10 octubre, 2019

LA DEUDA DE CARREÑO CON "MANOLÍN" ÁLVAREZ, PADRE DE LA RADIO EN CUBA

El hijo pródigo de Santiago de Ambás
En 1917, transmitió las primeras señales de radio de Cuba; y murió en 1986 sembrado en la isla, sin que su vida tuviera el reconocimiento a las dimensiones y trascendencia de su gran obra en el Caribe: la invención de la radio. Cuba le reconoció su supremacía y Carreño le debe los honores de la tierra que no volvió a hacer nunca.
Sobre estas líneas, la ya mítica 6EV, primera emisora cubana de radio creada en 1920, gracias a la entereza de un asturiano, Manuel Antonio Alvarez Alvarez, un hijo de Santiago de Ambás, en Carreño.

Han pasado 128 años del nacimiento de un carreñense ilustre, Manuel Antonio Alvarez Alvarez, un emigrante adelantado de su tiempo, que llevaba en su equipaje el mayor tesoro de la comunicación social al Caribe: la radio. Toda su historia está contada en «Crónicas del Caribe», la vida de su aventura, su integración en Cuba y su gran invención: introducir la radio en Cuba.

Está en pie hace varios años, la propuesta de conceder a su obra un mérito post mortem en su tierra asturiana que le haga perdurar de por vida en el recuerdo de todos los carreñenses.

En abril de 2015, durante la presentación de mi libro "Crónicas del Caribe" en Asturias,  hice la sugerencia de "Que un lugar de Carreño le haga perdurar con su nombre y le recuerden toda la vida", lo que el Consistorio entonces valoró de "excelente propuesta a la memoria y el recuerdo de este hijo ilustre" de Carreño. La propuesta sigue en pie y está en conocimiento de la actual corporación municipal.


Coincidentemente, este 29 de septiembre, se cumplieron 128 años del natalicio de este personaje en un año en el que también hemos recordado los 33 años de su muerte (el pasado 30 de marzo) 

Desde el primer momento, el Concejo de Carreño mostró interés por rescatar este episodio para la historia. Hoy, me reitero en la propuesta de que D. Manuel Álvarez Álvarez  es merecedor de un reconocimiento en su tierra: Carreño.

Manolín Alvarez, activo aún en el crepúsculo de su vida. Murió con 94 años.


Desde esta página propongo que se valore por parte de esa Corporación, darle su nombre a una calle del Concejo y que en algún lugar de Candás se levante en su honor un sitial que perpetúe la vida y gloria de este carreñense. De esta manera su legado quedará siempre como una estampa imperecedera de su existencia y sus virtudes, lo que no es mucho para lo que la obra de Manuel merece.

El autor Jesús Díaz Loyola y Manolín Alvarez en los 80 en Caibarién, puerto del norte de Cuba que fue su segunda patria chica. 


El libro de su vida en el 
punto de vista asturiano

09 octubre, 2019

El nieto del Che: "La revolución en Cuba no fue democrática y tampoco es comunista ahora".

Durante mi vida en Cuba, tuve la suerte fortuita de conocer a Hilda (Hildita) Guevara Gadea, madre de Canek e hija primogénita del Che; y solo ella sabe por qué su padre se fue de Cuba. "Hildita" murió en 1995, sola y olvidada en un hospital de La Habana, discrepando con el poder.

Canek Sánchez Guevara, el primer nieto del Che dijo en un magistral artículo: "la democratización de Cuba será pos-Castro, ni con Fidel ni con Raúl. El sistema político cubano se ha comportado como una monarquía y no sé por qué se le sigue llamando socialismo".

Reproduzco en Atrio Press, este trabajo escrito por Canek, donde hace un análisis de la Revolución Cubana, en cuyos ambientes nació y creció. (JDL-ATP).       

▪️Desafortunadamente, Canek Sánchez Guevara, (La Habana, 1974 – Ciudad de México, 2015),  murió en México el 20 de enero de 2015 a los 40 años, como consecuencia de una malograda cirugía cardiovascular. (DEP).

Habla Canek, el nieto del Che Guevara

"La revolución en Cuba
no fue democrática
y tampoco es comunista ahora,
sino un vulgar capitalismo de Estado llamado también 'fidelismo'.







Por Canek Sánchez Guevara.
Nací en La Habana en 1974, en una casona en Miramar, sobre la Quinta Avenida: en resumen, en plena Aristocracia esquina con Burguesía. La vida en casa, empero, era cualquier cosa menos aburguesada. Además de mis padres (Hilda Guevara Gadea y Alberto Sánchez Hernández) habitaba el lugar un grupo de guerrilleros mexicanos llegados a la isla un par de años atrás. Ellos no eran técnicos extranjeros ni nada por el estilo, eran unos malditos revoltosos que estaban en Cuba -digamos- sin haber sido invitados por el gobierno (en otras palabras: secuestraron un avión en México y aterrizaron en La Habana; para hacer corta la historia).

Creo que vivíamos unas doce o quince personas en aquella casa, no sé bien -por supuesto, mis recuerdos de aquella época no son míos, sino recuerdos de los recuerdos de otros, recuerdos de conversaciones, pues. En algún momento los revoltosos mexicanos (comunistas, anarquistas, socialistas libertarios, qué se yo) decidieron que esa realidad socialista distaba mucho del ideal de libertad que ellos tenían, así que mandaron a la mierda la realidad y se largaron de Cuba en pos de la Idea (creo recordar que alguno de ellos, incluso, fue invitado a salir del país…). Y allá nos fuimos todos -me llevaron, quiero decir- hasta la lejana Italia.

Durante los años 70, Italia era un hervidero de refugiados latinoamericanos de todas las tendencias de la izquierda. No "refugiados" en el sentido pasivo del término, sino militantes de sus respectivas causas en el exilio. Había argentinos, colombianos, nicaragüenses, salvadoreños, peruanos y sí, mexicanos también.

Qué hacían mis padres en Italia es algo que no concierne al texto en cuestión, baste saber que cuando me preguntan algo relacionado con canciones infantiles, siempre respondo: Bandiera Rossa... Sí, creo que Bandera Roja y La Internacional fueron las primeras canciones que aprendí de niño. Recuerdo (no sé por qué) que en esos años llevaba siempre colgada del cuello una tira de cuero negro con un puño verde olivo. Tengo vagos recuerdos también (como flashazos) del minúsculo departamento que habitábamos en Milán. En serio, minimalista...

Cuando tenía cinco años mi madre y yo volamos a La Habana. Durante varios meses (y ya sabes como es el tiempo en las Eras Infantiles: un verano puede ser infinito y un año entero apenas un segundo) vivimos en un apartamento en un edificio recién estrenado, justo tras el Hotel Riviera. En realidad eran dos edificios, de esos que llaman de Microbrigada, de unos siete pisos, pequeñas ventanas y balcones aún más chicos. Y yo la pasaba de lo más bien: había tantos niños con los que jugar, tanto sol y tanta vida...

Bien, ese año en La Habana asistí al preescolar y francamente, no tengo muchos recuerdos de la escuela... En realidad sí: recuerdo los días de vacunación (no tienes idea de lo cobardón que era -soy- para las inyecciones). Recuerdo también a un par de gemelos (jimaguas) que eran un verdadero desastre juntos, y ahora me vienen a la memoria las interminables repeticiones de ejercicios caligráficos. En fin, cosas de preescolar.

Terminado ese curso, mi madre y yo viajamos a Barcelona para reunirnos con mi padre. Habían pasado pocos años desde la muerte de Francisco Franco (estoy hablando del setenta y nueve u ochenta) y las izquierdas estaban, como quien dice, desatadas. Mis padres siempre colaboraron con sindicatos y publicaciones diversas, tanto periódicos como revistas de izquierda. Colaboraron profundamente, quiero decir.

El caso es que crecí entre salas de redacción y manifestaciones de tres días; el cuarto oscuro de revelado y un concierto de rock; entre mesas de diseño e interminables discusiones sobre el sujeto y el objeto de la revolución. Estudié el primer año de la primaria en una escuela bilingüe (castellano-catalán) de acuerdo con el discurso libertario de la época en España: el rescate de las Autonomías y sus valores culturales, comenzando por la lengua, claro. Recuerdo a mis amigos argentinos, hijos de unos refugiados amigos de mis padres, y recuerdo también las abiertas discusiones que los adultos sostenían por encima de la mesa -y los vinos- sobre la revolución permanente, mundial, en un sólo país, no sé; y siempre citando nombres en ruso, alemán, italiano o francés (vamos, no recuerdo qué discutían, sino el hecho de discutir -algo que, por supuesto, pasó a formar parte intrínseca de mi ser). Yo no entendía nada, y para ser franco, tampoco me interesaba: si Batman lucha por el bien, de qué se preocupan estos tontos, pensaba yo...

Mi padre pudo volver a México cuando el presidente López Portillo dictó una amnistía general para todos los involucrados en los movimientos armados de los 70. Mi madre tenía siete meses de embarazo y yo siete años de edad. (Aquí debo aclarar que apenas dos años atrás, cuando salimos de Italia, pude decir abiertamente los verdaderos nombres de mis padres, siempre sujetos al rigor del clandestinaje. Mi familia entonces eran los compañeros de ruta de mis padres, y sus nombres -los de todos ellos- otros muy distintos a los verdaderos...). Mi hermano Camilo nació en Monterrey, la ciudad de la que es mi padre y en medio de la numerosa familia paterna, tan ajena y acogedora a la vez: lo desconocido para mí.

Poco antes del primer cumpleaños de mi hermano nos mudamos a la ciudad de México -una mole impresionante que contiene un mundo alucinante- y mis padres, por ironía o yo-que-sé, me inscribieron en una escuela de nombre José Martí. Mi hermano era asmático y yo estudié un año y medio en esa escuela. (Ya sé que una cosa no tiene relación con la otra, sólo intento resumir dos hechos en una sola frase). Camilo pasó su segundo cumpleaños en una cámara de oxígeno en el hospital cercano a casa, y la casa -toda- medía unos siete metros de largo por cuatro de ancho: la sala era también la habitación de mis padres, con la cocina a un lado, apenas separada por una barra o una mesa, no recuerdo. El micro-mini-nano baño y una estrecha habitación que compartíamos Camilo y yo completaban nuestro hogar.

Tuve tres buenos amigos cuando viví en ese sitio; uno de ellos murió, no regresó de las vacaciones y cuando le pregunté a su mamá por él, ella se echó a llorar. Después mi madre me explicó. Fue mi primer contacto con la muerte. He perdido a muchos amigos. (El enfrentamiento con la Muerte, afirma Savater marca el inicio del pensamiento en el humano. Cuando por primera vez se piensa en la muerte, se Piensa, en realidad, por vez primera porque la muerte despierta la conciencia de la vida, despierta el miedo y despierta las preguntas también…).

Terminé la primaria en la ciudad de México, en una pequeña escuela de la que tengo buenos recuerdos y en la que hice buenos amigos. Por entonces vivíamos en el sur de la ciudad, en una unidad habitacional con cuarenta y siete edificios, lo recuerdo bien. Estaba cerca de la Universidad Nacional, así que vivían algunos profesores e investigadores de dicha institución... con sus familias, claro. Durante las dictaduras latinoamericanas de los años setenta, México acogió a muchos perseguidos políticos de diversas nacionalidades, sobre todo argentinos y chilenos. Algunos de ellos encontraron trabajo en la UNAM, y unos cuantos vivían en los edificios cercanos al mío. De hecho, mi mejor amigo en esa época era un chileno a quien recuerdo con mucho cariño... nos hemos visto un par de veces después, seguimos siendo amigos. Entre nosotros teníamos un pacto, un secreto que nadie más debía compartir: éramos comunistas... (es decir, sabíamos que había algo diferente en nuestro pasado, en nuestra historia, y teníamos la vaga idea de que un vago sentimiento de justicia justificaba esa diferencia... En fin, todo un trabalenguas infantil).
Mi madre, mi hermano y yo nos fuimos a vivir a La Habana en el verano de 1986, e inmediatamente después, entré a la secundaria Carlos J. Finlay, en Línea y G, en pleno Vedado. Honestamente, fue un choque tremendo. No tanto por las diferencias tangibles, materiales, como por las otras, las incorpóreas, las no-cósicas: de ser la revolución una utopía o una conversación, se convirtió para mí en una realidad absoluta. Entendámonos, yo no entendía un carajo de la revolución, tan sólo intuía que era el núcleo de nuestra vida (de la vida que yo había vivido con mi familia) y que se trataba de algo de lo que sólo se hablaba en voz alta cuando se estaba en confianza. De hecho, mi relación familiar con Ernesto Guevara nació en Cuba, donde irremediablemente fui bautizado como El Nieto del Che, y eso ya a los doce años.
Me costó mucho aprender a lidiar con esa suficiencia revolucionaria tan llena de carencias, con ese discurso que se contradecía al abandonar el aula y con la maldita obsesión de algunos de mis profesores con que yo tenía que ser el mejor. Por otra parte, recuerdo con especial cariño a mi maestro de Español, a quien le agradeceré siempre la severidad con que revisaba mis trabajos; a cierta profesora de Matemáticas con quien de inmediato hice amistad, y a otro más de la misma asignatura, que era serio y jocoso a la vez; recuerdo a una profesora de Química de quien no aprendí mucho, pero me caía muy bien y a una de Fundamento de los Conocimientos Políticos que, involuntariamente, me hacía pensar.
Ser El Nieto del Che fue sumamente difícil; yo estaba acostumbrado a ser yo, a secas y de pronto comenzó a aparecer gente que me decía cómo comportarme, qué debía hacer y qué no, qué cosas decir y qué otras callar. Imaginen, para un preanarquista como yo, eso era demasiado. Por supuesto, me empeñé en hacer lo contrario. Mis padres me educaron (como a mis hermanos) con absoluta libertad. De hecho, a veces pienso que me educaron para ser desobediente... aunque quizás sólo esté buscando excusas, no lo sé. Lo cierto es que pronto comencé a sentirme a disgusto con tal situación.
Vivíamos en un apartamento amplio y confortable (quizá el único inconveniente es que estaba en un piso doce y el ascensor pocas veces funcionaba), pero bastante alejados de la nomenklatura. De los pocos contactos que tuve con la "alta sociedad" cubana no tengo recuerdos memorables (y no incluyo aquí a los buenos amigos que encontré en esos estratos: pocos pero sinceros), a no ser por el gusto amargo que me quedaba al comparar sus palabras y su forma de vida con las palabras y la vida del llamado Pueblo. Pero yo apenas me hacía adolescente, las valoraciones las hago ahora, en aquel momento no las comprendía del todo.

No quiero que pase por sus cabezas la idea de que yo era un niño superdotado o algo por el estilo, sencillamente fui educado en el análisis, y el análisis decía que algo andaba mal. Digamos que sabía sin comprender; o que comprendía sin saber a ciencia cierta qué demonios ocurría a mi alrededor. Porque yo no vivía encerrado en una burbujita de cristal, de ninguna manera. Mis amigos vivían en el Vedado mismo, o en Centro Habana, o en Marianao, o en Miramar, o en Alta Habana, o en Alamar o en La Lisa.
Mi vida no quedó circunscrita al discurso oficial, si bien formaba, consciente o inconscientemente, parte de ese discurso... Asistía a conciertos de rock (semi-clandestinos mas tolerados... a veces), vagaba por la ciudad como uno más de sus habitantes; era joven y por ello sospechoso. ¿Sospechoso de qué? Pues eso, de ser joven, supongo. A veces me detenían en la calle y revisaban mis papeles y mis pertenencias, y una vez me revisaron el culo. En serio, recuerdo que estaba en la cola de Coppelia y se me acercó un tipo vendiendo pastillas (psicotrópicas, claro). Le dije que no quería y en cuanto dio dos pasos me cayeron encima. Me llevaron a los baños de la heladería, hicieron que me desnudara y me obligaron a hacer cuclillas mientras uno de ellos, con su uniforme de civil (la sempiterna guayabera blanca) se asomaba a ver si alguna pastillita asomaba por el ano... Qué obsesiones las de los policías...
En fin, era yo un greñudo más, un "desafecto", "antisocial" y algo muy cercano -según los cánones policíacos- a un lúmpen. Claro que no lo era, pero eso no importaba, y además en cuanto salía a relucir mi árbol genealógico, simple y llanamente me soltaban, no sin antes recordarme que esas no eran las actitudes que se esperaban de alguien como yo: El Nieto del Che no podía frecuentar tales compañías; en otras palabras, que no me juntara con "el pueblo", que no me contaminara con ellos. Comencé a comprender que Pueblo es una hermosa abstracción que tiene múltiples usos, sobre todo retóricos... Tendría yo unos quince o dieciséis años y por entonces ya había abandonado el Pre.
Sí, como tantos otros estudiantes de mi generación fui un desertor escolar. Navegaba con bandera de NadaMeImporta entre otras cosas para restarme importancia o, mejor aún, para restarle importancia a la imagen que de mí se esperaba (si es que a estas alturas se esperaba algo de mí).

Por esos años adquirí la costumbre de discutir, aún en términos superficiales, sobre lo real y lo simbólico, sobre el fondo y la forma, sobre la esencia y la apariencia. Comencé a enamorarme de las palabras y de las ideas. Me apasioné con Kafka y -lo admito con rubor- el primer pensador que en verdad me "llegó" fue Schopenhauer, tan antitropical él. Me interesaban por igual el rock y el mito de Trotsky, los dadaístas y el sonido electrónico; y al mismo tiempo, todo me daba igual. Era un chico un tanto silencioso: no triste ni nada de eso, por el contrario, siempre he sido feliz; quiero decir que era bastante introspectivo: Existencialista, decían mis amigos mayores, y aunque a mí no me quedaba muy claro qué significaba aquello, la palabrita me gustaba.
Comencé a interesarme en las formas culturales, a leer sobre pintura y música, a hundirme en novelas y películas, ensayos filosóficos y teorías artísticas; no sé, simplemente a buscar. Mi lucha, empiezo a darme cuenta, siempre ha sido cultural: digamos que el hombre es hombre a pesar de sí mismo, pero se hace plenamente humano por encima de su ser. Ser lo que somos es natural; lo cultural entonces, es preguntarnos qué somos, a dónde vamos, y también de dónde venimos. Y cuando afirmo que soy un hombre "culto" no refiero con esto al sentido aristocrático que se oculta tras el término; entiendo por hombre culto a aquel que sabe que además de su propia cultura hay otras más, ni mejores ni peores, tan sólo diferentes. Y en Cuba la dictadura es también cultural. O, ante todo, quizás... (Recuerdo ahora un acontecimiento que al igual que a tantos cubanos, me marcó como hierro candente. Me refiero al telenovelesco juicio al General Arnaldo Ochoa, a los hermanos De la Guardia y demás implicados en el tráfico de drogas, marfil, diamantes y divisas.
Si utilizo el término "telenovelesco" es sólo para acentuar el modo en que yo lo viví: a través del televisor, noche tras noche, a las ocho en punto, esperando un desenlace que de antemano conocíamos, con el morbo exacerbado y ese desagradable tonito inquisitorio que permeó todo el (pre)juicio… Entendámonos, no insinúo que esos hombres fueran inocentes, sino que a todas luces sus superiores conocían tales manejos. A nadie podía caberle en la cabeza (a menos que el cerebro dejase mucho espacio libre dentro de la cavidad craneana) que el mismísimo Comandante no estuviera al tanto de todo el asunto.
Evidentemente se trató de una operación de Estado, como muchas más que hemos presenciado; una operación destinada a procurar de preciosos dólares al gobierno cubano… Nadie en su sano juicio podía aceptar tal locura, tamaña farsa, tremenda broma de pésimo gusto. Sin embargo, mucha gente perdió el juicio en esos meses… Se hacían los locos, para decirlo en buen cubano; admitieron a pies juntillas la mentira judicial pero, ¿qué otra cosa podían hacer? Yo tampoco decía en voz alta lo que pensaba, lo comentábamos entre los amigos, nada más.

Lo discutíamos como uno de los tantos temas que por entonces nos interesaban: las tetas de Fulanita o la fiesta de mañana, la proyección de Metrópolis o el concierto de Carlos Varela, no sé… Se discutía mucho, pero nada se decía: ¿Cómo expresar la ausencia de expresión; ésa que silencia al individuo y lo vuelve zombi parlante?)
Después viví en El Cerro, en un minúsculo apartamento a unas cuadras de la Biblioteca Nacional, donde por cierto trabajé: restauraba libros. Olvidé decir que entre los quince y los diecisiete años fui aprendiz de fotógrafo, primero en Juventud Rebelde y luego en Granma (además de adentrarme en lo que, con algo de autoelogio, se da en llamar fotografía artística). Edité junto con algunos amigos una pequeña revistita fotocopiada dedicada al rock (unos pocos ejemplares, nada más), y comencé a escribir. Debo decir que todo esto lo hacía con la mayor ingenuidad del mundo, no como parte de un plan maestro sino con la espontaneidad del antojo. Me interesé por las vanguardias artísticas, culturales, estéticas, y también, claro, por las ideológicas y políticas. Me hundí en los ismos, he de admitirlo. Empecé a dedicarme al diseño gráfico, al tiempo que hacía fotografía, componía música y escribía pésimos poemas "abstractos". Me hice buen lector y poco a poco, editor.
En 1996 salí de Cuba, un año después de la muerte de mi madre y a diez de mi llegada a La Habana -mi hermano salió de Cuba justo después de la muerte de Hilda. Salí con el corazón hecho mierda y las ideas más revueltas que cuando llegué: había vivido desde los doce hasta los veintidós años ahí. Me hice en Cuba: la amé y la odié como sólo se puede amar y odiar algo valioso, algo que es parte fundamental de uno...
Ahora vivo en la ciudad de Oaxaca, en México, alejado voluntariamente de la comunidad cubana en este país, y del exilio en general -debo admitirlo, me harta la sola idea de dedicarme a hablar de Cuba: me interesan tantas cosas! Soy diseñador, editor, a veces promotor cultural o crítico de la cultura, según el caso. Colaboro con algunas publicaciones culturales o políticas; sigo componiendo música y me involucro en discusiones artísticas. Estoy editando una revista cuyo número 0 está pronto a aparecer (se llama El Ocio Internacional y aparecerá en papel y en internet a la vez -ya les avisaré): una revista dedicada al análisis y la discusión cultural; y además, escribo una novela, La inmortalidad del cangrejo, de la cual llevo unas 280 cuartillas. (En 1996 publiqué un librito titulado Diario de Yo -que para colmo ni siquiera es un diario-, texto que pronto pondré en red por si a algún despistado le interesa… La publicación corrió a cargo de una pequeñísima editorial hoy desaparecida y hasta donde yo sé, no se vendió un sólo ejemplar, lo que aumenta mi orgullo anticapitalista... jejeje!)
En cuanto a mí... ¿qué puedo decir? Sólo soy un egoísta que aspira a ser un hombre libre. Un egoísta que sabe que el Egoísmo nos pertenece a todos y que éste ha de ser solidario si se quiere pleno: en otras palabras, que mi libertad sólo es válida si la tuya también lo es, si mi libertad no aplasta tu libertad ni la tuya a la mía... Como decían los "Pistols: And I am an anarchist..."

(Publicado también en la web de la Unión Liberal Cubana el 14 de julio de 2006)
Notas:Hilda Guevara (1956-1995).

La hija mayor del "Ché" Guevara, fruto del primer matrimonio del Che (en la foto),fue bibliotecaria de la Casa de las Américas en La Habana (Cuba). Ernesto "Ché" Guevara conoció a Hilda Gadea en México en 1954, donde ella lo adoctrinó en el marxismo; se casaron en Guatemala en 1955. Fue Hilda, quien le presentó a Raúl y Fidel Castro. En 1956 nació su primogénita Hilda "Hildita" Guevara. Tenía 11 años cuando murió su padre en la selva boliviana. En apariencia vivió una vida tranquila en Cuba, en un importante centro de propaganda oficial y añorando ver llegar "la cara humana del comunismo". Murió a los 39 años (como su padre) de un tumor cerebral. En una famosa carta póstuma del Ché a sus hijos les decía "Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario".

En ocasión de uno de los aniversarios de su madre, el mejicano Canek Sánchez Guevara, nieto mayor del Ché, escribió: "La revolución en Cuba no fue democrática y tampoco es comunista ahora, sino un vulgar capitalismo de Estado llamado también 'fidelismo'.
"HILDITA" EN 1994, UN ANO ANTES DE MORIR
"Hildita" Guevara, escribió un libro: "Mi Vida con el Che". La primera edición fue realizada en México, en 1972. En 1973 hay otra edición inglesa. En el 93 se editó en portugués. En 1994 se publicó en Italia. En el 97 se publicaron dos ediciones francesas. En España, no se ha publicado aún. Tampoco se conoce su edición en Cuba. Prometo hablarles de este libro y de la Hildita que yo conocí. 






Hilda Gadea, la madre, durante los años del mayor esplendor de la pareja.


10 agosto, 2019

EL RELATO DE MAILÉN DÍAZ ALMAGUER

"Lo más bonito en la vida es saber que has podido con todo"


▪️Vio la muerte y durante 70 días se debatió su vida.
▪️Hoy, aclamada y besada en su país, Mailén Díaz Almaguer, la única sobreviviente del accidente de avión que el 18 de mayo de 2018 conmocionó a toda Cuba, confiesa que "el amor propio es una de las cosas más importantes.”


▪️”Nunca dejarás que alguien te haga creer que vales menos.", dijo 14 meses después de haber vivido el peor de los presagios.
🔴 Mailén se asoma a cada día como se asoman todos los cubanos.  Sueña, ríe y a veces llora por toda la carga de latientes recuerdos que lleva adentro. Se toma el café de cada mañana como los demás; conversa con sus amigas y sus amigos y, sobre todo, ama y sonríe porque cada día que pasa es un signo agradecido de su recuperación.
“Tiene una belleza natural y un corazón enorme”, escribió Mailín Díaz, su hermana, resumiendo toda la fuerza física y moral de Mailén, sin que su semblante haya abandonado la tristeza de las otras 112 vidas que el 18 de mayo de 2018, en La Habana, se subieron con ella al Boeing 737 que nunca llegó a su destino. Fue de los días peores que se recuerden en un país entero.
Sin embargo, Mailén tiene un espíritu extraordinario. "Lo más bonito en la vida es sentirte orgullosa de quien eres, creer en ti, verte al espejo y amarte, saber que has podido con todo y que podrás siempre", escribió 14 meses después del desenlace trágico de su vida.
"El amor propio es una de las cosas más importantes, porque nunca dejarás que alguien te haga creer que vales menos.", dijo.

En realidad, todos son signos de recuperación y esplendor en esta joven cubana de un encanto especial: “Tan bella mi reina”, afirmó su hermana al pie de varías fotos de esta criatura de fábula compartidas en la red social Facebook y que revelan toda la ternura de Mailén que el próximo diciembre alcanzará los 21 años. “Te amo mi muñeca, que Dios te siga bendiciendo cada día más”, escribió Mailín con la manifiesta satisfacción de la familia y de todo un país que la vuelven a ver vital.
UNA MIRADA DE ESTRELLA DE CINE 
En 'El avión de la Bella Durmiente’, uno de los 'Doce cuentos peregrinos' de Gabriel García Márquez, se descubre a una mujer "bella, con una piel tierna del color del pan..." Así es Mailén: bella y tierna, con una primavera eterna en su mirada de estrella de cine y con unos deseos inmensos por seguir viviendo la felicidad de sus días.
Siempre que reaparece Mailén, estremece el alma. Nos conmueve a todos. A sus espléndidos 20 años, esta belleza oriental nacida en la provincia de Holguín, todo lo que trasmite es felicidad y amor por la vida que fortuitamente le dio una segunda oportunidad cuando la muerte se le atravesó en su camino. 

Durante 70 días se debatió su vida, pero en su fortaleza estaba la voluntad de los médicos cubanos que lo hicieron todo por salvarla. Y la salvaron.
En el estrecho tramo de poco más de dos meses, su cuerpo tuvo que someterse al genio médico que la fue librando de las demoledoras lesiones que resintieron su frágil figura. Fue una proeza colosal para sanear el cuerpo dañado en toda su extensión: “columna, cervical, torácica, dorsal, en extremidades, tibia, peroné, pelvis, quemaduras, lesiones a nivel de glúteo, que requirieron de curas y drenajes frecuentemente”, narraron las crónicas desde Cuba los días posteriores a la desgracia cuando ya Mailén era la última sobreviviente que se debatía en el agujero de la muerte. Eran los días cruciales  de la convalecencia, en que por la afectación medular, quedó parapléjica.
“La joven tuvo que atravesar entonces por intervenciones quirúrgicas, estabilizaciones y desestabilizaciones, avances y retrocesos en su sistema hemodinámico. La evolución no fue nada lineal en una paciente en estado tan crítico, con constantes peligros para su vida y las enfermedades oportunistas que comprometen e inmunodeprimen”, contó el doctor Esteban Reyes, profesor principal de Medicina Intensiva y Emergencia del capitalino hospital Calixto García que atendió a Mailén, en un largo reportaje en Periódico Cubano, una página de noticias de la isla.
Cuando los 70 días habían pasado, la mayor proeza estaba en que Mailén seguía entre nosotros y podía contarlo. El habanero hospital Calixto García fue su segunda casa, casi la primera. Después vinieron largos meses de estabilización y rehabilitación en el “Hermanos Ameijeiras” para que Mailén Díaz quedara restablecida. 
Su fortaleza se reveló en ella nada más despertar de su inconsciencia. Mailén no era una paciente común. “Sí escuchaba, y mantenía comunicación”, precisó el médico.
Reflejaba pena o alegría. Todos los que la atendieron allí confiesan que es una muchacha muy hermosa, en lo externo, y en eso que va por dentro y le dicen alma. Tiraba besos a médicos y enfermeras, y les manifestaba que los quería.

EL MOMENTO MÁS DIFÍCIL DE MAILÉN
El momento más difícil llegó cuando debieron amputarle la pierna izquierda al nivel de la rodilla como consecuencia de complicaciones irreversibles. “Fue uno de los momentos más dificiles, pero ya comprometía su vida y hubo que tomar esa decisión para salvarla.”
Los partes médicos precisos de cada momento y el tratamiento certero con la familia y la propia paciente de lo que era ya impostergable, permitieron afirmar después que Mailén lo asimiló y no se derrumbó.
FUERA DE PELIGRO
Bajo el abrazador agosto de 2018 como son todos los agostos de Cuba, dos semanas antes de que entrara en su rehabilitación definitiva en el “Hermanos Ameijeiras”, un empeoramiento respiratorio y cardiocirculatorio producto de la lesión a nivel cervical, cambió todos los pronósticos y Mailén volvió a estar al borde del peligro. Pero la certera capacidad multidisciplinaria de todo el tándem médico que encabezó el decano doctor Armando González, acompañado siempre de la voluntad física de la joven, permitieron que los peores augurios fueran desapareciendo sin que el peligro nunca les fuera ajeno. Así fue como Mailén pudo entrar después en la fase de su recuperación definitiva.
UNA PACIENTE EXCEPCIONAL 
La excepcionalidad de Mailén como paciente fue revelándose en los días peores de su convalecencia, según lo contó el “Periódico Cubano”. “Ella expresaba su consentimiento y comprensión de cada paso, aunque tuviera dudas e incertidumbres. Siempre la salvaba su sensibilidad, su elevado componente afectivo, su cariño expansivo y una estoicidad a toda prueba, que emergió en las dolorosas y cruentas curas de sus lesiones, entre las caricias de sus enfermeras, que nunca evitaron la emoción.”

Las enfermeras que cuidaron a Mailén, atendiéndola como a una princesa.
“Teníamos un afán feroz por salvarla y nadie quería fallar en su especialidad. Aprendimos más medicina en el desenlace de su suerte que en todos los años de la carrera”, dijo el doctor Ifrán Martínez Gálvez cuando ya los malos augurios eran páginas pasadas. 
Antes del viernes ingrato del accidente, la última imagen que Marilín Almaguer, su madre, tenía de Mailén era la de la hija esbelta de 19 años, locuaz y activa. Tal vez recordaba la última vez que la había despertado en su casa de Holguín para abrirla a su día o a Mailén misma contándole el último sueño que tuvo, sin que reparara el giro que tendría su vida un día insospechado de la noche a la mañana. 
El 18 de mayo cuando saltó la noticia nefasta de la caída del avión en las proximidades de La Habana como si de una centella se tratara, la madre y toda la familia como el resto de los seres queridos de las 112 almas que nunca volvieron, cayeron todos en un estado de shock incontrolado que únicamente pudo aplacar la dedicación parsimoniosa de los médicos cubanos. 
En los días del desenlace terrible, familiares y médicos se volvieron una cofradía con toda la esperanza puesta en salvar a Mailén. Una familia sencilla, con unos valores humanos, de cooperación y receptividad, sobreponiéndose al dolor y las incertidumbres. Así describieron a la familia.
Familia de Mailén Díaz.
Especialmente, la abuela fue el pilar. Una señora de gran sensibilidad, fortaleza y confianza en que su nieta se salvaría. Con el ánimo siempre arriba. En los momentos más difíciles era quien levantaba al resto, y decía: “Vamos, hay que seguir luchando”.
Aún con los efectos de una traqueotomía, y sin poder hablar, Mailén hablaba, asentía o negaba con sus ojos bellos e intensos. Las crónicas precisas de los días más difíciles presentaban a una muchacha muy hermosa y dinámica que lanzaba besos a médicos y enfermeras, y les manifestaba que los quería. 
En 'El avión de la Bella Durmiente’, García Márquez describe a una aeronave que “se fue a pique, se enderezó como pudo, y prosiguió volando al galope” y que sólo la mano de Dios conseguiría calmar. Y parece que si, que fue una obra de Dios la salvación de Mailén, del mismo Dios que no pudo cambiar, sin embargo, el suerte ingrata de las restantes 112 personas a bordo que no pudieron escapar del terror de la muerte.
Catorce meses después, con esa recobrada vitalidad de criatura de fábula y de sus mejores años, Mailén se asoma al cielo de su isla. 

Marilín Almaguer, la madre de Mailén Díaz.
Aún con el peso de sus secuelas, Marilín, la madre, la sigue contemplando de la misma manera en que la habría visto los días que antecedieron a la tragedia. Ahora todo son miradas cruzadas en el día a día de Mailén, tratando de recomponer, quizá, el espejo roto de la memoria. 
El acto de que Mailén esté hoy entre nosotros con un semblante de probada felicidad, es un auténtico milagro. Probablemente, ya la única bella viva de este Boeing de la maldición haya contado a muchos su historia o lo que recuerde de ella. Le habrán homenajeado de mil maneras. Todos los días recibirá flores y le escribirán desde todas partes como lo hacen regularmente sus amigos. Su cuenta en Facebook es un puente que permanentemente le traslada alientos y buenos deseos.  

Mailén Diaz Almaguer, el corazón que sobrevivió a la tragedia, sobre todas las cosas, será para siempre el símbolo de 113 vidas que una mañana quieta de La Habana se subieron a un avión y se encontraron con las entrañas de la muerte. Solo Mailén sobrevivió. Será ella con el tiempo y la fuerza revitalizadora de sus años, quien desde los perturbados  recuerdos reconstruya la memoria de los hechos acaecidos aquel viernes ingrato. Ya lo está haciendo, solo cuando se le oye admitir “saber que has podido con todo y que podrás siempre".▪️
Mailén prosigue actualmente con su recuperación en el Centro Internacional de Restauración Neurológica de Cuba (CIREN) 

▪️Fuentes: Periódico Cubano, Juventud Rebelde e Isla Local.

25 julio, 2019

TOMÁS CÁRDENAS, EL HOMBRE QUE ME ABRIÓ LAS PUERTAS DEL PERIODISMO

«Cárdenas no habría imaginado jamás que 30 años después estaría contándolo
⚫️ No conoció la opulencia. Vivió en Santa Clara, en la modestia de un edificio prefabricado. Con los demás, era de trato preferente, y le daba un alto valor a la mujer y a los hijos porque el primer valor para él, era la vida. El Alzheimer acabó con su existencia en La Habana, a los 78 años, el sábado 20 de julio. Al margen de su carrera política, fue ejemplo de sencillez con unos valores humanos extraordinarios, y a quien agradezco haberme abierto las puertas del periodismo y contribuir decisivamente en mi formación profesional. 
En los tiempos en que Tomás Cárdenas García era presidente en Villa Clara, yo me desempeñaba como periodista del Gobierno Provincial. Bajo su mandato, curtí mis primeros años en el oficio hasta que en mi afán por hacer periodismo puro, pasé a formar parte de la plantilla de reporteros del diario provincial Vanguardia. 


























EN LA RADIO 🎙
En esta foto de agosto de 1985, Tomás Cárdenas, a la izquierda, en la inauguración de CMHS Radio Caibarién, «La Voz de la Villa Blanca». A la derecha, el asturiano Manuel “Manolín” Álvarez Álvarez, padre de la radio en Cuba, tras cortar la cinta que abrió la nueva etapa de la radio en Caibarién. Tomás Cárdenas García y Víctor Manuel de la Rosa Arce, entonces presidente municipal, quien conversa conmigo (yo tenía 21 años), son dos nombres a quienes la radio tiene mucho que agradecer por la gestión emprendedora con que llevaron adelante el retorno de las transmisiones a la ciudad cubana que acunó la radiodifusión nacional. 

CÓMO CONOCÍ A TOMÁS "KIKO" CÁRDENAS
























YO nunca le dije Kiko, pero muchos lo llamaban así desde la humildad de su pueblito cubano de Báez, donde había nacido 78 años atrás.
Cuando Cárdenas tomaba su auto Niva para hacer la ruta de la serranía o los pueblos llanos de Villa Clara, nos decía a Tom, el fotógrafo y a mi: "Preparen las mochilas que mañana subimos a las montañas."
No tenía que decirlo dos veces, porque en el desenfreno de los mejores años, sólo queríamos salir a la búsqueda de noticias frescas.
Antes de abandonar su apartamento en los bajos de un edificio prefabricado, frente al hospital Materno de Santa Clara, Naida, su mujer, lo despedía con un beso y le advertía: "Vayan con cuidado que hay muchas curvas y esas carreteras son un peligro". Siempre le abrazaban sus hijos, Ernesto y José Luis, sin renunciar a la ternura de los años juveniles. 
Salíamos antes del amanecer para estar temprano en el destino y aprovechar más el día, una divisa prioritaria en Cárdenas. No había semana en que no nos pidiera que le acompañáramos. Vivíamos el esplendor de los ochenta. El derrumbe del socialismo europeo ni siquiera era un augurio, mucho menos el período especial de fuertes limitaciones que a la larga sumergiría a Cuba en los abismos de las carencias. 
Cárdenas y Tom pisaban la franja de los 40 y doblaban con creces mi edad. Con los 18 años de mis días mejores, ocupaba ya el asiento de informador del Gobierno Provincial. Cárdenas todavía no peinaba canas; la tonalidad de sus ojos azules y su cabello claro, le imprimían una aureola innata que le acompañó toda la vida. 

Al llegar a cada escenario donde rastreábamos la noticia y la obra de sus fecundos años, los anfitriones preguntaban:

–¿Vinieron el periodista y el fotógrafo? 
Cárdenas se adelantaba 
–Sí, están aquí.


⚫️ Hace diez años, falleció José Antonio López Godoy (TOM), un fotógrafo excepcional, compañero y amigo, que me acompañó durante mis años de oficio en Villa Clara (1982–1989), los años vitales del liderazgo de Tomás Cárdenas. Los dos éramos uno solo en la obsesión de hacer reportajes cuando formábamos el equipo de trabajo periodístico del Gobierno Provincial junto a otro histórico, Guillermo Sánchez. Jamás olvido aquellos años bajo la guía certera de Cárdenas, con sus seguimientos profusos del periodismo que hacíamos y la realidad que reflejábamos. 
⚫️

Preguntaba de todo porque le gustaba indagar en el trasfondo de los problemas. "Una imagen vale más que mil palabras", sustentaba muchas veces Cárdenas para justificar que por eso con él siempre íbamos periodista y fotógrafo, para dejar los reportajes como pruebas irrefutables, malas o buenas, de aquellas visitas memorables que muchas veces llegaban por sorpresa.

Su poder de análisis era de una fuerza extraordinaria y así se iba a los empeños de cada día, a buscar los problemas donde estuvieran y a enfrentar a quienes los provocaban.
En ese reto ineludible, Tom se volvía un genio en el arte de captar la imagen perfecta, y mi pasión de novel reportero siempre estaba puesta en no perder el más mínimo detalle que asegurara la exclusiva.

En aquellos viajes de trabajo responsable en mi etapa provinciana, compartíamos oficio, mesa y hasta el sueño.
En los lugares de estancias, donde siempre había naturaleza y patios floridos, se sentía uno seguro, como en su propia casa, sin que el mundo exterior nos fuera ajeno. 
El trago favorito en esos años adorables de Cárdenas era el ‘Cubanito’, preparado a base de jugo de tomate, ron, limón y pimienta. Los hacían magistralmente Jorge y Fidel, sus dos chóferes inseparables. 

Pero lo que ni Cárdenas ni Tom habrían imaginado jamás, es que 30 años después yo estaría contándolo en medio de sus ausencias ingratas..

José Antonio López Godoy (Tom), sucumbió hace una década con 70 años. Los dos, ahora están muertos y solo quedan sus nombres y el testimonio de la vitalidad de sus mejores años. Confieso que desde que conocí la noticia de la muerte de Cárdenas, no he podido evitar el sobresalto y he viajado por todo mi pasado. 

ASÍ COMENCÉ A ESCRIBIR ✍🏻


El día de 1982 en que me encontré con él por primera vez y acepté su determinación a emplearme en el Gobierno Provincial, fui llevado hasta su despacho de Santa Clara por otro extinto, el entonces presidente municipal de Caibarién, Víctor Manuel de la Rosa Arce. 

Una noche antes, Víctor me comunicó la noticia mientras paseaba por el parque de mi pueblo diciéndome que Cárdenas, a quien yo no conocía de nada, quería hablar conmigo. Pero él ya tenía una percepción de mi pasión desenfrenada por el periodismo. Era el justo momento en que el acto de dar noticias se había revelado compulsivamente en mi y ya era habitual en los reportes de los noticiarios de la radio y las secciones de noticias de los diarios impresos del país. Por ese tiempo, varias veces Cárdenas había estado en la fijación de mis coberturas costeñas. 
Era un joven escuálido cuando estuve frente a él, entre la sorpresa y la inexperiencia de mis 18 años y unos deseos inmensos de comerme el mundo a cualquier precio. 
Aquel día, antes de nada, aun antes de saludarnos, me dijo sin que el momento imprimiera mayor solemnidad:
--Sabes porque te he mandado buscar. Queremos pedirte que trabajes con nosotros.
No tuvo que abundar mucho, porque para mis años jóvenes solo existía una idea fija: el periodismo. 
Ese mismo día del verano de 1982, mi determinación no tuvo negativa alguna, sin importarme, incluso, el cambio que representaba dejar todos los cursos en mi pueblo y ponerme de inmediato a ganarme la vida en lo que mas me gustaba hacer, alternando estudios y trabajo a la vez. Así comencé a escribir. Me contrataron por 111 pesos cuando todavía la moneda nacional no tenía la devaluación abrumadora de hoy. 
En esa etapa, me empezaron a pasar infinidad de anécdotas cuando yo contraponía mi afán por escribir frente a la censura oficialista que ha sido siempre el mal de la visión mediática de mi país.  

EL PEDRAPLÉN 🗾
🌊48 KILÓMETROS SOBRE EL MAR🌊
El pedraplén Caibarién–Cayo Santamaría de 48 kilómetros, una obra de ingeniería colosal que vi construir desde mi pueblo cuando me fraguaba en el oficio de escribir.


Me pasó con el pedraplén Caibarién-Cayo Santa María, una colosal obra de ingeniería de 48 kilómetros que enlazó la geografía central de la isla con la Cayería Norte y se comenzó a construir anónimamente, pero sobre la que yo defendía el derecho a informar de un movimiento constructivo que estaba revolucionando la vida en la costa. Mis crónicas fueron después habituales en el diario provincial ‘Vanguardia’. 

Muchos años después, Cárdenas dedicaría un libro con las memorias de aquella obra de gigantes, coautorado con su compañera en la vida, Naida Orozco Sánchez, que casi siempre le acompañaba en aquellas correrías. "Collar de Piedras" inmortalizó la proeza de sus constructores y el esfuerzo innegable de todo un país y su principal propulsor, el extinto líder cubano Fidel Castro, por conquistar un entorno virgen de su geografía. Valió la pena llegar hasta allí. 

1985: EL HURACÁN KATE 💨 



De esa época, es también mi cobertura al huracán Kate que azotó severamente el norte de la provincia en 1985. El día en que Fidel visitó las zonas devastadas, yo escribí una crónica que titulé "Desolación en las playas de Corralillo" para reflejar el destrozo en toda su magnitud en la franja costera. Cárdenas me dijo que daba una imagen de "desastre deprimente". Entonces le pregunté: "¿Y qué otra imagen deja el paso devastador de un ciclón?". Cárdenas no dijo nada. Y así siempre era; poniendo su ojo avisor sobre las cosas que escribía. 

LA CARRETERA SANTO DOMINGO–CORRALILLO

En ese viaje, que Fidel realizó por la vieja Carretera Central atravesando todo el Circuito Norte, al aproximarse a territorio villaclareño, pidió ir hacia Santa Clara, la capital provincial, por la carretera Santo Domingo–Corralillo que acortaba el largo trayecto desde La Habana. Pero esa vía, que el Comandante tenía reportada como construida, en realidad no existía. El lider se encontró con una extensa llanura de tupida vegetación.

Fue Cárdenas quien contó para la historia aquella experiencia desconcertada de Fidel, una mentira oculta que no quedó en vano porque después se puso en marcha el brazo duro del presidente cubano y vinieron despudos y sustituciones masivas de los cargos responsables. Aquella verdad escamoteada se convirtió en otra gran obra colosal que finalmente se hizo.

EL PEZ GATO 

En los ochenta, todavía bajo su gobierno, el cultivo del pez gato se comenzaba a desarrollar como alternativa alimentaria en los estanques de alevines del Centro de Acuicultura de Pavón, en la localidad de Encrucijada. Cárdenas no le perdía pie ni pisada a aquella experiencia. Íbamos juntos, muchas veces bajo un cielo ennegrecido, porque él decía que la soberbia de las aguas le cambiaban el curso a la vida en un abrir y cerrar de ojos. 
En épocas de contingencias, el tiempo se volvía loco, y vientos y fuertes lluvias lo arrasaban todo. Entonces los criaderos de pez gato se resentían. Cárdenas no demoraba en estar allí en busca de la suerte de los alevines. Los aguaceros intermitentes arreciaban sobre Pavón y los estanques rebosaban.

–¿Se mueren los peces cuando arrecian las aguas? –preguntaba a los cultivadores.
–Se cubren y se protegen los estanques. –le decían.
–¿Pero no se muere ninguno? –insistía.
–Los tratamos con suma paciencia, como a nuestra familia.

CUANDO ME RIÑÓ JUAN ALMEIDA

Después llegó "El monumento", la majestuosa plaza de Santa Clara diseñada por el escultor cubano, también fallecido, José Delarra. Allí, como siempre, estuvieron Cárdenas y Tom, que llevaron el pulso a la marcha de las obras desde que se esculpió el primer detalle de la imponente escultura de Che Guevara como símbolo esencial. Tom consiguió un testimonio gráfico monumental que con el paso de los años desapareció por culpa de la indolencia humana. 

De aquellos trabajos, yo había escrito un reportaje a página completa que no gustó al poder del país porque era una obra que se empezó a construir en silencio. Por eso, fui llamado a la administración central del Estado por el extinto comandante Juan Almeida Bosque, que llevaba el control de la obra. 
El primero que me dio el aviso fue Tomás Cárdenas García. Desde su cargo de Gobernador creó las condiciones para mi traslado a La Habana. Me dispuso su coche oficial, un Lada 1600, de las últimas herencias soviéticas en Cuba, que era un privilegio en los ochenta.
A la luz de una soleada mañana, vestido con una guayabera impoluta, tuve ante mi al negro más célebre de la Revolución cubana. Juan Almeida, un hombre de baja estatura que ya peinaba canas, me saludó raudo y locuaz, con una precisión que justificaba en él la grandeza incuestionable con que llevaba el tercer asiento del país.

–Buenos días.
–¡Siéntese!
La conversación fluyó espontánea:
–¿Qué edad tienes?
–Veinte años.
–¿Lo escribiste tú? -me preguntó Almeida, el tercer hombre de Cuba mostrándome en sus manos el reportaje impreso de ‘Vanguardia’.

Sobre su despacho del Palacio de la Revolución, había varias notas de mi autoría y un ejemplar del reportaje a toda página con que yo difundía la gran obra de masas que comenzaba a ser la construcción de la Plaza Ernesto Che Guevara en Santa Clara, hasta ese momento un tema anónimo en los medios.

–Yo dije (en Santa Clara) que de esto no se publicara nada hasta que el Comandante en Jefe tuviera toda la información. –me dijo aludiendo a una visita suya que no me callé

Después de una larga charla a la manera del férreo orden cubano, uno de los pocos hombres duros con el rango de Comandante, felicitó finalmente la crónica y ordenó servir café.
–No debió haberse publicado. No queríamos hasta que Fidel estuviera bien informado –sentenció y acto seguido comentó.
-Pero está bien escrito. Te felicito.

Aquel encuentro me permitió conocer de cerca la rectitud del revolucionario cuando le escamotean sus decisiones.
Mi ubicación en la vacante de periodista del Gobierno Provincial durante cuatro años, fue siempre una plaza deseada y hasta envidiada. "El periodista de los ministros", me llamaban los colegas por esa manera de reservarme siempre la exclusiva y soltarla. En cambio, disfrutaba aquel placer de los "palos periodísticos" con el golpe de suerte de tener siempre en la mano la primicia de cada visita o acontecimiento importante en la provincia. 
Y no es que haya tenido mayor o menor suerte. Cualquiera de mis colegas podía haber estado en mi lugar. Lo seguro es que el periodismo es un oficio de todos los días. Y confieso que durante todos esos años, yo estaba permanentemente trabajándomelo. Así me curtí periodista.

CÁRDENAS VIVÍA RODEADO DE LIBROS
Cárdenas escribía y le gustaba hacerlo. Siempre leía libros. En los años que me relacioné con él, vivía rodeado de las últimas novedades editoriales en su despacho de la Asamblea Provincial, donde se sentaba a leer con unos lentes bifocales y la serenidad que imponían sus cargos responsables. Por ahí muchas veces coincidía con su hijo Ernesto, que husmeaba los pasos de su padre: “Realmente siempre mi papá fue un paradigma para mi, yo lo respetaba mucho. Y ya estando muy mal, hace algunos; meses le dije que yo estaría junto a él hasta el final”, me dijo Ernesto poco después de conocerse la negasta noticia. “Murió cuando yo llegué a verlo al hospital el sábado 20 de julio. Yo estabacon él”, dijo. 
Todo el mundo tiene una estrella. Tomás Cárdenas García, que de cierto modo, fue mi buena estrella en la Tierra, ya descansa en la suya.
En realidad, su vida fue una crónica constante de su magia como persona y figura.


Cárdenas (segundo por la izquierda)  en un cumpleaños colectivo entre trabajadores, en Santa Clara. Yo (a la derecha) arribaba a los 20 años.


⚫️ POSTDATA
Esta crónica escueta de uno de los hombres más extraordinarios que he conocido, tiene un epílogo que me estremeció como un relámpago para que yo la escribiera. El sábado 20 de julio, en una noche ingrata de La Habana, después de años lidiando con el mal del Alzheimer que le aquejaba, se fue para siempre Tomás Victoriano Cárdenas García “Kiko”, el consejero, el guía, el amigo, llevándose tras de sí un cúmulo de historias por contar todavía. (DEP)▪️

Un foto ya histórica: En 1984, cuando yo comenzaba a gatear en el periodismo, compartiendo cena con Ernesto y sus padres, Tomás Cárdenas y Naida Orozco. que todavía vive en La Habana.

31 marzo, 2019

RELATO DEL HOMBRE QUE LLENÓ SU PUEBLO DE GLORIAS DEPORTIVAS

⚓️CAIBARIÉN: "MELÓN”, 
EL MAR Y LAS VELAS 🌊⛵️


▪️Rolando Pérez Llada, el hombre que se pasó la vida entre remos, velas y canoas.

◾️Jesús Díaz Loyola.~
▪️📸 Fotos del camarógrafo Yosvany Mayoral 
       (Centro Norte de TV Caibarién)  
Ni “Melón ni yo, hubiéramos podido imaginar que más de treinta años después estaría contando su historia, aún después de muerto. Ahora, con 55 años vividos, sé que haber nacido en Caibarién ha sido la mejor cosa que me ha pasado en la vida. Todas las vivencias de mi juventud son gratas. Así que recuerdo al pueblo como era: un rinconcito pesquero al borde del Atlántico, donde se conocía todo el mundo y todo era ilusión por vivir cuando mirábamos al futuro sin que nos marcara todavía la nostalgia. 

En las noches, cuando la brisa soplaba desde la costa y el clima era más agradecido, el centro se llenaba de almas para entretener la vida. Los más jóvenes, nos extasiábamos dando vueltas en el parque tras las novias de entonces. Los días de verano, el calor era tan abrasador, que en Caibarién no había mejor opción que irse a la playa a refrescar el cuerpo. 

Para llegar a la playa, que estaba en la punta de una pequeña península, tomábamos unos ómnibus desgastados que recorrían las principales calles repletos de gente. Muchas veces se quedaban a mitad de camino. Por eso, algunos preferíamos hacer el trayecto caminando o en bicicleta, sin importarnos el sol castigador del Caribe. 

Aquellos años, mi vida de principiante en el periodismo  la marcaba la pasión tras las noticias del club más saludable de mi pueblo: la base de deportes náuticos que estaba en la misma ribera del balneario.

Allí siempre había un hombre: Rolando Pérez Llada, el célebre "Melón”, que con el tiempo se convirtió en la persona clave de los practicantes del yatismo en todo Caibarién. Tenía 87 años cuando se murió el pasado domingo 17 de marzo. No era el mismo hombre vital de 40 años atrás, cuando sobre él pesaba la responsabilidad de comisionado de deportes náuticos. Su vida había cambiado
mucho y ya estaba totalmente encanecido.

La palabra hablada y escrita

En la antigua Roma, atrio era un espacio abierto en sus míticas casas cercado de pórticos y destinado a reuniones familiares y a los huéspedes. En las iglesias romanas, atrio se describía en un patio amplio que miraba al exterior. Atrio son los extensos corredores al aire libre que se disipan a la majestuosidad de muchos templos y palacios en la fisonomía de las grandes ciudades de este mundo.

Y eso es @trio press, un espacio permanentemente abierto a los acontecimientos que han rodeado y rodean la vida. @trio Press (ATP Foro de Noticias) es una ventana a la actualidad en todos los horizontes del quehacer humano, y que dibujaremos con la imagen, el sonido y la palabra hablada y escrita.

@trio press-foro de noticias es una plaza pública en la red, un epicentro de atención cultural e invitación constante al foro libre.

El atrio triunfó en Roma tal como el ágora en Grecia como punto de encuentro y opinión tras la caída de la civilización micénica en el siglo VIII (Antes de Cristo). Hasta nuestros días, la más famosa, el Ágora de Atenas, es la única belleza arquitectónica de la Antigua Grecia que conserva, al menos, su techo original. Y allí, como marcándole el paso del tiempo está al aire libre el extenso corredor, el atrio, que se disipa al Ágora de Atenas.

En honor a esa pauta primera del derecho al foro y a la opinión sale @trio press. Como un foro público, un espacio para difundir actualidades. Vamos a contar la historia que vivimos a partir del testimonio que es uno mismo. Queremos, sobre todas las cosas, encontrar los protagonistas del pasado y del presente del derrotero que es la vida.

Esto es @trio press el espacio donde invitamos a contar la historia, la de este mundo y que, a veces, pasa inadvertida. Contáctenos y cuéntenos lo que quiera en Atrio Press, el foro de noticias. Nosotros lo diremos tal como nos lo cuenten. Bienvenido a @trio press.

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