la abuela del arte naïf español
La pintora hace derroche de su lucidez nonagenaria y regresa con veinte obras que justifican su madurez artística
"El color de la magia" es la nueva propuesta de la zamorana que se ha ganado un espacio en el distrito madrileño.
Jesús Díaz Loyola (ATP)
Mira el Río se llama la calle, como la pintura de Isabel, que siempre mira al río y al horizonte infinito de la naturaleza que dibujan sus cuadros. En el número cuatro de la calle Mira el Río de El Pardo, en Madrid, está el Centro Cultural Alfonso XII que acoge este verano El color de la magia de esta mujer extraordinaria.
Tal vez nunca antes Isabel Martínez Ferrero tuvo la perspicaz idea de resumir en una obra toda la fuerza expresiva de su pintura. El color de la magia, su última creación, da título a la nueva exposición que este junio lleva a El Pardo en un intento por abarcar todo el universo de su fecunda vida consagrada al arte naïf.
Digo yo, a veces la crítica sobre la plástica no es lo suficientemente justa a la hora de catalogar el arte en toda su dimensión. Se habla del post modernismo y se olvidan las esencias culturales de un mundo real, las que matizan cada obra de arte. Y ese es el caso de Isabel, diría también, por la carga de influencia de su vida y su cultura que atesora toda una obra. El primitivismo que Isabel desarrolla está en la libertad e imaginación con que llena el lienzo.
La influencia cultural en su pintura está dada en que ella fue una niña que creció pegada al pueblo, entre flores y arboledas, y fue de las adelantadas que pronto alcanzaron la ciudad. De manera que ha sido esa razón, la que le ha mantenido toda una vida con su atinada fijación por el campo, por el río y por las flores. Se la dio el genio adelantado de la infancia y brotó después con su pintura.
Por eso decimos que la obra de Isabel Martínez viene de entonces, desde la inocencia de una niña que cavó siempre en sus orígenes, allá en un pueblo de Zamora (Villarín de Campos, 1917).
Isabel tiene ahora 93 años, pero desde el principio sus cuadros han venido cargados de un innato aire primitivo que sólo ella sabe traducir desde la delicada y vigorosa imagen del paisaje rupestre que desarrolla.
No hay dudas de que el éxito de esta pintora naïf radica en el encierro con el mundo que la cautivó y la absolvió para siempre en la parábola conceptual de su pintura.
Veinte obras componen El color de la magia que ahora mismo está en El Pardo. Desde “Mujer entre flores”, un retrato que data de más de veinte años hasta el color propio de la magia que revela su más reciente creación, la pintura de Isabel es un reflejo de la vida misma: delicadeza, puerilidad, todo envuelto en la belleza de imágenes juguetonas, que cada vez intentan descifrar el sugerente mundo que ha marcado su paso por la vida.
Isabel Martínez, la abuela del arte naïf, como a mí me gusta llamarla, tiene su estudio en el mismo piso donde vive en la madrileña calle de Orense. Su casa es un atisbo de maestría en el arte de pintar. Allí, día a día, esta anciana voluntariosa que es un reto a los años, se pasa casi todo el santo día en su casa-taller inmersa en su mundo naïf, soltando por sus manos la viveza de los colores que lo combinan todo como las piezas que ahora inundan El Pardo: Árboles mágicos, Retrato de Primavera, El templete árabe del Retiro, La Vendimia, Las últimas nieves o El río que nace en las montañas azules.
Casi a punto de tomar el salón expositor del Centro Cultural Alfonso XII y después de más de un año incursionando en la pintura de Isabel, Pilar, una de sus tres hijas y, tal vez, su mejor crítica, me propuso comentar esta muestra, y me lo dijo con una clara fuerza interpretativa de la imaginación con que pinta su madre: “El color de la magia es ella con sus colores, sus niñas, sus árboles, sus flores, con esa paz y alegría que le son innatas de toda la vida”.
Y cierto es que en la pintura de Isabel, sobre todas las cosas, está el Villarín de su infancia, pero también está el Madrid donde se le acabó de estirar el cuerpo; están España y sus imaginerías que reflejan el espíritu y la cultura de este mundo.
El color de la magia, la última exposición de Isabel Martínez Ferrero, es un acercamiento nítido a la esencia cultural de este tiempo y de su tiempo y, en definitiva, la sazón coloreada del universo que sus imágenes hacen cantar.
La muestra abarca el quehacer de los últimos años, de las últimas décadas, quizás. Aunque faltará la verdosidad primigenia de sus inicios, Isabel Martínez nos presenta su última muestra haciendo derroche del color de la imagen de una artista ya madurada, donde cada obra viene tratada con una genialidad que la hacen dueña de sus dones y sus destinos.
La obra mejor acabada de los años maduros de Isabel está en El Pardo: veinte cuadros justos, y cualquiera de ellos lleva esa distinción particular de la pintura naïf, la magia del primitivismo en que se mueve Isabel. Hay que verlo para vivirlo.
En la calle Mira el Río está un pedazo del eden maravilloso de Isabel. Y de calles hablando, supe en El Pardo que el Ayuntamiento del Villarín de sus orígenes le dedicó una calle a quien hace mucho tiempo le tienen allí como una hija ilustre.
Una imbatible Isabel regresó a El Pardo este junio rodeada de familiares, amigos y muchos admiradores espontáneos No son pocos, porque a sus 93, Isabel todavía enamora.
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