24 octubre, 2010

Andrés Puig salta del negro a la luz

“Una mirada sobre África”

El pintor hispano-cubano abre su etapa de luz en el Centro Cultural Pérez de la Riva
(Las Rozas, Madrid)
Jesús Díaz Loyola (ATP)
Fotos: Cortesía de Puig
Nueve óleos sobre lienzo y una docena de dibujos a pluma, un motivo y una razón: África y la luz. Ese es el presupuesto artístico con que el pintor hispano-cubano Andrés Puig, afincado en Madrid, se declara plenamente inmerso en el período luminoso de su obra.

Veintiuna obras en total justifican su más reciente propuesta: “Una mirada sobre África”, que durante octubre y noviembre ocupa el madrileño Centro Cultural Pérez de la Riva, en Las Rozas.
"Una mirada... es la pizca con que Puig se anticipa a "Serengueti", la exposición cumbre que ya ultima para llevar próximamente a salas y museos nacionales e internacionales y que conforman 70 obras de grande, mediano y pequeño formato, y medio centenar de dibujos.
Puig (con sombrero) y el autor de este blog.

Cuando este octubre, el propio Puig dejó felizmente inaugurada la muestra en la Sala Maruja Mallo, destapó nueve lienzos que justifican todo el colorismo y vestigios africanos que marcan la nueva etapa en que el artista deja lo negro para adentrarse en un período de luz.

La mirada diáfana sobre África que hace ahora, es una evocación artística que le sitúa en el período de máximo esplendor, a partir de las vivencias que guarda de un latiente viaje por el continente negro, tres décadas atrás, y que le llevó a Tanzania, Somalia, el Congo Brazzaville, Kenia y Egipto.

De cualquier modo, antes y ahora, en su línea negra primero y en su etapa de luz después, los cuadros de Puig son cada vez un reflejo del encierro maravilloso en que han convivido la pintura y él, con la infinidad de motivos y figuras que dibuja desde que se asentó en la sierra madrileña hace más de veinte años.

En ese mundo de magia y silencio, Andrés Puig ha hecho maravillas. Recuerdo su revelador período negro que hacia 2004 agotó en su colección La Fértil Reserva Infinita Casi Agoniza. Allí están "Conjuro", "Acecho", "Cicatrices" y "Día de Magia" como un canto imperecedero al gigante africano.
Pero ahora Puig, enhorabuena, se zafa de la sombra para explayar la luminosidad en su pintura: “Más color, más contraste, más nitidez y, sobre todo, luz”.

“Mujeres del Serengueti”, el tríptico de 2009 que lanza su nuevo proyecto, es una obra maestra que el autor ha de preferir con especial manera, porque fue allí donde Puig justificó toda la consumación de su etapa de luz. Son motivaciones supremas, en las que las mujeres se mueven como cuerpos celestes para formar una conjunción de ambientes luminosos.

"Mujeres del Serengueti" (a la derecha) debe su nombre al Parque Nacional tanzano, muy cerca de donde está la Zona de conservación de Ngorongoro, y entre sí, forman todo el ecosistema del Serengueti, fuente en la que ineludiblemente se ha inspirado Puig para su obra. Los dos destinos han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Por todo el Serengueti habitan fundamentalmente leones, leopardos, elefantes, rinocerontes y el búfalo cafre., aunque aquel confín africano es hogar también de hienas, guepardos, cebras, aves rapaces y muchas otras especies, cualquiera de las cuales llenan la imaginería plástica que se ha revelado como un estilo particular en Andrés Puig.
En su meta cumbre que es ya el proyecto Serengueti, con toda la carga de evocación del negro entre lo blanco, el artista ha plasmado en una vasta serie la viva imagen que retiene del África de los 70, con personajes y evocaciones que logra en un contexto de impoluta claridad, y en una abstracta interpretación de los orígenes de la Humanidad.

Su fama y prestigio como exponente de la vanguardia surrealista, le viene desde sus mismas raíces, cuando nació en 1948, en la oriental provincia de Las Tunas, pegado al campo, y en esa convivencia idílica con la tierra ha seguido toda una vida.

Todas las exposiciones anteriores, incluidas las colecciones permanentes donde sus obras viajan por el mundo, reflejan los más disímiles ambientes y personajes que han marcado la vida de Puig, y con los que no deja de convivir y hasta sueña.

Pero, como decía, ahora Andrés salta del negro a la luz y llega a un mundo de imágenes que alumbran y lleva consigo a cualquier parte, en un viaje imbatible entre el tiempo, la memoria y los recuerdos más vivos. Eso es lo que encierra ahora su atinada mirada sobre África y todo el espectro del Serengueti que palpita en él.

Me detengo en una más, “El cruce del río Mara” (a la izquierda), obra de 2009, una impresión de seres virtuales vistos en un contexto, donde las figuras, los colores y los contrastes, trasladan cualquier circunstancia. Hay selva, hay agua, hay cielo y hay odisea, todo un universo que Puig vuelca magistralmente sobre el lienzo.

Junto a sus grandes óleos, el artista lleva a Las Rozas un conjunto de dibujos a pluma: “Bajo el sol”, “Buscando paz”, “Nueva vida”... Todos, sin desperdicio, son cuadros cristalizantes que inyectan luz en la retina y conforman una serie que dibuja güijes -como los llama Andrés- seres de la fantasía que en ciertos lugares de la Isla de su pasado protagonizan leyendas populares, pero en las viñetas de Puig se mueven al antojo de los ojos.
El manchego Pedro Morillo, pintor y escultor de amplia ejecutoria, quien comparte motivos en la Fundación de Andrés Puig, valoró altamente la madurez consumada en el cubano con "Serengueti", en tanto la periodista y escritora riojana Julia Sáez Angulo, que coordina la muestra de Las Rozas, exaltó sus más nobles instintos a favor del arte y los aires fundacionales por los que ya transita su obra.

Las obras que este otoño llegan a Las Rozas y se adelantan al gran proyecto Serengueti, un programa itinerante que ocupará varios años, justifican toda la luminosidad del contraste con que el artista expandió el óleo sobre el lienzo y entró en su período de luz para hacer todavía más expresiva su personal manera de dibujar, la técnica que domina en él y que nos es suficiente para leer sus cuadros.

El Andrés Puig que se pasea por Madrid, es autor además de las colecciones Camino de esperanzas (2004), La intemporalidad del retorno (2003), y tiene catalogadas en los noventa Afromística Cubana, Encuentros de Orishas y Algo por qué meditar, una exposición que cosechó éxitos en Argentina, Chile y la ciudad balneario de Miami (Estados Unidos).

Cualquier signo de la transculturación afrocubana confluye en su obra, permanentemente animada en la abstracta interpretación de ecos visionarios y surrealistas con un estilo que ya lleva el sello de Puig.

Y todavía me remonto seis años atrás, en 2004, cuando concibió Éxodo africano (foto de la derecha). Allí, Andrés Puig ya preconizaba el período de luz al que se afana ahora.
Pero la colección que llena toda la etapa luminosa es mucho más amplia de lo que aquí se cuenta. Diría que brotó también con su serie de bailarinas, que hace unos años tuvo un especial impacto.

En su casa-taller de la sierra madrileña, el artista le echa cuentas al tiempo y cada día, a cada paso por entre los cerros de La Cabrera, un trazo insospechado suyo le abre una rendija más a la luz en sus pinturas.

Puig en plena faena, en su estudio de la sierra madrileña
En Las Rozas le preguntaron si tenía autorretrato, y el artista sostuvo que cualquier cuadro suyo es una semblanza de la vida que ha llevado en sus estados más puros: bohemio, elegante y melancólico.

Todos los cuadros de Puig son una tentación a los ojos y no evitan que uno se rinda ante ellos. La exposición en el Centro Cultural Pérez de la Riva, en Las Rozas, Madrid, es una sugerente ocasión para encontrarse con la obra de este consumado artista y el mundo mágico que le rodea, lleno de mitos y leyendas.

LEA MAS SOBRE LAS PROYECCIONES Y PERSPECTIVAS DE PUIG EN SU SITIO WEB: http: //www.amdragos.es/puig/

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