El viaje de Miguel Ángel Moratinos a La Habana

Miguel Ángel Moratinos ha regresado de Cuba con una noticia en el bolsillo:
la anunciada liberación de 52 presos políticos, un cuestionado fruto de la gestión de la iglesia con el Gobierno de La Habana. ¿A quién atribuírcela? ¿Se allanará el camino para la excarcelación total de los presos de conciencia en la isla, que niegan uno de los derechos más inalienables de los hombres: pensar libremente?


EL FIN DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

Arturo del Villar, escritor y crítico

Especial para Atrio Press

El ministro de Asuntos Exteriores del reino de España, el compañero Moratinos, alias Desatinos, presuntamente socialista, se ha ido a La Habana, para tratar con el arzobispo catolicorromano de la capital, el cardenal Jaime Ortega, sobre los presos en la isla. Es asombroso que esta escueta noticia no maraville a los medios de comunicación de masas: ¿cómo se atreven los servidores de dos estados a inmiscuirse en los asuntos internos de otro, que es independiente, libre y soberano?

El compañero Moratinos, alias Desatinos, porta el mensaje que le ha transmitido su jefe, el compañero Rodríguez, también conocido como Zapatero, quien a su vez lo recibió del actual dictador del Vaticano, el nazi Joseph Ratzinger, durante la visita que le hizo el pasado día 10 de junio.

La Iglesia catolicorromana ha decidido terminar con la Revolución Cubana mediante sus artes sutiles. La historia demuestra que esas artes son más dañinas que las armas entregadas por la CIA a los contrarrevolucionarios que desembarcaron en Playa Girón, en donde fueron derrotados por el pueblo cubano, unido en defensa de su libertad.

El Imperio gringo lleva 51 años tratando de aniquilar a la Revolución que liberó a la isla de su colonialismo. Por eso la ha cercado, con un embargo contrario a todas las leyes internacionales, pero que al practicarlo el Imperio no puede ser juzgado por ningún tribunal, ni siquiera el Internacional de Justicia. Ya la isla dejó de ser el proveedor esclavizado de frutas y azúcar para el engrandecimiento de las multinacionales gringas, y el prostíbulo para el disfrute de sus millonarios.

El pueblo cubano defiende su libertad, alcanzada por primera vez en 1959, y está dispuesto a combatir por ella. Sigue vigente el viejo lema de “¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!”
Sin embargo, la Revolución Cubana tiene un enemigo más sutil y pérfido, provisto de unas armas mucho más peligrosas que las metralletas y los tanques. En él ha fijado su esperanza el Imperio para derrotar a la Revolución, ya que no puede hacerlo por la fuerza de su armamento, porque tendría que aniquilar hasta al último cubano. Es la Iglesia catolicorromana, lanzada ya abiertamente a la lucha.

Se ha erigido en portavoz de los contrarrevolucionarios, alentando a quienes se declaran en huelga de hambre, y ofreciéndoles unos funerales solemnes cuando alguno muere. Es otra demostración del gran cinismo de la Iglesia: su doctrina explica que el suicidio es un horrible pecado, por lo que niega a los suicidas el entierro en los cementerios que controla. Afirma que esa tierra está bendita, porque un cura la asperjó con agua bendecida por él, y no puede cubrir los despojos de un pecador muerto irredento condenado al infierno.

Con los cubanos suicidas por hacer huelga de hambre no tiene en cuenta esa teoría; por el contrario, los anima para que mantengan la huelga hasta morir, y después les hace unas honras fúnebres suntuosas.

Ha reunido a un grupo de mujeres, conocidas como las damas de blanco, aunque ninguna de ellas sabe lo que es una dama, a las que cobija en sus templos. Después del culto salen en procesión, no para protestar contra el embargo criminal del imperialismo a la isla, o para reclamar la libertad de los cinco patriotas ilegalmente encarcelados en los Estados Unidos, no, nada de eso, sino para exigir la liberación de los delincuentes presos en Cuba.

Al condescender con esas actividades, la Revolución acepta la injerencia de un Estado extranjero en sus asuntos internos. Los cardenales de la Iglesia se consideran súbditos de ese minúsculo Estado Vaticano, una falacia tolerada internacionalmente. La intención del Vaticano es igual que la del Imperio con respecto a las revoluciones populares, sea la Soviética o sea la Cubana. Por algo las reservas de oro del Vaticano se guardan en los Estados Unidos, aunque cada día más mermadas a causa de las indemnizaciones pagadas a las víctimas de la lujuria clerical.

Con su tolerancia a esas maquinaciones, la Revolución Cubana se encamina a su fin. En realidad, se pronosticó ya en enero de 1998, cuando se permitió la visita a la isla del obispo de Roma, llamado papa por su secuaces, el polaco fascista Karol Wojtyla, alias Juan Pablo II: el día 21 fue declarado festivo y remunerado para todos los trabajadores, y el Partido Comunista dio instrucciones a sus militantes para que acudieran en masa a recibir al dictador del presunto Estado Vaticano.

En la Plaza de la Revolución se levantó una figura supuestamente de Jesucristo, junto a los monumentos a Martí y al comandante Guevara. Se anunció entonces que aquellos cinco días de festejos significaban el principio del fin de la Revolución, y es verdad.

El propósito de los dirigentes de la Revolución al aceptar ese viaje consistía en contrarrestar las acusaciones imperialistas de los Estados Unidos, sobre una supuesta falta de libertad. Se demostró al mundo que la Revolución precisamente se hizo para garantizar la libertad del pueblo, hasta entonces sometido a una dictadura militar títere del imperialismo gringo. Pero no se puede dar libertad a los enemigos de la libertad, porque la cercenan.

La Iglesia catolicorromana es una carcoma que destruye a los países. Es una institución sanguinaria, que lleva veinte siglos asesinando en nombre de Dios. Se introduce sigilosamente en las naciones y las aniquila. Fue lo que sucedió en la Polonia socialista, cuando se toleró que tutelase al sindicato fascista Solidaridad.

A la Iglesia hay que tratarla de la misma manera que ella ha tratado a los que consideraba secularmente sus enemigos, judíos, mahometanos, agnósticos, científicos independientes, librepensadores, homosexuales, herejes, traductores y lectores de la Biblia: los quemaba vivos en las plazas públicas. La Revolución defiende los derechos humanos y es plenamente humanista, por lo que es imposible que pueda quemar al cardenal Ortega, pero sí debe encerrarlo en una cárcel, para que haga huelga de hambre si quiere suicidarse.

Lo triste para los españoles resulta que este acoso a la Revolución Cubana se hace con la complicidad del partido que dice ser Socialista y hasta Obrero, gobernante en un reino supuestamente aconfesional. El jefe del Gobierno acude al Vaticano a humillarse ante su dictador, y acepta ser el correo de sus órdenes respecto al primer territorio libre de América. La secta catolicorromana no puede tolerar la libertad de pensamiento en el pueblo, porque sabe que al adquirir cultura se burla de sus dogmas absurdos y se estremece ante su historia teñida con la sangre de millones de víctimas inocentes.

El compañero Moratinos, más conocido como Desatinos, amigo de dictadores y golpistas como Teodoro Obiang y Porfirio Lobo, asume su papel de títere de los Estados Unidos y del Vaticano. Una vergüenza más para los españoles.

ARTURO DEL VILLAR ES PESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO Más informaciones republicanas en www.fresdeval.blogspot.com