Decía Napoleón que "el porvenir de un hijo es siempre obra de su madre". Isabel hoy ha de andar orgullosa porque legó tres retoños a la vida, además de su fecunda obra en la pintura.
No podía ser de otro modo que hoy volviera a evocar a esta nonagenaria zamorana afincada en Madrid, de la que siempre he admirado su don innato sobre el lienzo.
«He necesitado toda mi vida para pintar como un niño»
Pablo Picasso.
Pablo Picasso.
Apuntando hacia sus cuadros, dije una vez que no hace falta ser Van Gogh para pintar maravillas. Se llama Isabel. Su obra impresiona, no deja de impresionar. Lo vivieron en su infancia de Villarín de Campos, allá en la Zamora de los años treinta, cuando de las manos de la niña Isabel salían los primeros cuadros; lo vive hoy Madrid y todo el que se sabe seguidor del arte naïf de Isabel Martínez Ferrero (Zamora, 1917).
Una selección de la obra de esta nonagenaria que acunó en los campos de Zamora las virtudes de su arte se alista para una nueva exposición este verano en Madrid.
Hoy es un día de flores, y cuando le pregunté por qué tantas flores, tanta arboleda y tantas casas rústicas del campo en sus creaciones, una frase justificó todo el ingenio del arte de pintar de esta mujer que se me antoja ver como la madre de los pintores naïf en España: “Ahí nací, crecí y me forjé”
Su mayor estímulo ha estado siempre en la familia y en el pueblo: “De niña siempre pintaba por los pasillos de casa, en el colegio, me gustaba pintar”.
Su mayor estímulo ha estado siempre en la familia y en el pueblo: “De niña siempre pintaba por los pasillos de casa, en el colegio, me gustaba pintar”.
Entre las cosas que he hablado con Isabel desde que vengo conociéndole hace poco más de un año, y en medio la atracción desmesurada que provocan sus pinturas, emociona, sobre todo, ver a una mujer que lejos del paso de los años, deslumbra por la facilidad con que rastrea en el pasado de su infancia, donde ella fundamenta el soporte de su gloria.
Isabel Martínez Ferrero va camino de los 100 años, el siglo. Tiene ahora 92 y cuando se asiste a su pintura, no se puede evitar decir que sus manos tienen un prodigio mayor que solo expresa cuando enfrenta el lienzo con el pincel. Su pintura es un reflejo del desenfreno de un tiempo no menos feliz, entre el color del campo y el calor pueblo.
Isabel Martínez Ferrero va camino de los 100 años, el siglo. Tiene ahora 92 y cuando se asiste a su pintura, no se puede evitar decir que sus manos tienen un prodigio mayor que solo expresa cuando enfrenta el lienzo con el pincel. Su pintura es un reflejo del desenfreno de un tiempo no menos feliz, entre el color del campo y el calor pueblo.
No he profundizado mucho en su pasado, pero imagino que los padres que la engendraron se estarán gozando en la Gloria del prodigio de una niña adelantada, y la recordarán en su más tierna infancia de Zamora mirando al horizonte y después zambullida en los dibujos sobre un papel en los rincones de su casa con esa libertad inocente que tienen los niños en sus andaduras tempranas.
Isabel es una artista consumada. Lo es desde hace mucho tiempo. Leí su currículum. Es impresionante la constancia artística que lega a toda una vida. Decenas de exposiciones han dejado la impronta de su pincel en buena parte de España y en el extranjero. Cito algunas de sus colecciones personales con acuñado éxito: Palacete de Cruz Roja y Centro Gallego, en Madrid, entre 1985 y 1987. De otra parte, el Ayuntamiento de Madrid y el Palacio de Congresos y Exposiciones, vienen repitiendo sus exposiciones desde 1989, pero hay muchas otras.
Por todas esas razones se fundamenta la fecunda carrera artística de Isabel Martínez Ferrero, que atesora también premios: el que le adjudicó la VIII Exposición de Pintura Naïf “La Primavera”, en 1998; el primer accésit del IV Certamen de Arte Naïf “Madrid 2012 a soñar” (2003) y la mención de honor en el Salón Internacional de Pintura Naïf en Estoril, Portugal, en 2004.
La técnica de esta mujer, que por suerte afortunada sigue regalando esplendor aun superados los 90, deja a un lado el mundo real en que vivimos y nos traslada con fuerza imaginaria al escenario de sus orígenes zamoranos, cada vez que de sus manos brota un nuevo lienzo adosado en el expresionismo de la naturaleza que nos rodea.
Por todas esas razones se fundamenta la fecunda carrera artística de Isabel Martínez Ferrero, que atesora también premios: el que le adjudicó la VIII Exposición de Pintura Naïf “La Primavera”, en 1998; el primer accésit del IV Certamen de Arte Naïf “Madrid 2012 a soñar” (2003) y la mención de honor en el Salón Internacional de Pintura Naïf en Estoril, Portugal, en 2004.
La técnica de esta mujer, que por suerte afortunada sigue regalando esplendor aun superados los 90, deja a un lado el mundo real en que vivimos y nos traslada con fuerza imaginaria al escenario de sus orígenes zamoranos, cada vez que de sus manos brota un nuevo lienzo adosado en el expresionismo de la naturaleza que nos rodea.
La pintura de Isabel es un edén y el mundo maravilloso que son sus cuadros, paisajes y retratos, se funde en una naturaleza viva que ella no ha olvidado jamás desde sus días de infancia en Villarín.
Uno se detiene, por ejemplo, en La Rosaleda (2000) y admira a derroche el poder de traslación a lo real maravilloso del entorno, del pueblo y de la sierra que, en cualquier caso, trasmite Fernández Ferrero. La Rosaleda bien es un tributo de Isabel a las madres de este mundo.
Hay otros: El árbol amarillo, creación de 1990; Al final del camino o Flores en el camino, que le brotaron entre 1995 y 1999, todos sin excepción, trasladan una fuerza de sentimiento del bien y de la ternura impregnada en la pintura de Isabel.
En un punto de la madrileña calle de Orense, Isabel Martínez consume su vida abrazada a su arte, entre los trajines diarios de su casa, donde, sobre todo, se presenta complejo y singular el entorno donde esta anciana hace maravillas con el pincel. Tendrá cuadros por todas partes, las huellas de su pintura estarán en cualquier rincón. La imagino cada vez que se cruza entre la paleta de óleos y el caballete del que sale cada lienzo, inmersa siempre en el oficio que le ha llenado de colores la vida.
A sus 92, Isabel se muestra apacible y callada como las figuras de sus cuadros, o mejor de sus “caras” de la vida, como ella prefiere llamar a cada lienzo que dibuja con las vivencias guardadas de los caminos y veredas de su infancia.
El peso de los años le causa ya pérdida auditiva, pero en su pintura traslada esplendor, vitalidad y ternura en unos paisajes que son la fuerza de su dibujo, y así Isabel es feliz. Lo que pinta Martínez Ferrero tiene una fuerte dosis de impresionismo porque sus cuadros trasladan luz más allá de las formas de sus paisajes.
Desde la Asociación Española e Internacional de Críticos de Arte, Amparo Martí ha valorado la obra de esta nonagenaria: “Construye sobre contrastes un naïfauténtico, un mundo irreal, positivo y feliz” .
Otros artistas plásticos como Leticia Ortiz de Urbina, la define como una “pintora auténtica” que enseña su habilidad en el manejo del color, en tanto Villa-Toro apunta que “el naïf en las manos de Isabel se convierte en un exótico y maravilloso arte sin tiempo”
En un punto de la madrileña calle de Orense, Isabel Martínez consume su vida abrazada a su arte, entre los trajines diarios de su casa, donde, sobre todo, se presenta complejo y singular el entorno donde esta anciana hace maravillas con el pincel. Tendrá cuadros por todas partes, las huellas de su pintura estarán en cualquier rincón. La imagino cada vez que se cruza entre la paleta de óleos y el caballete del que sale cada lienzo, inmersa siempre en el oficio que le ha llenado de colores la vida.
A sus 92, Isabel se muestra apacible y callada como las figuras de sus cuadros, o mejor de sus “caras” de la vida, como ella prefiere llamar a cada lienzo que dibuja con las vivencias guardadas de los caminos y veredas de su infancia.
El peso de los años le causa ya pérdida auditiva, pero en su pintura traslada esplendor, vitalidad y ternura en unos paisajes que son la fuerza de su dibujo, y así Isabel es feliz. Lo que pinta Martínez Ferrero tiene una fuerte dosis de impresionismo porque sus cuadros trasladan luz más allá de las formas de sus paisajes.
Desde la Asociación Española e Internacional de Críticos de Arte, Amparo Martí ha valorado la obra de esta nonagenaria: “Construye sobre contrastes un naïfauténtico, un mundo irreal, positivo y feliz” .
Otros artistas plásticos como Leticia Ortiz de Urbina, la define como una “pintora auténtica” que enseña su habilidad en el manejo del color, en tanto Villa-Toro apunta que “el naïf en las manos de Isabel se convierte en un exótico y maravilloso arte sin tiempo”
Isabel estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y sus primeras obras datan de 1939. Tiene colecciones y exposiciones individuales y colectivas por toda España. Una pintura suya fue donada a la Ciudad del Vaticano y otras tantas forman parte de muestras privadas.
Fuera de España sus obras se encuentran expuestas en Italia, Estados Unidos, Argentina, Paraguay y Venezuela.
Isabel Martínez Ferrero es una expresión de surrealismo de la geografía peninsular. Cada cuadro suyo atesora una historia personal afincada en sus orígenes, pero sobre todas las cosas, su obra expresa el sentido del bien en el complejo mundo que dibuja su óleo.
Feliz Día de la Madre, Isabel
"Con mi pintura
me siento más joven.
me siento más joven.
Para mí, crear es existir,
es vivir entre bosques encantados
y montañas azules,
dando vida a paisajes
siempre con flores y agua
y personas llenas de paz"
y montañas azules,
dando vida a paisajes
siempre con flores y agua
y personas llenas de paz"
Esa mirada que coincide contigo, confiada, amorosa, nostálgicamente alegre, pícara.
ResponderEliminarAy, Isabel, cuanto deseo tengo de estar nuevamente en Orense!
Hugo