Agonizando los 80, en los últimos años de dictadura comunista en Rumania, la persona más odiada en todo el país, después de Nicolae y Elena Ceausescu, era Nicu, el menor de sus tres hijos, llamado a suceder a sus padres el día en que los dos faltasen.
A mediados de los años ochenta, Nicolae hizo nombrar a Nicu líder de las Juventudes Comunistas, que al otro lado del telón de acero era un trampolín excelente para acceder al cargo de secretario general del partido. Luego lo ascendieron a secretario local del partido y jefe absoluto de la segunda ciudad del país, Sibiu.
Chistes, anécdotas sobre su alcoholismo y leyendas sangrientas se susurraban de boca en boca.
Entre las anécdotas más bufas y populares, una, probablemente apócrifa, cuenta que Nicu, que tenía el hobby de la caza mayor en el África negra, se presentó una noche lleno hasta las cejas de Johnny Walker etiqueta negra en el zoo de Bucarest, armado con su escopeta y dispuesto a cazar a los leones... que habían ya fallecido de inanición meses atrás.
Corrían historias también sobre su supuesto priapismo, sobre la violación y el defenestramiento de una joven que se habría negado a concederle sus favores, sobre sus cuantiosas propiedades y los palacios de las mil y una noches en que supuestamente vivía.
Lo cierto es que si en los agitados días de la revolución democrática todos especulaban con un fin de Nicu idéntico al que sufrieron sus padres (fusilados tras juicio sumarísimo), cuando compareció en juicio para dar cuenta de tantas atrocidades sólo se le pudo acusar de dos crímenes concretos: porte indebido de armas y genocidio, por la violenta reacción de la policía de Sibiu a las manifestaciones democráticas.
Nicu, físicamente muy distinto al orondo playboy de cínica sonrisa que esperaban los rumanos, apareció envejecido y demacrado,. ya enfermo de hepatitis crónica y cirrosis, y se defendió alegando que cuando dio la orden de cargar estaba borracho, y cuando se serenó la canceló de inmediato.
En su descargo, se supo que varias veces tomó medidas para paliar el hambre y las privaciones en la ciudad que dirigía Ia acusación. Se rebajó su petición de pena de 20 a 16 años y finalmente fue condenado a seis, de los cuales sólo, cumplió tres en la cárcel, en consideración a su pésima salud.
En algunas entrevistas a la prensa, Nicu reveló que durante los últimos años de la dictadura había intentado varias veces y siempre en vano convencer a su madre —a la que culpaba de los desastres de la nación en mayor medida que a su padre— de la necesidad de democratizar el país. De hablaba como de un visionario autista, ciego a la realidad.
"A mí también me espiaba la Securitate", llegó a declarar. Quizá era verdad. Con sus líos de faldas con su alcoholismo, con su ludopatía (al parecer frecuentaba demasiado los casinos internacionales) y con su manifiesto comprometedor desinterés por las ceremonias públicas y las reuniones burocráticas (que pondría en evidencia por ejemplo en 1986, cuando presidió el Año Mundial de la Juventud de las Naciones Unidas), Nicu defraudó a sus padres, que habían preparado un futuro tan espléndido para él.
Nicu Ceausescu, falleció el 26 de septiembre de 1996, en el hospital Central de Viena, a los 45 años de edad, y a consecuencia de una hemorragia interna provocada por la rotura de varices en el esófago. Terminó así una vida paradójica que parece directamente extraída de algún drama isabelino o de algún mito saturnino.
Los tres hijos de Ceaușescu.
Zoia, hija (en las imágenes de la derecha), murió en Bucarest en 2006, de un cáncer pulmonar. Tenía 56 años.
Nicu Ceausescu, el menor (en las fotos posteriores con sus padres y hermana) designado heredero en 'la dinastía' comunista, falleció en 1996, en Viena a los 45 años, también de cáncer.
Valentin (1949) el mayor (abajo con un cigarrillo), es el único superviviente de la familia, y a sus 67 años, vive hoy de manera modesta en Bucarest alejado de los lujos y excesos en los que se crió. (Fuente: El Mundo)
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