Jesús Díaz Loyola (ATP)
En mi desandar por el periodismo y por la radio, aprendí que la camisa de periodista hay que llevarla siempre puesta, a cualquier hora y en cualquier parte. Y uno de esos hombres extraordinarios de la comunicación es Álvaro Luis (Huelva 1942) con el sello distintivo que cada día le imprime a su magazín sonoro Caliente y Frío desde Cope 2, en Madrid.
El comediógrafo y articulista Juan José Alonso Millán, uno entre tantos miles que han desfilado por la selecta parrilla de Álvaro, lo define como "un hombre todo radio". Y no se equivoca. Álvaro lo es en absoluto. Esta semana he tenido el privilegio de conocer de cerca a un hombre íntegro de la radio.
De la mano de mi paisano José Legrá, gloria y figura del boxeo (dos veces Campeón del mundo) asistí a una de las ultimas emisiones de abril del banquete Caliente y Frío, que desde hace más de tres décadas surca las ondas desde la mesa y la voz de Álvaro Luis. Hoy se emite en magistral formato por la Cope Radio desde la capital española.
Cada edición tiene invitados y cada invitado trae noticias. La mía: Legrá me concedió el mérito de biografiar su vida, y Caliente y Frió puso sobre el tapete –lo hace a menudo- la extrovertida vida de Pepe, el ya célebre “Puma de Baracoa”, su ciudad natal en Cuba.
Si alguna distinción tiene Caliente y Frío, es la actualidad y la singular manera que imprime Don Álvaro a la hora de abrir fuego sonoro con las entrevistas más insospechadas a figuras del mundo artístico, la literatura, el deporte y todo cuanto se le antoja en su hora sorpresa del éter.
Álvaro vive permanentemente con la camisa de periodista. La lleva siempre puesta, y se la quita a sus invitados como buscando los entresijos de sus vidas, porque tiene el poder supremo de desnudar a cualquiera en el punto más álgido de sus debates. Siempre deja esa sensación, además del cabal profesional que es.
En la edición en que degusté su magistral merienda-cena al hilo de su tertulia, todavía no había dicho adiós en antena y ya Álvaro salía a la captura de su presa: los entrevistados que llenarían el tiempo de su próxima emisión. No le importa si es de día o de noche, si es al alba o en la madrugada, pero cuando hay trigo que calienta lo frío, Álvaro sale en su búsqueda.
Se lleva más de treinta años hablando de este hombre, toda una vida, y parece que llegó ayer al fascinante mundo de las ondas, porque a toda hora Álvaro Luis, que nació en Huelva y se sembró en Madrid, destila vitalidad y maestría ante el micrófono.
Caliente y Frío es una escuela de figuras: nombres que hoy tienen crédito mediático antes fueron unos afanados en el aprendizaje y manera de hacer la radio en caliente, sino que se lo pregunten a Emilio Romero, a Pedro J. Ramírez, a José Luis Gutiérrez o a José Luis Dávila. Sus voces y sus opiniones inundaron las noches hertzianas de una época.
No se equivoca Alonso Millán cuando dice que “Álvaro es un ser múltiple. No sé cuando duerme. Lo fabrica todo. Conoce al mundo entero y el mundo entero le respeta y le quiere”.
Y, os lo confieso, todo el que va a su mesa se marcha queriéndolo: el campeón del ring que escuchó sus alabanzas, la cantante lírica de se va de gira, los actores del último éxito de taquilla. Su radio-mesa se mueve entre lo actual y lo selecto, lo bello y lo divino.
Con Álvaro uno se sienta a la mesa y a la radio, a vivir la placidez del momento y el sonido, sin pedanterías ni mediocridades, con la sensación suprema del poder infinito de las ondas.
En Caliente y Frío se debate y se digiere después de una mesa suculenta a la altura de su anfitrión.
Por más que pasen los años, la nómina de Caliente y Frío no ha abandonado su particular distinción de calidad. Ahora es Yola, Yolanda, la seductora voz que sirve a Álvaro en esta aventura indetenible de pilotear cada día, de lunes a viernes, una hora justa de desandar por las ondas (18:00 a 19:00)
En cualquier caso, guardo la satisfacción de haber asistido al lujo de la radio, porque es el sello indiscutible de Caliente y Frío. Tallas de profesionales de la palabra hablada como María José Peláez, Esther Pedraza, Marta Robles y Reyes Monforte, han dejado también su impronta en algún momento de las tres décadas largas que descifran el rincón madrileño de Álvaro.
La radio y él, marcan la vida día a día, hora a hora, y su público le estará agradecido, siempre que Álvaro nos siga sorprendiendo con la singular manera de golpear la copa que en cada emisión anuncia que ha llegado la hora para ponerlo todo en Caliente y Frío. Que sea por mucho tiempo, hombre.
Creado en 1980, Caliente y Frío pasó tres años (desde 1988 a 1990) en la Cadena COPE, luego desandó los predios de Intereconomía y ahora es una hora espectacular en las tardes de la 101.8 Cope 2 desde Madrid. Pero, sobre todas las cosas, en ese punto del dial, se ha dado cancha a toda una generación del mundo del espectáculo, la cultura, el deporte y hasta la política.
Hoy, toda una hora de amenidad, se sube a las ondas desde la COPE cuando el reloj marca las seis de la tarde en España, lo mismo sea desde un hotel que de un restaurante de moda, donde se le ocurra a Álvaro, pero con su excelencia siempre puesta en la actualidad, dando en la diana de la noticia y los acontecimientos, que es el gran don en su singular manera de hacer la radio.
Cada edición tiene invitados y cada invitado trae noticias. La mía: Legrá me concedió el mérito de biografiar su vida, y Caliente y Frió puso sobre el tapete –lo hace a menudo- la extrovertida vida de Pepe, el ya célebre “Puma de Baracoa”, su ciudad natal en Cuba.
Si alguna distinción tiene Caliente y Frío, es la actualidad y la singular manera que imprime Don Álvaro a la hora de abrir fuego sonoro con las entrevistas más insospechadas a figuras del mundo artístico, la literatura, el deporte y todo cuanto se le antoja en su hora sorpresa del éter.
Álvaro vive permanentemente con la camisa de periodista. La lleva siempre puesta, y se la quita a sus invitados como buscando los entresijos de sus vidas, porque tiene el poder supremo de desnudar a cualquiera en el punto más álgido de sus debates. Siempre deja esa sensación, además del cabal profesional que es.
En la edición en que degusté su magistral merienda-cena al hilo de su tertulia, todavía no había dicho adiós en antena y ya Álvaro salía a la captura de su presa: los entrevistados que llenarían el tiempo de su próxima emisión. No le importa si es de día o de noche, si es al alba o en la madrugada, pero cuando hay trigo que calienta lo frío, Álvaro sale en su búsqueda.
Se lleva más de treinta años hablando de este hombre, toda una vida, y parece que llegó ayer al fascinante mundo de las ondas, porque a toda hora Álvaro Luis, que nació en Huelva y se sembró en Madrid, destila vitalidad y maestría ante el micrófono.
Caliente y Frío es una escuela de figuras: nombres que hoy tienen crédito mediático antes fueron unos afanados en el aprendizaje y manera de hacer la radio en caliente, sino que se lo pregunten a Emilio Romero, a Pedro J. Ramírez, a José Luis Gutiérrez o a José Luis Dávila. Sus voces y sus opiniones inundaron las noches hertzianas de una época.
No se equivoca Alonso Millán cuando dice que “Álvaro es un ser múltiple. No sé cuando duerme. Lo fabrica todo. Conoce al mundo entero y el mundo entero le respeta y le quiere”.
Y, os lo confieso, todo el que va a su mesa se marcha queriéndolo: el campeón del ring que escuchó sus alabanzas, la cantante lírica de se va de gira, los actores del último éxito de taquilla. Su radio-mesa se mueve entre lo actual y lo selecto, lo bello y lo divino.
Con Álvaro uno se sienta a la mesa y a la radio, a vivir la placidez del momento y el sonido, sin pedanterías ni mediocridades, con la sensación suprema del poder infinito de las ondas.
En Caliente y Frío se debate y se digiere después de una mesa suculenta a la altura de su anfitrión.
Por más que pasen los años, la nómina de Caliente y Frío no ha abandonado su particular distinción de calidad. Ahora es Yola, Yolanda, la seductora voz que sirve a Álvaro en esta aventura indetenible de pilotear cada día, de lunes a viernes, una hora justa de desandar por las ondas (18:00 a 19:00)
En cualquier caso, guardo la satisfacción de haber asistido al lujo de la radio, porque es el sello indiscutible de Caliente y Frío. Tallas de profesionales de la palabra hablada como María José Peláez, Esther Pedraza, Marta Robles y Reyes Monforte, han dejado también su impronta en algún momento de las tres décadas largas que descifran el rincón madrileño de Álvaro.
La radio y él, marcan la vida día a día, hora a hora, y su público le estará agradecido, siempre que Álvaro nos siga sorprendiendo con la singular manera de golpear la copa que en cada emisión anuncia que ha llegado la hora para ponerlo todo en Caliente y Frío. Que sea por mucho tiempo, hombre.
Creado en 1980, Caliente y Frío pasó tres años (desde 1988 a 1990) en la Cadena COPE, luego desandó los predios de Intereconomía y ahora es una hora espectacular en las tardes de la 101.8 Cope 2 desde Madrid. Pero, sobre todas las cosas, en ese punto del dial, se ha dado cancha a toda una generación del mundo del espectáculo, la cultura, el deporte y hasta la política.
Hoy, toda una hora de amenidad, se sube a las ondas desde la COPE cuando el reloj marca las seis de la tarde en España, lo mismo sea desde un hotel que de un restaurante de moda, donde se le ocurra a Álvaro, pero con su excelencia siempre puesta en la actualidad, dando en la diana de la noticia y los acontecimientos, que es el gran don en su singular manera de hacer la radio.
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