano de 1920

FRAGMENTO

Como empecé en la radio                                               Manolín Álvarez.

...¡Era una voz humana! ¡Alguien hablaba!
¡Después leía! ¡Y hasta se escuchó una música!...

Llevábamos varios días sin pegar ojos en espera del momento que iba a poner a prueba todo el esfuerzo de varios años cuando en el verano de mil novecientos veinte, en el número siete de la calle de Céspedes, en la ciudad portuaria de Caibarién, nació la radio en Cuba.
El tándem de radiofonistas lo formábamos un grupo de jóvenes, a quienes  nos movía una obsesiva pasión por comunicar. El equipo era sólido y agrupaba hombres claves en materia de tecnología, redacción y creación artística, nombres que después fueron figuras en la radio.
Lo primero que hicimos fue instalar una antena en un punto alto de la ciudad, y el mejor emplazamiento estaba en el Cuerpo local de Bomberos. En pocos días teníamos dispuesto un pedestal de cien pies de altura para trasladar la señal mediante ondas eléctricas al mayor radio de distancia posible.
Aquellos días, mi casa que estaba próxima al puerto, era un centro permanente de operaciones radiofónicas por todo el caudal de equipos que había allí montado. Nada más entrar en ella resaltaba su sala inmensa, compartida en departamentos, donde estaba el grueso de los aparatos y una mesa de transmisión.
Después de mi paso por el comercio y la navegación, estaba instalado en Céspedes. Aquella casa era modesta con vistoso portal como muchas de las viviendas típicas que daban vida a la ciudad junto al mar; el suelo deslumbraba por los mosaicos estampados del tiempo español, y su altura favorecía la acústica.
Varias almas de Dios habían pasado ya sus vidas por la casa de Céspedes, pero el embrión de la radio estaba allí para comenzar a ser testigo veraz de los momentos míticos de la radiodifusión en Cuba, las Antillas y el Caribe.
En dirección norte, resaltaba el puerto; más al centro atraían la imagen imponente de la institución Hispano-Cubana de Cultura y la Sociedad Liceo; y bordeando todo el litoral estaban los barrios de las familias más adineradas.
En las tardes de la Villa, el aire fresco agradecido de la bahía corría por entre la casa levantando las cortinas de puertas y ventanas.
El día del verano inaugural, una multitud improvisada comenzó a formarse en torno a la naciente estación radiodifusora, y en cuestión de dos o tres horas, la aglomeración de público abarrotaba todos los rincones de Céspedes. Podría decirse que todo Caibarién estaba volcado al acontecimiento: políticos, intelectuales, hombres, mujeres y niños. Todo el pueblo estaba allí.
En pleno vestíbulo de la casa-planta, todo el mundo mostraba elegancia: las mujeres hechas un encanto con sus vestidos largos, trajes a tono y sus peinados imponentes; los colegas del gremio, igualmente deslumbraban con sus portes. A media mañana, mi casa era un ajetreo entre la amplia concurrencia y el ruido de los aparatos que se alistaban.
Uno de los primeros  en llegar fue el Alcalde Municipal, el liberal Francisco Bolaños Santiago. Saludó y en gesto sólido exclamó: ¡Gracias Manolín! ¡Enhorabuena y bienvenida la radio al pueblo!
Además de Feliciano Reinoso, Bernardo G. de Santamarina y el doctor José Cabrera Saavedra, fueron también partícipes Lorenzo Martín y Miguel Baláis, y muchos otros, todos hombres del pueblo convertidos después en artífices de las ondas desde sus cometidos cotidianos.
El tío Constantino, con quien comencé mis andaduras cubanas, tampoco faltó aquel día.
-¡Vuelves a ser Manuel Álvarez! –dijo nada más verme.
-¡Cuánto he tenido que pasar!
-Ya no soy el ayudante de La Covadonga ni el maquinista de la Casa López.
-¡Eres tú, Manuel, orgullo de los Álvarez de Ambás y de todo Carreño! 
-Toda mi elocuencia te la agradezco a ti.
En el fondo, Constantino manifestaba el placer de padre adoptivo al ver que un fruto de su sangre iniciaba una carrera que él y yo vaticinábamos como brillante. En ese instante lo sentí como mi padre. Su cuidada educación a lo largo de los años en que acabé de estirar el cuerpo, ahora nos premiaba a los dos.
Era un día excepcional de mi vida, en el que tampoco faltó el Vice Cónsul de España en Caibarién, Celestino Amat, quien se congratuló con el acontecimiento salido de las manos de un español.
Por primera vez llevábamos la palabra hablada a los hogares del pueblo. Todavía no la llamábamos 6EV, pero era mi primera emisora real, la primera en toda de Cuba.
Como la fachada miraba en dirección Este, el sol de levante delataba todo el esplendor de una jornada histórica.
FOTO: En el crepúsculo de su vida, Manolín muestra el hórreo de plata que le obsequió el Ayuntamiento de Carreño, como recuerdo de su tierra asturiana que no volvió a hacer nunca.

Listos los equipos, pronuncié las primeras palabras frente a un armatoste de micrófono conectado a una vitrola.
Hola, hola, me escucháis bien por ahí…
Feliciano, que era como un edecán en aquellos comienzos, estaba situado en su casa de Maceo, a varias calles de Céspedes, pero los dos intentábamos comunicarnos mediante receptores muy rudimentarios.
Con aquel saludo, aquel ¡Hola! espontáneo, mi voz llegó clara y nítida. Comprobé varias veces para asegurarme el estado de los equipos, posiciones y ajustes. Y lancé entonces un mensaje más definido. Ofrecí los buenos días al aire y me identifiqué:
¡Manuel Álvarez, desde Caibarién, Cuba!
Lo volví a decir:
¡Manuel Álvarez, desde Caibarién, Cuba!
Risas y aplausos de todos los presentes y curiosos espontáneos daban crédito a lo que oían. La voz había llegado con total nitidez y así comenzábamos a vivir el esplendor de la radio de los veinte.
¡Ahora sí, señores! ¡Nació la radio!
Aquellas primeras palabras llegaron al espacio como arte de magia, desde mi propia casa. Los rostros impávidos acuñaban el hecho, pero ninguno allí dábamos crédito a lo que oíamos. Todos estábamos sorprendidos. Mi voz sonaba extraña y hasta tuve la sensación de una voz latosa, como suenan en las míticas placas shellac que entonces se escuchaban por los fonógrafos.
La radio se pasó el día repitiendo el mismo mensaje: “Esta es la estación de Manuel Álvarez, transmitiendo desde Caibarién, Cuba”. Y dije más: “Estamos en la banda de doscientos veinticinco metros con potencia de veinte watts. Esto es la radio, escúchennos…”.
Poco a poco, el estado emocional se fue generalizando por todo el pueblo a medida que los primeros radioescuchas de las ondas daban fe de lo que captaban las pocas radios de galena improvisadas por la ciudad. Entre la concurrencia en el escenario de la transmisión, los más sorprendidos eran las autoridades locales y representantes de la prensa y la cultura.
Una tormenta intermitente de los flashes de los fotógrafos, captaron el acontecimiento para la historia. Me fotografiaban junto a los aparatos y preguntaban el por qué de la radio. Todavía no caía en la cuenta del éxito que comenzaba a ser el invento de Marconi. Después, las crónicas daban crédito del interés público y social de la radio.
La recepción en la casa-estación  la facilitaba un aparato radiorreceptor. Feliciano Reinoso, que además era activo hombre de prensa de la época, salió de su casa como un bólido, pero otros siguieron pegados a su aparato durante todo aquel célebre día.
Al filo del mediodía, la sede de la estación era de una concurrencia total.
-¡Manuel!, ¡Manuel! –la voz de Reinoso retumbó por entre la multitud aglomerada en el portal.
        -¿Qué pasa? ¿Se oye? –le pregunté con asombro.
            -¡Se oye, y muy bien!
            -¿Qué dicen en la calle?
       -¡Que es un éxito, Manuel! ¡Un éxito! –acuñó.
            -¿Le escuchasteis bien?
            -Con total nitidez –aseguró.
De entre hombres y mujeres que no paraban de desfilar, se oía todo tipo de comentarios y las miradas se volvían cada vez más atónitas.
-Tu voz sonaba amable y sencilla –calificaba una madre mi timbre relamido cuando apenas contaba veintinueve años.
-¡Lo has conseguido, Manuel!
            Ese día exclamaron de todo: ¡Te felicito! ¡Es espléndido! ¡Espectacular! ¡A ver que dura!
            Tenía la sensación de estar viviendo la emoción de un campeón en un baño de multitudes.

            En medio del tumulto inagotable de gente, apareció entonces Bernardo G. Santamarina, quien desde su puesto de editor del El Comercio, era también voz reconocida en los periódicos. El Comercio atesoraba casi veinte años de vida desde que inició sus tiradas en mil novecientos dos; Santamarina comenzaba a ser un hombre entrado en años porque se veía encanecido y rechoncho.
-¿Y qué tal, Santamarina? ¿Cómo lo ha visto usted? –le pregunté con sorpresa.
-¡Es genial lo que se oye, una maravilla de invento...! –se deshizo en elogios.
-¿Acompañó el tiempo? –indagué.
-Sólo un poco de viento del norte al principio, pero después, todo fue más diáfano y la recepción de la señal muy clara. ¡Se oían hasta las moscas, Manuel!
¡Jo’! solo exclamaba ¡Jo! 
Santamarina era un fumador empedernido. Ese día no dejaba de soltar bocanadas de humo, una tras otra, desde su inseparable cachimba y su bolsita de tabaco criollo. Las cosas que decía incentivaban mis ansias por la radio.
-¡Has encontrado la inmortalidad, Manuel!
Fue tanta la expectación, que hubo momentos en que todos soltábamos lo que teníamos en mano y levantábamos los brazos en señal de alegría. Unos a otros nos tendíamos las manos. Nos apretábamos los puños, saltábamos y expresábamos frases de satisfacción por el triunfo de las ondas: ¡Hurraaa! ¡Qué bien! ¡Lo conseguimos!
Los asistentes aclamaban el éxito alegrándose por lo que oían. Ni los más incrédulos evitaban en las calles sus elogios.

Tan perfectamente fue el lanzamiento de las primeras señales que no hubo interferencia alguna. Los mensajes emitidos desde Caibarién volaron a la velocidad de la luz como lo hizo valer Marconi en su día. Los veinte vatios de lo que comenzaba a ser la primera estación radiodifusora cubana, superaron la prueba y todas las expectativas.
En realidad, todos nos sobrecogimos ese día, los que emitíamos y los  que recibían la señal, pero cuando en las jornadas siguientes saltó la música sobre el espacio alternando con los mensajes de voz, todo fue tranquilidad y sosiego en el arte de escuchar.
El estado de euforia era descomunal, y sentí una sensación de júbilo que jamás había vivido. Fue el primer baño de multitud de mi vida. Hasta altas horas de la madrugada fuimos unos locos obsesionados por el hecho consumado de la radio. Todo el mundo estuvo de fiesta. El alboroto entre el espectáculo que ofrecían aquella casa y los cafés de los alrededores, era de celebración total.
La élite de la prensa local se congratulaba a sí misma, los amigos y todo un pueblo se echaron a la calle. Cenamos con champán, y hasta hubo música y baile. Todos estuvimos festejando en un ambiente enloquecido.
Santamarina estrechó su mano con la mía, y tal vez me abría ganado su crónica del día. Cuando daba en la diana nunca ocultaba su sonrisa de satisfacción como buen buscador de la noticia. En toda la ciudad y sus alrededores no hubo acontecimiento con tanto revuelo desde su fundación en mil ochocientos treinta y dos como la llegada del invento de las ondas.
Esa noche me acordé de muchas cosas, sobre todo de cómo lo habrían vivido mis padres, que al partir en mil novecientos cinco, me dijeron que llevaba predestinado un futuro de éxito. Me parecía escuchar a mi padre, José: Llegarás lejos, Manuel. Ahora de seguro era tan suyo este triunfo, que se lo ofrecía desde lo más profundo de mi alma. Me acordé de muchos ese día, de mi madre, Victoria, que ya estaba con Dios, y de tanta gente que me ayudó en la vida.
Al anochecer y en las jornadas siguientes, los radiotelegrafistas de las embarcaciones que navegaban en las proximidades de la porción central de la Isla, en un radio de hasta cien millas náuticas que les retiraban hasta el Canal Viejo de Bahamas y el sur de Estados Unidos, dieron confirmación expresa de haber escuchado la señal de una radio desde Caibarién. En realidad, a los dos o tres días, ellos daban fe de lo escuchado: ¡Era una voz humana! ¡Alguien hablaba! ¡Después leía! ¡Y hasta se escuchó una música! En esos términos se expresaba una avalancha de mensajes recibidos después en Céspedes, siete. Esa noche dormí feliz.
Después de aquellos días, una programación experimental se dejó escuchar desde Caibarién en un amplio radio a la redonda por todas Las Antillas y el Caribe. Lo mismo se oía un paso doble, sonaba un vals y hasta los acordes de un danzón; a intervalos mi voz salía al aire dando las gracias y pidiendo que escribieran contando lo que oían desde Caibarién, Cuba:“Estamos en la banda de doscientos veinticinco metros con potencia de veinte watts. Esto es la radio, escúchennos…”.


Junto a estas líneas, la mítica 6EV, la primera estación de radio telefonía cubana, salida de las manos de un asturiano: Manuel Álvarez Álvarez, de Ambás, en Carreño (a la derecha)

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En mil novecientos noventa y uno, Manolín habría cumplido 100 años, ocasión en que el Ayuntamiento de Carreño le dedicó una placa en su memoria en la casa donde nació en Ambás, “como homenaje a uno de sus hijos más distinguidos y que llevó en su corazón y en las ondas, el título para él más amado de ser español y de su asturiana Ambás, en Carreño”.

La palabra hablada y escrita

En la antigua Roma, atrio era un espacio abierto en sus míticas casas cercado de pórticos y destinado a reuniones familiares y a los huéspedes. En las iglesias romanas, atrio se describía en un patio amplio que miraba al exterior. Atrio son los extensos corredores al aire libre que se disipan a la majestuosidad de muchos templos y palacios en la fisonomía de las grandes ciudades de este mundo.

Y eso es @trio press, un espacio permanentemente abierto a los acontecimientos que han rodeado y rodean la vida. @trio Press (ATP Foro de Noticias) es una ventana a la actualidad en todos los horizontes del quehacer humano, y que dibujaremos con la imagen, el sonido y la palabra hablada y escrita.

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El atrio triunfó en Roma tal como el ágora en Grecia como punto de encuentro y opinión tras la caída de la civilización micénica en el siglo VIII (Antes de Cristo). Hasta nuestros días, la más famosa, el Ágora de Atenas, es la única belleza arquitectónica de la Antigua Grecia que conserva, al menos, su techo original. Y allí, como marcándole el paso del tiempo está al aire libre el extenso corredor, el atrio, que se disipa al Ágora de Atenas.

En honor a esa pauta primera del derecho al foro y a la opinión sale @trio press. Como un foro público, un espacio para difundir actualidades. Vamos a contar la historia que vivimos a partir del testimonio que es uno mismo. Queremos, sobre todas las cosas, encontrar los protagonistas del pasado y del presente del derrotero que es la vida.

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