“A mis 94 años sigo con la misma pasión
e ilusión por la pintura que cuando era joven.
Pintar para mí es vida, es vivir. Vivo entre mis
bosques encantados, mis montañas azules y
nevadas, mis árboles y mis flores de colores”.
La veterana pintora española presenta en el madrileño distrito de Tetuán una exposición que permanecerá abierta hasta el 20 de enero.
Un mundo de colores con nombre de mujer
Su pintura es un estilo propio dentro del arte naïf español
Jesús Díaz Loyola
Sentada y serena, instintiva en sus desvelos, rodeada de sus cuadros llenos, así conocí a Isabel Martínez Ferrero (Zamora, 1917), que este diciembre, enhorabuena, vuelve a ser noticia en Madrid, con la doble motivación de presentarnos en Tetuán su más reciente exposición y hacerlo en los 94 que ya le cuenta la vida.
Con su nombre de mujer vuelve Isabel con su ternura, entre el río y las montañas, las flores y la nieve, donde expresa mil ideas y muchas razones suyas.
Hoy Isabel es vigencia en un lugar de Tetuán. El infinito mundo de sus colores es allí la razón entre muchas almas y ella, un alma entre mil razones: la diversidad de motivos de 34 cuadros de su autoría llenarán hasta el próximo 20 de enero la Sala Pablo Serrano del madrileño Tetuán.
Este mes, Isabel está cumpliendo 94, y cualquiera de sus cuadros le cuenta el paso a su vida. Isabel Martínez Ferrero, la más veterana pintora naïf española, nació un 15 de diciembre, en Villarrín de Campos, Zamora, y desembarcó en el Madrid de los treinta con su más adorada pasión: pintar.
Desde que era una niña comenzó con esa infantil locura que delatan los multicolores de sus pinturas. Lo hizo en Villarrín con la inocencia de su primera infancia, y ese su prodigio suyo llega ahora a Tetuán con las propuestas que la decana del lienzo nos deja en “Rosaleda”, “Recuerdo del pasado” o en “La excursión” y muchos más entre una treintena de cuadros. Ya no que decir en su basta obra de sus retratos más tiernos a "Gabriela", a "La Novia" o a la "Nostalgia" misma. Todos trasladan esa ternura suya desde el encanto de los personajes que pinta en su visión surrealista del expresionismo naïf.
“Una vuelta por las afueras” y “Bienestar” (imagen de la derecha), obras de 2005, son una mezcla del universo de motivos que inspiran a Isabel en la diversidad de sus emociones que se mueven desde el amor, los sentimientos lejanos y los afectos más cercanos.
En los paisajes que dibuja hay un viejo amor, está el amor que se fue, el suspiro de un eco lejano, hay melancolía y añoranza que reviven en la exuberancia de un mundo multicolor los recuerdos de su pasado con los resuellos de su niñez.
La obra de Isabel Martínez Ferrero abarca una diversidad de colores que va desde el azul más celeste hasta el más verde intenso de sus bosques y sus montañas, pero tiene un mérito esencial cuando reencuentra amigos, hace parejas, nos acerca a un río, a una pradera, a un jardín o a la misma flor que es Isabel. En ella, todo acaba confluyendo en la proximidad recordada del pasado y del presente, porque en sus cuadros fluye la vida. Su retrato mas familiar, otra de sus obras emblema, es el cara a cara de la familia que forjó.
Dice Isabel que pintar es vida. Y ese ha sido su auto de fe, la recompensa mejor pagada a su inacabable afán por la pintura, porque es donde ama y sueña, llora y ríe, mientras se adentra en sus rebuscamientos con sus tristezas y sus alegrías.
Ahora en Tetuán son los días de ella, la recompensa de sus jornadas más intensas, aferrada a sus pinceles, entre la paleta de sus óleos y el caballete de sus lienzos.Todo lo que desde hoy se expone en la Sala Pablo Serrano, es un viaje al pasado que se fue, adosado de un presente de ilusiones inacabadas en la perspectiva de la pintura de Isabel y el arcoíris de sus colores.
Ante cualquier cuadro suyo uno siente el abrazo de Isabel. Por eso hoy quiero abrazarle por los 94 que su fecunda vida, y atravesar con ella el océano de sus encantos con su mundo de colores y su nombre de mujer.
Gracias, Isabel.
Cada vez que levanta el pincel, Isabel se mueve en su mundo de bellas ingenuidades, un mundo de colores y encantos que es, en realidad, su mundo, y donde ella siempre acaba reinando como en "La Excursión".
Cualquiera de sus cuadros es expresión de su vida.
Estimado Loyola, el arte no tiene edad; es inspiración que en la medida que pasa el tiempo suma metas, propósitos, estudio. ¡Qué gusto ver a una viejecita entonando la alegría de esos pintores naif no inducidos; sino que por espontaneidad recrean lo que sus ojos y memoria guardó en el tiempo.
ResponderEliminarLuis Machado Ordetx,
periodista, escritor y crítico de arte (CUBA)