SEMBLANZA DEL POETA MUERTO
«Ahora mismo si me vinieran a / quemar la casa / o en alguna pesadilla / tocaran a la puerta para pedirme / un viaje / por paisajes totalmente fuera / de mi cariño / y si los emplazadores hicieran el increíble / papel del indulgente / permitiendo / que llevaran conmigo / las pertenencias indispensables / sin dudas miraría en redondo / tratando de indagar con cuál de ellas / me salvo / echaría un resoplido de caballo en trote / y poniendo la vista en un punto / parecido a la cercanía / a esos / desfiladeros remotos / les podría decir solo / con el seguro cauce de mi mirada / llévenme apenas / con los olores del cuerpo»
'El resoplido'
Del poemario “Los olores del cuerpo”
(Casa Editora Abril, 2009)
Bladimir Zamora Céspedes (Bayamo, Cuba, 1952-2016). Poeta, periodista e investigador de la historia de la música cubana.
Después de un jueves ingrato en que el colega y amigo, Bladimir Zamora Céspedes, se estuvo debatiendo entre la vida y la muerte, hoy nos despertamos con que desgraciadamente no pudo más. Ya lo difunden desde Cuba. Voy a escribir la crónica de ese ser inmenso que conocí.
Murió anoche, a las 10:05 pm (4:05 de la madrugada española) en Bayamo, su tierra cubana, una de las personas más nobles y extraordinarias que he conocido: el escritor, poeta y periodista cubano que se inmortalizó con sus crónicas en "El Caimán Barbudo". Le quedaba mucho por hacer todavía, pero quedará la hechura de gran cronista en infinidad de historias amontonadas y toda su papelería como legado imperecedero.
EL pasado otoño, la última vez que estuve en La Habana, no lo pude ver. Me dejó una nota en el hotel. Siempre escribía notas como el jeroglífico de momentos emocionantes que ha sido su vida. Ya no lo veré más, pero seguiré esperándolo en aquella Habana de sones y boleros, de bohemios como él que agotaban sus días en nostálgicos rincones que desde hoy notarán su ausencia, me quedaré
esperándole con su voz rasgada y pausada como lo notarán en el patio de Marta Valdés, donde se recitaba poesía y sonaban los boleros sabrosos del filin cubano o en la casa de Niño Rivera, en el barrio de La Víbora, como lo narran las crónicas que se han escrito sobre su vida: "Los días de asueto, Bladimir Zamora nos guiaba por La Habana profunda, dándonos a conocer rincones de magia palpable".
esperándole con su voz rasgada y pausada como lo notarán en el patio de Marta Valdés, donde se recitaba poesía y sonaban los boleros sabrosos del filin cubano o en la casa de Niño Rivera, en el barrio de La Víbora, como lo narran las crónicas que se han escrito sobre su vida: "Los días de asueto, Bladimir Zamora nos guiaba por La Habana profunda, dándonos a conocer rincones de magia palpable".
Hoy todos evocan al poeta muerto cuando "nos llevaba de viaje iniciático hasta Santa Isabel de las Lajas, a derramar un poco de ron sobre la tumba de Benny Moré.”
La descorazonada noticia de la muerte de Bladimir Zamora Céspedes (Bayamo, Cuba, 1952-2016), es un palo gordo, muy gordo, de quien supo granjearse el afecto por todas partes, donde quiera que agotaba sus días el colega y el amigo. Una cirrosis hepática irreversible acabó tempranamente con su vida, cuando Bladimir con 64 años encima era mil razones a la vez.
La noticia desde las especulaciones primeras hasta la confirmación este amanecer español, nos ha impactado a todos los que le conocimos e intimamos con él.
Bladimir era un tipo que llegaba y se quedaba para siempre. Era tantas cosas juntas como ayer mismo lo manifestaba Odette Alonso, otra poeta cubana y amiga del alma: «Con Bladimir Zamora escuché por primera vez en mi vida a Celia Cruz; él venía llegando de España, donde le regalaron un disco de la sonera, y aquel mediodía cerró las puertas y ventanas de su cuartico -siempre 'La Gaveta'- para que los vecinos del solar no escucharan a la cantante prohibida, y nos dijo: "Tienen que oír esto"...» Por Bladimir, se escucharon muchas cosas cuando en Cuba escuchar a The Beatles era un pecado colosal.
Bladimir, durante un programa con el que hizo época en Radio Ciudad de La Habana desafiaba la censura y llenaba de música las tardes habaneras con el sonido rico y cálido de los vinilos prohibidos.
El año pasado estuve en La Habana y por malas coincidencias no nos pudimos ver. Me dejó una nota como todas las que fue dejando a lo largo de la vida abundante de historias armadas y por contar todavía.
"He venido a verte. Hablaremos de tu libro. Volveré más tarde, o mejor me encuentras en 'La Gaveta'."
Ya no vendrá más ni abrirá su gaveta, porque Bladimir Zamora echó anoche definitivamente el cierre al rincón que desde una alcoba en la habanera calle del Monserrate, 405 le sirvió de guarida toda la vida.
Allí, a la sombra del 'Floridita' de Hemingway, subiendo y bajando por la esquina de Monserrate y Obrapia, se le pasaron los días y las noches a Bladimir, desde que dejó su Bayamo natal y se estableció en La Habana. Vivió como un bohemio en un constante ir y venir por la ciudad que absorbió toda su capacidad de saber.
¿Cuanta historia no dejará tras de sí 'La Gaveta' de Bladimir?¿Quién no prendió alguna vez la vela de sus botellas fantásticas que derramaban la cera de los años y los encuentros interminables en que casi siempre acaba convertido su rincón bohemio en las alturas de La Habana Vieja con el olor humedo de todo el pasado maravilloso que allí atesoran los libros entre los que dormía y amanecía.
¡Se nos fue el Bladi, coño! Todavía no me lo creo.
Lo conocí en el otoño de 1987, en el festival nacional de la radio en Caibarién -mi pueblo-, cuando ya la historia del emigrante asturiano Manuel Álvarez justificaba mi pasión desenfrenada por el periodismo. En aquel festival, mereció el Primer Premio Documental.
Bladimir, alimentando toda la pasión de mi temprana perspicacia periodística con aquella humana atracción por la radio, escribió entonces "100 años para germinar", la crónica que llenó dos páginas de "El Caimán Barbudo".
Voy a decir que por el amor y fijación que los dos sentíamos por aquella historia y por la radio, nuestra amistad también había empezado 100 años atrás, por toda la manera compulsiva con que viajábamos en el tiempo y nos remontábamos en historias pasadas. En realidad, su vida fue un pasaje de historias olvidadas que Bladimir fue rastreando y armando con su pasión desenfrenada por escribir. Fue lo que hizo con el español Santiago Auserón, en 1991 a su paso por La Habana, cuando formaron un binomio tras la pista de los valores del son tradicional, una búsqueda incesante que acabó con la publicación del disco 'Semilla del Son', imprescindible antología con 20 de los más grandes soneros cubanos de todos los tiempos.
Tal vez, antes de su mortal convalecencia, Bladimir habría estado hurgando en la historia o rastreando en los archivos musicales de su Habana, como eran todos sus días, llenando los manuscritos de su memoria inmensa con el manojo de papeles que llevaba siempre encima, apuntando con su pluma afinada sobre los textos que volcaba después en las obra acabadas de su poesía y en cuanta crónica escribía.
Así lo recordaré toda la vida, como hoy mismo lo evoca su compañera de oficio en "Caimán Barbudo", Paquita Armas: "El Caimán está de luto", escribe la colega para justificar toda la carga de tristeza del medio adonde Bladimir llegó en los 80 para formar parte de la plantilla de una revista que amó como un empedernido, "porque si todos los que hemos pasado por esa redacción nos llamamos caimaneros, el Blado no se llamaba, lo era."
Bladimir Zamora fue fundador emblemático de la peña de los noveles periodistas, poetas, pintores y actores de aquella Habana noble de los ochenta, porque Bladimir, como lo recuerda Paquita, "fue el alma del Caimán hablado", donde quiera que iba, momentos a los que él llamaba "Los Caimanes Orales", la idea original de su peña en la casona de Paseo -sede de "Caimán". Lo llevaron a muchas partes y así convirtieron la antigua Casa del Joven Creador -después Museo del Ron-, en "Los Caimanes Orales" con todas las secciones de la revista convertidas en grandes reportajes hablados. Y llevaron "Los caimanes..." hasta a los Festivales de Cine y tuvieron momentos de gloria con figuras como Pablo Milanés, y le oyeron cantar junto al entonces muy joven Polito Ibáñez.
"El Blado escribía de música, especialmente de la trova, en la que devino un experto reconocido en Cuba y otros lugares, como España. Promotor incansable de cantores y poetas bisoños, en su sección 'Por primera vez', dio voz a creadores casi niños que hoy son reconocidos en ese difícil arte de hacer poesía", evoca su compañera Paquita.
Me dedicó su primer libro: "Sin puntos cardinales" (Editorial Letras Cubanas, 1987), pero en “Los olores del cuerpo” (Casa Editora Abril, 2009) fue donde Zamora explayó su mayor carga poética de nostalgias y angustias, un viaje de las emociones que vivió desde la década de los ochenta hasta los años más recientes. Son sus recuerdos de las distintas épocas en que vivió: «Son textos que denotan ese puñado de sentimientos ancestrales, que uno no puede o no quiere quitarse de encima», confesaría Zamora sobre su último poemario.
LA HUELLA ESPAÑOLA DE BLADIMIR
Tras su gran antología junto a Santiago Auserón: 'Semilla del Son' (1991), se unieron a Jesús Cosano (Fundación Luis Cernuda) y gestaron tres años más tarde los Encuentros del Son Cubano y el Flamenco, en cuyo marco –Bladimir siempre en el centro– se realizaron conferencias y conciertos en varios pueblos sevillanos. Consiguieron unir en un escenario, por primera vez, a patriarcas de la música cubana como Compay Segundo, El Guayabero -ya fallecidos-, Los Naranjos, el Septeto Espirituano y otras glorias; junto a figuras del flamenco como Tío Juane, Pedro Bacán, José Mercé y Chano Lobato.
Esta confesión tiene más 10 años. La encontré entre las tantas cosas escritas sobre Bladimir cuando ya él llevaba más de 30 años en las correrías periodísticas de "El Caimán..." y era una fuente inagotable de historias en el quehacer de la revista cultural cubana.
En aquel contexto,
le preguntaron:
─ ¿Y cómo llega Bladimir Zamora al Caimán?
— Leí el primer número de la revista cuando tenía 12 años y vivía en Bayamo. Publiqué mi primer poema en ella en el año 1972, cuando estaba en la universidad. A partir de entonces realicé varias colaboraciones.Incorporarme al "Caimán Barbudo" fue un elemento fundamental en mi desarrollo intelectual. Cuando termino mis estudios en 1976, ya era natural para mí la relación de trabajo con la revista.
Bladimir se fue ayer con la 'b' de Bayamo, con el beso de un ángel, se fue en el pleno esplendor de su carrera, cuando le faltaba mucho por hacer todavía. Se fue joven, sí. Nunca se sintió un tío viejo. Se fue y dejó a un 'Caimán' más joven todavía, porque ese fue el auto de fe que le mantuvo vital siempre. Por eso se inventó 'Por primera vez', su sección del 'Caimán' para pintores y narradores noveles que estiraron allí sus pasiones.
Voy a terminar esta charla sobre y para el Bladi, procurando como le gustaría a él que lo despidieran.
En aquellas conversaciones que hoy recuerdo, le preguntaron
─ ¿Cómo valora Bladimir sus años junto al "Caimán"?
—Me ha traído enormes satisfacciones. Sin "El Caimán" no me hubiera podido relacionar con varias generaciones de artistas jóvenes que son parte de mi formación, de mi círculo de amigos. También ha significado grandes tristezas. Que en el año 1990 dejara de salir la revista, independientemente de que me explicaran las razones, me provocó incluso un pre infarto. Fue un inmenso placer estar entre los vivos cuando se reanudó la circulación. Yo no puedo explicarme a mí mismo sin "El Caimán Barbudo".
Hoy el pre infarto nos sobrevino a nosotros cuando supimos que Bladimir Zamora se había ido para siempre. ¿Quién se explica ahora "El Caimán Barbudo" sin Bladimir Zamora?
POSTDATA:
No creo que haya una sola figura de la cultura cubana que no conociera de la nobleza y el amor por la historia y por la vida de Bladimir Zamora Céspedes. Tal vez, ni él mismo advertiría que este jueves sería el más ingrato de su existencia. Lo estarán recordando hoy más que nunca sus colega del "Caimán Barbudo", donde estiró cuerpo y oficio; en el mundo de la radio, allá cuando hacía cuna en la joven Radio Ciudad de La Habana. Se nos fue ayer para siempre el hombre de la B de Bayamo, echó el cierre a su "gaveta" habanera y al tesoro de historia que llevaba dentro.
Bladimir nos deja un blog formidable:
UN POETA EN CUBA: SEMBLANZA DE BLADIMIR ZAMORA.
Bladimir Zamora Céspedes (Bayamo, Cuba 1952). Poeta, periodista e investigador de la historia de la música cubana. A partir de 1972 comenzó a publicar en los más importantes periódicos y revistas cubanos. Gran parte de su labor ha aparecido en la revista cultural de su país El Caimán Barbudo. Colaborador habitual de La Jiribilla, revista on-line cultural de Cuba. Poesía suya se ha publicado en Alemania, España, EE.UU, Chile, Nicaragua, Guatemala, Costa Rica, Francia, Cuba.
Sus trabajos sobre música popular cubana, son parte significativa del quehacer periodístico reflejado en la prensa de su Isla. Sobre este tema también ha escrito para revistas de EE.UU., Suecia y sobre todo España. Fue colaborador habitual y una de sus firmas mas destacadas de la revista AJOBLANCO. Artículos suyos también aparecieron en los periódicos españoles, EL MUNDO y DIARIO 16.
Tiene publicados, CUENTOS DE LA REMOTA NOVEDAD, PAPELES DE PANCHITO, y el libro de poemas, SIN PUNTOS CARDINALES. Realizó junto al poeta cubano residente en España, Felipe Lázaro la compilación de la antología de poesía CUBA: LA ISLA ENTERA, que dio a conocer la editorial madrileña Betania en 1995.
Bladimir Zamora Céspedes, falleció el 5 de mayo en su natal Bayamo, víctima de cirrosis. Su deceso, deja un vacío en la cultura musical cubana, de la que fue un promotor incansable. (DEP ➕)
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