Con su deceso, incierto o no, Wilman ahora es
un nombre más para el recuerdo
Estos días, todo el mundo recuerda el episodio de Orlando Zapata, el preso político que falleció en La Habana, en 2010, tras un tormentoso ayuno; también la muerte de Juan Wilfredo Soto, otro opositor en Santa Clara, que sucumbió gravemente enfermo.
Jesús Díaz Loyola (ATP) No sé si fue una huelga de hambre, según la oposición, o una muerte evitable que rápidamente salió a justificar el Gobierno de Cuba. pero lo cierto es que Wilman Villar Mendoza, se haya echado a morir o no, con 31 espléndidos años, insólitamente, ahora está muerto.
La viuda del extinto reo cubano que de la noche a la mañana se ha convertido en un fenómeno mediático, y para más pena, comidilla de políticos, ha calificado su muerte de "manipulación" y "engaño", porque según dice, el oficialismo negó su ayuno y el que fuera un disidente. Pero lo cierto es que Wilman Villar Mendoza está muerto ya.
Maritza Pelegrino le dio dos hijas a Wilman. No creo que ninguna de las dos, ni Maritza ni el propio Wilman en vida, hayan deseado formar este episodio con el padre que se esfumó. Ni me lo deseo yo mismo, ni se lo deseo a nadie, después que uno, en definitiva, un día se larga con Dios.
La señora de Villar le dijo a la EFE española que la versión oficial del Gobierno es "un cuento de la Policía política" que intenta "manchar su imagen después de muerto".
Lo insultante ya no es que los medios se inclinen por una u otra versión, sino que hasta tres Estados juntos (y crecerá la lista): Estados Unidos, España y Chile, se pongan ahora a hacer carrera con un hombre que ya está muerto. Si se levanta la mano, que se levante para salvar una vida, no para dramatizar la muerte. Wilman Villar llevaba dos meses justos en una supuesta huelga, y hasta que sucumbió nadie dijo ni hizo nada por él, nada como el rigor con que se ha tomado su extinción.
El Gobierno cubano divulgó una "nota informativa" sobre la muerte de Villar, en la que afirma que se trata de un "recluso común" y asegura disponer de "abundantes pruebas y testimonios que demuestran que no era un 'disidente' ni estaba en huelga de hambre".
También subraya la nota, que Villar fue encarcelado el 25 de noviembre por delitos de "desacato, atentado y resistencia" relacionados con una agresión a su esposa que denunció la madre de esta.
INTERNET hoy está llena de imágenes y notas del ser que fue o que no fue Wilman Villar Mendoza, malintencionadas o no, pero allí están, colgadas a saco, como comidilla de las sobremesas en cualquier rincón del orbe.
La élite mediática se mueve en torno al difunto. Lo cocinan en sus crónicas. Nadie ha recabado aún de la Policía cubana las pruebas que todo lo acrediten (y lo estarán deseando). En Cuba hay un pool de corresponsales extranjeros acreditados para informar y corroborar. Por decir, de todo se dice, pero tampoco nadie ha pedido constancias a su viuda indignada ni a su madre denunciante, sobre la certeza de si hubo o no agresión de pareja para que Villar fuera a parar a la cárcel, donde la afrenta a sus propios actos acabaron con su vida.
En cualquier caso, según el gobierno, después de los hechos, Wilman Villar quedó "procesado en libertad" y comenzó sus vínculos con la oposición (su derecho tuvo). Entonces, Wilman ya estaba en libertad.
"Todo eso lo niego. Fue manipulado, es un engaño", le dijo a EFE la señora Pelegrino desde la misma oriental región de Contramaestre, en Santiago de Cuba, donde Villar ya está enterrado, sin que nunca antes su vida haya trascendido tanto como ahora después de muerto..
Todo lo que se ha movido en torno al difunto es un episodio entre el régimen, los medios y la vida de calle, para bien de unos y para mal de otros, un culebrón de dimes y diretes que como siempre en estos casos no tiene para cuando acabar.
El Gobierno ataca y dice que Villar fue "procesado en libertad". Su propia mujer deja lagunas cuando aclara que se trata de un capitulo anterior, en el cual Wilman fue detenido y golpeado en estado de ebriedad, y liberado bajo fianza después. Quedan muchos por qué en la duda, por más que Pelegrino afirme que "en ningún momento (Wilman) me agredió", y acuse al Gobierno de no haber atendido mejor a su esposo, porque "lo dejaron morir". Seria afirmación que amplifican los medios sin argumentos ni razón.
El 29 de diciembre, la última vez que la mujer visitó a su esposo, ya en la cárcel, a Villar Mendoza se le veía "deshidratado" y "muy flaco", porque estaba en huelga de hambre, dijo ella a los medios.
Voces de la oposición confirmaron, sin pruebas, que Villar Mendoza, ya en prisión, inició su huelga en protesta por su condena. Inexplicablemente, a sus 31 saludables años –a juzgar por las fotos que se difunden por el mundo- su salud sufrió un deterioro voraz en el margen de dos meses hasta que el viernes 13 de enero, Wilman fue trasladado al hospital santiaguero Juan Bruno Zayas. Una "asepsia generalizada" y neumonía asociada acabaron con su vida el jueves último, cuando se desató el boom mediático por la muerte de otro opositor.
Estos días todo el mundo ha recordado un episodio similar que desenlazó la muerte de Orlando Zapata, el preso político que falleció en La Habana en febrero de 2010, tras un largo e cruento ayuno.
La figura disidente de Wilman Villar quedó resuelta así. Era un opositor "activo" con una escasa trayectoria de tres meses desde que el pasado septiembre se sumó a la ilegal Unión Patriótica de Cuba. Si fue así, su camino de contra poco duró, porque el 14 de noviembre fue detenido en una protesta callejera, juzgado y condenado. Enfermó, agonizó y su vida expiró como pólvora. Esa es la gran verdad por más que la justicia justifique ahora que los cuatro años que pesaban sobre sus espaldas fueron por delitos de desacato y atentado contra la autoridad.
Wilman Villar recibió todas las atenciones con un amplio espectro de medicación de última generación en el clínico quirúrgico, donde falleció, uno de los centros hospitalarios de mayor nivel del oriente cubano. Si así ha sido, entonces no cabe la menor duda de que algo estuvo mal.
Es obvio en toda esta historia. Lo fue para un todavía joven Zapata hace casi dos años y se acaba de repetir este enero con Villar. Es obvio que la insuficiencia de una medicina no menos golpeada en un país con carencias, a todas luces, pudo hacer mella en la salud del paciente al margen de toda conjetura política.
Todos los días no se muere tan fácil un joven de 30 años. En Cuba, pasó con Zapata, se repitió en la primavera de 2011 con Juan Wilfredo Soto, en Santa Clara, y se repite ahora y pasa con Wilman Villar Mendoza, un hombre al que la ignominia radical lo llevó a la cárcel, enfermó y murió sin compasión.
Dice la nota del gobierno que "Cuba lamenta la muerte de cualquier ser humano". Eso deja bien sentado que aquí no cuenta que quien haya muerto, sea un disidente o no.
Entonces digamos pues, que por el más elemental respeto al mismo pueblo de donde salió Wilman, el Gobierno ha de encarar ahora su deber responsable de abrir una investigación hasta encontrar el por qué murió, en realidad, Wilman Villar Mendoza, lejos del impacto mediático-político que ha dejado su muerte insospechada. Se ha ido una vida, y es lo que cuenta. Imagino que a Cuba también.
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