28 abril, 2017

MI ENCUENTRO CON LOS DELFINES

En el mar callado y tranquilo de Isabela de Sagua,

un puerto del norte de CUBA


Me encontré con mamíferos adorables, los mas estudiados en el reino marino y, probablemente, en el entorno faunístico mundial. El delfín es una especie que ha recorrido la historia, desde las primeras impresiones de pinturas rupestres hasta nuestros días. Habitan prácticamente todos los mares, pero paradójicamente se siembran cada vez más en cautiverios. Protagonistas principales de mitos y leyendas a cual más de atractivos y mágicos, los delfines, sobre todo, son una lección permanente de docilidad y belleza. Yo la viví un día, hace ahora 30 años.    


    
30 AÑOS DESPUÉS 
 CUENTO MI HISTORIA 

Nadando con los delfines

Una de las franjas costeras donde mejor se conserva el delfín común de los mares y que tuve la suerte fortuita de conocer cuando yo comenzaba mis andaduras por el periodismo, está en el puerto cubano de Isabela de Sagua, en la costa noratlántica del país. Navegamos un día entero en medio del fascinante mundo de los delfines. 

ISABELA DE SAGUA AYER

Fundado en 1884, Isabela es un pueblo callado, pero espléndido, preferido por biólogos de todo el mundo para disfrutar de la compañía de delfines en libertad. 

Yo viví la experiencia en a bordo Acuario 1, una expedición que se quedó para siempre en mis recuerdos, entre el gran cúmulo de experiencias de juventud.

En el verano de 1987, la expedición del Acuario Nacional de Cuba, fue celosa a la hora de impartir la doctrina ecológica en medio del agradable paseo en lanchas tras la ruta del tursiops truncatuel delfín mular o delfín nariz de botella, una de las más de 30 especies de delfines que existen, muy común en las cálidas y templadas aguas de Isabela.

Con la tripulación del

 Acuario 1 me embarqué un día a disfrutar de algo que había soñado desde niño y que no he olvidado jamás. Era un privilegio para un reducido grupo, en el que habían médicos, ecologistas, periodistas y, sobre todo, hombres de bien a favor del entorno.

Zarpamos antes del alba, y a la luz de los primeros claros del día, cuando aparecieron los primeros delfines, todos nos volvimos unos locos obsesionados con el espectáculo que contemplábamos. Yo tenia 23 años y aquel día reparaba en la sorpresa de una experiencia excepcional. Era de una felicidad absoluta ver nadar a los delfines y tras de ellos el frenesí de las lanchas de hombres de ciencia que seguían su ruta, afanados tras el misterio del mundo interior de los cetáceos.

[foto de la noticia]

No hace falta decir que yo ni me inmuté mientras los miembros de la tripulación científica hurgaban en cada pulgada de agua. Esperé pacientemente en cubierta y cuando tuve la suerte fortuita de palpar el cuerpo de un delfín comprendí el por qué de su docilidad.

Estuvimos un día entero, de sol a sol, contemplando el juego impenitente de los delfines, entre las profundidades y sobre el agua, viendo a familias enteras de cetáceos moviéndose entre la sombra incombustible de su color turquesa. 

LA FOTO DE FULGUEIRAS 

En aquel viaje, me acompañaba el colega Jose Antonio Fulgueiras Dominguez, que también se conoce a Isabela como las palmas de sus manos, porque había nacido muy cerca de allí 35 años antes, en la misma carretera que conduce al puerto desde Sagua la Grande. Vivió allí toda su infancia y juventud con el olor húmedo de la salina y el salitre costeño viéndole crecer cada día hasta que el periodismo lo sacó de su pueblo y comenzó a hacer cosas maravillosas como esta de la vida en el mar.  

Fulgueiras hizo proezas con su vieja cámara Zenit, aquella de los míticos rollos de  películas fotográficas, en medio del reto que representaba estar debatiéndonos a mar abierto con los embistes constantes de las olas.

"Una imagen vale más que mil palabras", y ese proverbio le toca muy de cerca al colega, porque había que ver en aquella expedición como se volvía un genio en el arte de buscar el mejor ángulo. Fulgueiras se revolcaba por cubierta hasta que captaba la imagen perfecta. 
Lo justificaron después, los  reportajes que llenaron la plana de Vanguardia –mi periódico escuela– y la revista cubana Bohemia. Entre los dos tejimos un amplio reportaje que recordándolo 30 años después, me dijo: "No creo que nadie en Cuba haya escrito un reportaje tan científico, periodístico y literario sobre los delfines como el que escribió mi amigo Loyola. Yo traté de brindarle la gráfica desde una cámara Zenit de rollo que estuvo varias veces en peligro de caer al agua. Han pasado más de 30 años como él mismo atestigua, pero cada vez que veo un delfín (o tonina) como también le llaman los pescadores, me acuerdo de aquella travesía y de aquel muchacho de pelo encrespado que observaba todo y escribía las notas en el cerebro, pues cuando aquello no teníamos  grabadoras pequeñas y había que echarle mano a la agenda de la memoria para luego volcar sobre una máquina de escribir todo lo ocurrido sin que se olvidara el menor detalle.

Y eso hizo Loyola para atrapar a miles de lectores que aún recuerdan su reportaje."

En realidad , el maestro fue Fulgueiras y el ingenio del viejo Machado en el laboratorio donde se imprimían las imágenes de las crónicas que cocinábamos cada  día. 

Han pasado 30 años y aquel día será inolvidable, sigue latiente como el recuerdo de la hornada fortuita en que acudimos al encuentro de los delfines y nadamos con ellos en una tentativa feliz como si conviviéramos en su hábitat.

A los delfines no hace falta ir a buscarlos en el océano profundo; ellos acuden en manadas a 'marcar' y 'controlar' de cerca cualquier cosa extraña que se desplace sobre la superficie, sea un barco o un nadador, y nosotros ese día éramos un objeto extraño sobre el océano. Pero ese día también, de cierto modo, todos nos sentimos protegidos por los delfines.

El regreso de aquella travesía espectacular por los mares que bañan a la Isabela de Cuba, no pudo tener mejor coronación: los mamíferos con los que compartimos todo un día, siguiéndonos al final de un viaje en un juego impertinente de popa a proa del Acuario 1, acomodando su ritmo al de la expedición. 

UNA LECCIÓN DE DOCILIDAD 

De aquella incursión por Isabela de Sagua, nos quedó por encima de todo, la gran empatía de los delfines con el hombre. Son muy sociales y casi nunca andan solos. Siempre realizan sus actividades acompañados de otros miembros de su familia. Ese día lo hicieron con nosotros.

Los mas adultos son respetados y suelen actuar como “maestros” de los ejemplares más jóvenes. Nosotros también los respetamos a ellos.

Los delfines en general se han considerado animales muy inteligentes debido a muestras de comportamiento que sólo se creían propias del ser humano. Y no!, los delfines demuestran cariño y empatía hacia los compañeros enfermos, ayudándolos a respirar en la superficie cuando no pueden hacerlo solos.También lo vivimos ese día a bordo del Acuario 1. Cuando un delfín muere, los demás demuestran tristeza, y cuando son reencontrados, especialmente en cautiverio, se emocionan y comienzan a jugar.

Su promedio de vida útil en estado natural es de 20 a 30 años. De aquellos de Isabela, tal vez ya no sobreviva ninguno, pero hoy me queda el recuerdo placentero de mi encuentro con los delfines.

LAS CASAS TÍPICAS DE ISABELA DE SAGUA 
La foto que me hizo Fulgueiras hace 30 años.





5 comentarios:

  1. Eres rápido escribiendo, tienes buena menoria, sabes adornar las historias y escribirlas bien, pero me hubieran gustado solo las fotos originales o de época, sin muchas referencias escritas a los delfines en general, ello distrae a lector del objetivo central. Yo hubiera puesto link, o enlaces externos, sin que el lector se fuera de la página.

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    1. Isabela de Sagua tiene 133 años –más de un Siglo– Esta foto solo 30 desde que me la hizo un día diáfano del verano de 1987, el colega y amigo José Antonio Fulgueiras cuando nos embarcamos en una expedición tras la ruta del delfín.
      Aquel día Isabela amanecía callado como son todos los días en aquel puerto norteño, al que el Mar Caribe le besa permanentemente sus mejillas. Este es mi recuerdo más antiguo de aquella travesía.

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  2. Jesús, he disfrutado tus memorias. Bonita historia. Y qué hermosa foto! Coincido con Mercy, la otra información queda descolgada de tu narrativa anecdótica.

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    1. Isabela de Sagua tiene 133 años –más de un Siglo– Esta foto solo 30 desde que me la hizo un día diáfano del verano de 1987, el colega y amigo José Antonio Fulgueiras cuando nos embarcamos en una expedición tras la ruta del delfín.
      Aquel día Isabela amanecía callado como son todos los días en aquel puerto norteño, al que el Mar Caribe le besa permanentemente sus mejillas. Este es mi recuerdo más antiguo de aquella travesía.

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  3. ◾️DEL colega Jose Antonio Fulgueiras Dominguez: "No creo que nadie en Cuba haya escrito un reportaje tan científico, periodístico y literario sobre los Delfines como el que escribió mi amigo Loyola. Yo traté de brindarle la gráfica desde una cámara Zenit de rollo que estuvo varias veces en peligro de caer al agua. Han pasado más de 30 años como él mismo atestigua, pero cada vez que veo un delfín ( o Tonina) como también le llaman los pescadores me acuerdo de aquella travesía y de aquel muchacho de pelo encrespado que observaba todo y escribía las notas en el cerebro, pues cuando aquello no teníamos grabadoras pequeñas y había que echarle mano a la agenda de la memoria para luego volcar sobre una máquina de escribir todo lo ocurrido sin que se olvidara el menor detalle.
    Y eso hizo Loyola para atrapar a miles de lectores que aún recuerdan su reportaje."

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