10 febrero, 2019

LA HISTORIA DE COMO EMPECÉ A ESCRIBIR

"Yo quería ser periodista y fui periodista."

▪️35 años separan estas dos fotos, una actual y otra tomada en 1984 –con 20 años– cuando yo empezaba a trajinar sobre las máquinas de escribir y las grabadoras de bovinas porque quería ser periodista.

        ▪️Caibarién, 1984.            ▪️Madrid, 2019
✍🏻Un domingo callado del otoño de 1981 se desataron unas lluvias torrenciales sobre Caibarién, mi pueblo cubano al borde del Atlántico, que parecía que se lo tragaba el mar. Se inundó Puerto Arturo, el barrio de mi infancia; el agua llegó hasta la Calle Jiménez y hubo hasta quienes en medio de la contingencia sacaron chapines y remos y navegaron hasta Jiménez para ponerse a salvo. Una auténtica hazaña en un pueblo costero que una hora antes de diluviar era un remanso de paz sepulcral con las familias en sus casas que ese día sobrevivieron al torbellino de fuertes vientos y lluvias intermitentes. No era ningún ciclón. Era el embiste de la naturaleza ensimismada con la cuidad indefensa.

Llamé a la radio y narré lo que acontecía. Estuvieron todo el domingo ingrato dando la noticia con mi crédito y la lluvia no tenía para cuando acabar. Yo tenía 17 años y esa fue la primera vez que experimenté la sensación irreversible de que quería ser periodista.

Lo hice varias veces más después de aquel día ingrato y al cabo de unos meses ya yo era una voz que daba noticias desde Caibarién, un puerto del centro norte de la isla.

Han pasado más de treinta años, casi cuarenta. En todo este tiempo me ha pasado de todo. Se me estiró el cuerpo y me curtí en el oficio que descubrió mi infancia, entre los reportes a la emisora CMHW, las redacciones del periódico provincial Vanguardia y las cadenas nacionales Radio Progreso y Radio Rebelde... Gané premios, tuve desavenencias, discordé muchas veces y viví en Cuba la emoción de un oficio que me marcó la vida.




                                Santa Clara, Cuba, 1984

En aquellas redacciones, a veces llegaba tarde en la noche, me sentaba a la mesa y aporreaba la máquina de escribir y no abandonaba la silla hasta que paría la última cuartilla de lo que después era noticia consumada en las planas de los periódicos o en los noticieros de la radio.

Sobrada elocuencia de que mis años jóvenes fueron los del mejor temple de la madera de periodistas que se curtían, porque reinaba la chispa, sin decir mentiras a pesar de vivir en una Cuba ya envilecida.

Eran los tiempos en que una batería de periodistas vivíamos afanados siempre en decir la verdad de todo lo que pasaba, un reto en medio de la incompetencia burocrática que afectaba –y afecta– al país en casi todos los órdenes de la vida nacional.

En realidad, mi vida de periodista empezó a cambiar desde el día del verano 1996 en que le pregunté a Raúl Castro, durante un encuentro con periodistas en Holguín, sobre el derribamiento el 24 de febrero de ese mismo año, cerca de las costas de Cuba, de dos avionetas de la organización humanitaria Hermanos al Rescate con sede en la Florida, Estados Unidos  y que costó la vida de cuatro indefensos pilotos.

Aquel día puede haber acabado fulminado del oficio que es mi pasión, pero tuve el acierto de escuchar del entonces ministro de las FAR y segundo hombre de Cuba –y lo escuchó todo el séquito de periodistas– toda la información que implicaba al país en uno de los actos más horrendos de la fuerza aérea cubana. Pero de aquel ‘mea culpa’ no se publicó ni una sola palabra por mandato expreso del propio Raúl Castro. 

A partir de ahí, viví mil insatisfacciones, dentro y fuera del oficialismo; tropecé con la censura más de una vez hasta que un día salté la barrera. Así fue como llegué a España en el otoño de 1999.

                              Santa Clara, Cuba, 1987

Sin embargo, guardo el testimonio de mis emociones e ingratitudes profesionales en Cuba porque si algo hay verdadero de aquel periodismo bajo las riendas oficialistas, es que no siempre todo lo que escribía se publicaba. Muchos de mis colegas muertos que consumieron sus años en las jefaturas de las redacciones se habrán llevado a la tumba historias no contadas cuando a ellos tocaba la triste determinación de anunciarnos la  censura partidista de investigaciones profusas donde muchas veces nos dejábamos el alma y la pasión.

Fue lo que me pasó con el secuestro de Agustín García Fernández, un pescador del puerto de Isabela de Sagua, que vivió mil desventuras en el estado norteamericano de la Florida, y aún cuando regresó, no pudo ser héroe en su tierra. Aquel reportaje que yo cociné como joya divina, nunca se publicó. 'El Secuestro de Agustín' se fue a la basura, y el pescador quedó aborrecido para siempre. Pero yo seguí escribiendo reportajes y así se me pasaron los días y los años cubanos en una pasión desenfrenada entre las viejas máquinas de escribir Underwood o Robotrón y las grabadoras de bovinas, aunque a veces por la perspicacia de decir la verdad, muchos de los trabajos fueran a parar a la papelera, porque sencillamente "no ayudaban".

Así fue como yo comencé a ver un periodismo que cada día perdía más sustancia –lo veían todos– y se quedaba más rezagado, en medio de historias estremecedoras que la indolencia burocrática rechazaba ajena a toda la voluntad de mis colegas.

A pesar de ello, la dinámica que me impregnaron mis años de periodismo provinciano y capitalino me sirvió, al menos, para crecer periodista curtido, aunque lo que molestaba al poder nunca se publicara. Así se me acabó de estirar el cuerpo, y Cuba quedó entonces como un paréntesis en la carrera que ya sólo queda como un capítulo para recordarlo.

Hoy, a casi dos décadas de haber llegado a España, puedo decir que el oficio nunca lo he dejado porque escribo afanosamente cada día, solo por la pasión que para mi representa el poder de comunicar. Por eso creé un día mi blog personal Atrio Press, que el siete de febrero último asomó al 11º aniversario y donde con independencia de ideas, he defendido siempre que en el respeto a los demás está el fundamento de cualquier otro derecho, incluido el de la libertad...🇨🇺
"Yo quería ser periodista y fui periodista." ✍🏻

5 comentarios:

  1. Me encantó tu historia, se siente la pasión por el periodismo y la profesionalidad del verdadero periodista.

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    1. Lourdes, muchas gracias por tu comentario y tus elogios. Es cierto que siento una gran pasión por mi profesión. Así asumo cada trabajo que hago. Un cordial saludo.

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  2. Respuestas
    1. Gracias, Eduardo. Cada ser lleva una historia consigo. La urgencia está en contarlo y hacer perdurar aquellas vivencias que nos marcaron en la vida. Un saludo.

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  3. España no es Cuba pero, en el periodismo se necesita ser muy transparentes. El periodismo más peligroso es el de investigación o aquellos que son corresponsales de guerra.

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La palabra hablada y escrita

En la antigua Roma, atrio era un espacio abierto en sus míticas casas cercado de pórticos y destinado a reuniones familiares y a los huéspedes. En las iglesias romanas, atrio se describía en un patio amplio que miraba al exterior. Atrio son los extensos corredores al aire libre que se disipan a la majestuosidad de muchos templos y palacios en la fisonomía de las grandes ciudades de este mundo.

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