15 abril, 2016

LA ODISEA DE UN BALSERO CUBANO: ANTONIO VALDÉS-MIRANDA

Entrenador de natación y formador de atletas nacionales y olímpicos, Tony Miranda, 37 años después evoca en «Odisea por el Golfo de México», la travesía que le llevó junto a otras dos personas —entre ellos, una mujer embarazada— a  las costas de la Florida.
Sin importarles riesgos ni limitaciones, pero golpeándoles todo el tiempo la añoranza, sin miedo, Tony, Tomás y Elena, protagonizaron una odisea colosal. 

UN mes antes de echarse mar adentro, Antonio Valdés-Miranda había viajado legalmente a Estados Unidos para visitar a su padre enfermo, y regresó. Pero su vida estaba ya predestinada. 

«Si tuviera que volver a hacerlo, volvería a tomar un bote y hacer lo que fuera por mi libertad», dijo la noche de la presentación de su inmortal historia en Madrid, evocando 37 años después los pormenores de la travesía que le llevó a  las costas de la Florida.

«Odisea por el Golfo de México»

LA TRASCENDENCIA  DE ESTA HISTORIA 

El 26 de junio de 1979 cuando en Cuba se conoció la noticia de que Antonio y otros dos cubanos —Tomás y Elena, embarazada de siete meses—, habían abandonado ilegalmente el país, las alarmas de la persecución se dispararon en toda  La Habana. Los actos represivos contra las familias se iniciaron de inmediato dada el prestigio nacional de que gozaban en sus profesiones y sus oficios. 
Tony Miranda tenía una reputación bien ganada como entrenador nacional del equipo cubano juvenil de natación. Ninguno de sus compañeros y mucho menos sus alumnos-atletas auguraban que Tony tramaba irse para siempre. Ni en los entrenamientos ni en los almuerzos que compartían juntos en la EIDE, la escuela cubana de iniciación deportiva que ha formado glorias nacionales y olímpicas. Cuba no perdonaría jamás la salida insospechada de Tony Miranda.
Los trofeos de Antonio Valdés-Miranda que son la justificación expresa de su vida deportiva, siempre han viajado con él.


«La explosión de la noticia se regó como pólvora, teniendo como consecuencia la inmediata represión de nuestros seres más cercanos», declara en su libro Valdés-Miranda y continúa:
«Oficiales del gobierno fueron a mi casa e interrogaron a mi madre. Mi madre que nunca fue una mujer fácil discutió fuerte contra ellos diciéndoles con tranquilidad mental que ya yo estaba en Estados Unidos.»

Lo hicieron con la madre asturiana de Tony, —Consuelo Crespo Alvarez—, y con Ana, su hermana, también; arrestaron al hermano de Tomás, su compañero de travesía y le confiscaron una moto que ellos le habían traspasado en propiedad antes de abandonar la isla. Esta es la Cuba represiva que ahora Tony Miranda descubre en su libro.

Antes del amanecer de aquel 26 de junio crucial, tres días antes de que su padre —Augusto Valdés-Miranda—quebrara su último suspiro en tierra americana, Antonio se levantó con una idea fija: irse del país junto a otras dos personas. Y fueron adelante, sin importarles riesgos ni limitaciones, pero golpeándoles todo el tiempo la añoranza de sus pasados. Sin miedo, Tony, Tomás y Elena, protagonizaron una odisea colosal. 

Aquel año —1979—, eran los tiempos de las cruentas persecuciones tras las salidas clandestinas de la isla. 

Tony Miranda y sus acompañantes sabían que si los interceptaban les costaría su propio pellejo y una infinidad de años tras las rejas. Pero afortunadamente, después de más de 40 horas navegando contra viento y marea, los tres llegaron a tierras de libertad.

A la vuelta de los días, después de su huida perfecta, las autoridades de la isla desistieron de las persecuciones a sus familias, porque la madre de Antonio, ciudadana española de origen asturiano, fue una razón clave para disuadir todas las atenciones en una Cuba donde importaba más la imagen de sus rumbos libertarios, lejos del desgaste progresivo que estaba provocando la sumisión apestante, el espíritu obcecado, cuartelero y burocrático con que los súbditos fabricaban una Cuba que ni Tony ni nadie soñaba.

UN TESTIMONIO AUTÉNTICO 
Tony Miranda y sus acompañantes sabían que si los interceptaban les costaría su propio pellejo y una infinidad de años tras las rejas. 

El mayor mérito de «Odisea por el Golfo de México» es la autenticidad de una narración breve, pero inmensa por el trasfondo de riesgos en una travesía que deja al lector ansioso de conocer aún más la odisea que ha llevado a miles de cubanos a emigrar por la desesperada urgencia de vivir mejor. 

Este libro, nunca podrá ser un suceso real en la isla que instauró un riguroso orden de persecución a las libertades más inalienables como el derecho a elegir donde vivir libremente. No lo podrá ser, planteándolo como lo hace Antonio Valdés- Miranda, desde el prisma del desengaño con la verdad en sus manos.

Esta es la reconstrucción de lo que Tony Miranda y sus acompañantes vivieron en el mar desde el mismo instante en que comenzaron a remar en una obsesión desenfrenada por llegar a tierras de libertad. Entonces, ninguno era mayor de 30 años, y el riesgo potencial al que expusieron sus vidas lo hicieron no por erguirse cono héroes, pero tampoco para que su odisea fuera ignorada. Por eso lo cuenta, pera que en todas las latitudes se conozca el alto precio que para un cubano representa la liberad.
Afortunadamente, después de más de 40 horas navegando contra viento y marea, los tres llegaron a tierras de libertad.

Antonio Valdés- Miranda, narra en su libro: «Los tres estábamos mojados de pies a cabeza y solo el ejercicio físico nos calentaba. Elena no hablaba y estaba tapada completamente; de vez en cuando, vomitaba un poco por la borda. Su comportamiento era valiente y admirable. Después nos confesó que ella se orinaba todo el tiempo... Nos habíamos hecho el compromiso de no dejar de remar hasta que nos cayéramos de cansancio...»

La odisea de Tony Miranda no sólo fue un chapín de 12 pies de eslora—poco más de tres metros— y tres personas a bordo. Había que ser valiente —como ellos lo fueron— para enfrentarse al océano ante la certeza casi inevitable de viajar más cerca de la muerte que de sus propósitos. Y la muerte la tuvieron encima los tres durante las 44 horas que duró aquel viaje crucial.

En realidad, todos los cubanos que han arriesgado sus vidas enfrentándose a las fuertes corrientes del Golfo, han sido protagonistas de un desafío descomunal. Unos lo han conseguido, otros quedaron en el camino, pero nadie ha vivido jamás peor clima de adversidad que quien supera la furia infernal de las corrientes oceánicas que baten sobre todo el estrecho de la Florida bajo un sol tórrido, el embiste constante de las olas y la amenaza permanente de los tiburones. Afortunadamente, Tony Miranda hoy puede contarlo.

Tal como está, «Odisea por el Golfo de México» (Blurb, Miami, 2016) es un valioso testimonio que engrosa la amplia lista de proezas frente a la zozobra en los mares que tantos cubanos han protagonizado a lo largo de más de medio siglo.

Valdés-Miranda cuenta como sobrevivió en su travesía entre la soberbia del día y el infierno de la noche, alimentándola todo el tiempo con el mismo sueño con que su madre asturiana llegó a Cuba un día del siglo pasado para vivir mejor.

 «Durante todo aquel viaje, en medio de mis cavilaciones, yo soñaba despierto», me dijo Tony la noche de su premier en Madrid.
 «Siempre había soñado con ese viaje. Soñaba que iba solo en un bote rústico remando toda la noche», me volvió a decir ahondado en su odisea colosal. 
Ni las peores premoniciones le hicieron variar sus propósitos. Y remando desafío el imponente trayecto de 90 millas, lo desafiaron los tres y llegaron a la Florida. 

Hoy tengo el privilegio de asistir al gran milagro de Tony: la presentación del libro de su odisea en la mar y la felicidad de haber alcanzado su sueño más deseado. 

«Esa noche..., a penas pude dormir, pensaba en el paso drástico que iba a dar, en el por ciento de suerte que necesitábamos... y siempre, por supuesto, también pensaba en si vería de nuevo a los míos», narra en su emocionante relato.

No es una extensa narración, pero refleja un sacrificio extraordinario que pocos se animan a contar. De ahí el doble valor de protagonista de una hazaña y haber sobrevivido para contarlo.

Antonio Valdés-Miranda no ha mentido ni en una sola línea del relato. Tuvo que abandonar Cuba y lo que más le gustaba hacer por la sencilla meta de vivir mejor. Por eso no lo pensó para armar su historia 37 años después y no quedar en el olvido. Ese es el gran mérito que hace excepcional su relato.

Algún día Cuba tendrá que cambiar y será para bien, para que todos los que como Tony se desperdigaron de sus raíces, vuelvan la vista atrás. 

Entonces será otra Cuba mejor vestida, una Cuba para una vida justa y para que todos acabemos con  este destierro errante, nostálgico y solitario como el bote a la deriva de tanta gente que se fue y desandan por el mundo como historias extraviadas que siempre tendrán su sitio en las casas vacías de los pueblos que dejaron. 

Después de leer el relato con el que Tony Miranda se ha puesto la camisa de contador de historias, no puedo menos que admitir que el balsero ha hecho otro sacrifico digno para que se conozca su historia que es la de tantos que como él han preferido arriesgar sus vidas antes que permanecer en su tierra. 

Aquí está la historia de su historia y, de cierto modo, la de miles de cubanos que han preferido enfrentar el desafío del océano antes que continuar a merced de una vida marcada por las carencias y las penurias. Aquí queda el relato verídico de cómo salió de Cuba, de como salieron muchos un día en busca de una vida mejor. No está registrado el dato de cuantos vieron truncadas sus esperanzas a mitad del camino y jamás regresaron. Se contaran por cientos, miles tal vez, los que no pudieron encontrar la libertad al otro lado del mar. 
A Tony Miranda se le estiró el cuerpo pegado al Caribe. Desde niño sentía una especial atracción por el mar. Practicó la pesca y el buceo, conocimientos que junto a la natación le valieron para llevar adelante su odisea.

Hace más de 30 años que Tony Miranda y sus acompañantes en la travesía viven la libertad del exilio. Sus vidas se han forjado entre los riesgos y los sacrificios untadas por el salitre y el sol que les curtió el cuerpo. 
37 años después, la vida les ha pasado factura, pero les ha dejado el aura serena de héroes anónimos que tuvieron el valor de construir su propia estatua sobre la mar. 



Si a alguien hay que dedicar este libro es a todos los que zozobraron en su intento por cruzar el estrecho y nunca llegaron ni volvieron. Casi dos millones de cubanos viven hoy en Estados Unidos y dispersos por todo el mundo. Los cubanos son el tercer grupo hispano más numeroso de Norteamérica después de mexicanos y puertorriqueños.

Esta es la viva estampa de la travesía del balsero cubano en la perspectiva de la «Odisea por el Golfo de Mexico» de Antonio Valdés-Miranda, que fue también la de muchos hermanos muertos en el mar, una huella de heroísmo y sacrificio que no se borrará jamás.

Jesús Díaz Loyola (Madrid, abril de 2016)

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