Tras doce meses con Raúl Castro al mando de la isla, aún no se perciben los grandes cambios que anunció cuando asumió el cargo de presidente. Tomamos de La Voz de Galicia esta pincelada tras un año de cambios en Cuba que escribió
Natasha Vázquez
«Cada vez que algún amigo me pregunta desde el extranjero por la situación en Cuba, me acuerdo del título de aquella vieja película, Sin novedad en el frente », dice Ignacio, ingeniero de 47 años. «A pesar de las intenciones de Raúl [Castro], la verdad es que los cambios hasta ahora se notan poco». Esta opinión resume quizás la de muchos cubanos, que esperaban que fuera otra la situación tras un año de la designación oficial de Raúl Castro como presidente.
En su discurso del 24 de febrero del 2008, anunció su intención de emprender cambios estructurales, empezando por el aparato estatal y el Partido Comunista, que «debe ser más democrático», dijo. «No hay que temer a las discrepancias en una sociedad como la nuestra. Del intercambio de opiniones divergentes salen las mejores soluciones», añadió entonces. El nuevo mandatario cubano explicó que se estaba trabajando para eliminar prohibiciones innecesarias, y que su Gobierno tendría como prioridad «satisfacer las necesidades materiales y espirituales de la población».
En su discurso del 24 de febrero del 2008, anunció su intención de emprender cambios estructurales, empezando por el aparato estatal y el Partido Comunista, que «debe ser más democrático», dijo. «No hay que temer a las discrepancias en una sociedad como la nuestra. Del intercambio de opiniones divergentes salen las mejores soluciones», añadió entonces. El nuevo mandatario cubano explicó que se estaba trabajando para eliminar prohibiciones innecesarias, y que su Gobierno tendría como prioridad «satisfacer las necesidades materiales y espirituales de la población».
Si bien algunas medidas llegaron a aplicarse, como la autorización de venta de móviles y ordenadores a cubanos, y el acceso de nacionales a los hoteles, estas reformas beneficiaron a una pequeña parte de la población. Los precios son prohibitivos para la inmensa mayoría, que, mientras tanto, ve aparcadas sus esperanzas de que los cambios influyan en una mejora económica sustancial.
Las circunstancias nacionales e internacionales, que han variado bastante, han influido en la velocidad y quizás hasta en el carácter de las reformas. El propio Gobierno reconoció la necesidad de aplazar algunos cambios, tras el paso por la isla de tres devastadores huracanes que dejaron pérdidas por más de 10.000 millones de dólares y 500.000 viviendas dañadas severamente.
La crisis financiera internacional y la subida de precios de alimentos han afectado también a la ya maltrecha economía cubana. En el tiempo transcurrido desde las tormentas, buena parte de las familias afectadas han recuperado su techo, si bien en muchos casos se trata de soluciones a corto plazo que no resistirán otro huracán.
Como un pequeñísimo avance en la solución del ya desde antes grave problema de la vivienda, se flexibilizaron las restricciones a la construcción por esfuerzo propio. «Lo más difícil ahora es lograr los materiales, que están perdidos y a precios de oro», dice Raudel, quien lleva más de cinco años intentando levantar una modesta casita en Marianao, La Habana.
En la agricultura se puede ver una mejoría si se compara con los últimos meses del 2008. En un esfuerzo por agilizar la recuperación agrícola, las autoridades adelantaron la entrega de tierras ociosas en usufructo. La medida ya estaba prevista y no se juzga la solución a los problemas alimentarios, pero puede ser un incentivo para el aumento de la producción.
Pero quizás los cambios más esperados son los que impliquen una revalorización del salario y la eliminación de la doble moneda.
«Mis padres trabajan para el Estado, pero si no fuera por mi hermano mayor que nos manda algún dinero desde España, no sé como nos arreglaríamos», dice Yolexis, una joven estudiante.
Otros, como Ezequiel, de 42 años, dejan cada vez que pueden su puesto de trabajo para realizar otras actividades con las que redondear sus ingresos. «Tengo un salario de 400 pesos cubanos, pero la cuenta no da. Es cierto que la salud y la educación son gratuitas, pero un par de zapatos para la escuela de mi hijo, por ejemplo, es casi el salario del mes».
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