El prodigio inigualable de su pintura se ha paseado por medio mundo. Decenas de exposiciones han dejado la impronta de su pincel en muchas partes. A donde quiera que llega una obra suya impresiona, no deja impresionar.
Esta Semana Santa, Andrés Puig, el pintor cubano-español que hace más de dos décadas aterrizó en la península para quedarse, hace gala de ese don innato que le dio la vida, o mejor, el que engendró su madre Eulalia, un día de 1948, allá en su pueblo cubano de Las Tunas.
Lo andará ella contando ahora en la Gloria, porque se llevó aquella imagen primera de muchacho adelantado cuando el niño Andrés miraba al cielo o fijaba su vista en el horizonte tunero y después se iba a dibujar sobre un papel en el portal de su casa.
Esta Semana Santa, Andrés Puig, el pintor cubano-español que hace más de dos décadas aterrizó en la península para quedarse, hace gala de ese don innato que le dio la vida, o mejor, el que engendró su madre Eulalia, un día de 1948, allá en su pueblo cubano de Las Tunas.
Lo andará ella contando ahora en la Gloria, porque se llevó aquella imagen primera de muchacho adelantado cuando el niño Andrés miraba al cielo o fijaba su vista en el horizonte tunero y después se iba a dibujar sobre un papel en el portal de su casa.
Andrés Puig, viva expresión de la vanguardia de la plástica cubana del siglo XX, es un puntero de la Generación de la Esperanza Cierta, que brotó en Cuba en los años setenta en medio de una profunda conmoción social que comenzaba a marcar el derrotero de la isla.
La técnica de este guajiro prodigioso que cambió su bohío del oriente cubano por la serranía española, traspasa el mundo real y viaja lejano en un misterio de imágenes cada vez que de sus manos brota un nuevo lienzo adosado en el expresionismo de rituales y religiones, donde todo, y hasta él mismo, se funden en una amalgama de rebeldías.
Basta con detenerse en Ángelus, la pieza emblemática de estos días, para admirar ese poder de traslación a lo real maravilloso, a lo divino de este mundo, que trasmite Puig en cada obra suya, o detenerse, incluso, en “El soñador” o "El grito de Pachamama”. Todos transpiran el sentimiento del bien.
En un punto de la sierra madrileña, Valdemanco, se presenta complejo y singular el entorno donde Andrés Puig hace maravillas. Allí nace la Fundación que llevará su nombre, y que el propio Puig ha definido como “espacio para el fomento y difusión de las bellas artes en España e Iberoamérica”.
Tiene colecciones permanentes en Cuba, España, Estados Unidos, Puerto Rico y Chile. Pinturas suyas forman parte de muestras privadas dispersas en medio mundo. Esta Semana Santa homenajeamos su obra, porque su obra es expresión del sentido del bien en el complejo mundo que dibuja su óleo.
Andrés Puig es una expresión de la vanguardia surrealista cubana. Cada cuadro suyo atesora una historia personal matizada por la vida desenfrenada de sus orígenes. Él, ya no solo es expresión de la pintura cubana del siglo pasado, su basta obra marca también los derroteros de la plástica del siglo XXI en el orbe. Lea más de sus proyecciones en Fundación Andrés Puig. — Valdemanco
La técnica de este guajiro prodigioso que cambió su bohío del oriente cubano por la serranía española, traspasa el mundo real y viaja lejano en un misterio de imágenes cada vez que de sus manos brota un nuevo lienzo adosado en el expresionismo de rituales y religiones, donde todo, y hasta él mismo, se funden en una amalgama de rebeldías.
Basta con detenerse en Ángelus, la pieza emblemática de estos días, para admirar ese poder de traslación a lo real maravilloso, a lo divino de este mundo, que trasmite Puig en cada obra suya, o detenerse, incluso, en “El soñador” o "El grito de Pachamama”. Todos transpiran el sentimiento del bien.
En un punto de la sierra madrileña, Valdemanco, se presenta complejo y singular el entorno donde Andrés Puig hace maravillas. Allí nace la Fundación que llevará su nombre, y que el propio Puig ha definido como “espacio para el fomento y difusión de las bellas artes en España e Iberoamérica”.
Tiene colecciones permanentes en Cuba, España, Estados Unidos, Puerto Rico y Chile. Pinturas suyas forman parte de muestras privadas dispersas en medio mundo. Esta Semana Santa homenajeamos su obra, porque su obra es expresión del sentido del bien en el complejo mundo que dibuja su óleo.
Andrés Puig es una expresión de la vanguardia surrealista cubana. Cada cuadro suyo atesora una historia personal matizada por la vida desenfrenada de sus orígenes. Él, ya no solo es expresión de la pintura cubana del siglo pasado, su basta obra marca también los derroteros de la plástica del siglo XXI en el orbe. Lea más de sus proyecciones en Fundación Andrés Puig. — Valdemanco
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