Tradiciones de los pueblos de España

Vuelven las Luminarias de Fontanarejo,
otra vez sin las "Enramás"

Legendaria tradición de un pueblo español de la Comarca Histórica de los Montes de Toledo.

Todo el jolgorio que por esta fecha se vuelve Fontanarejo viaja en torno a una planta, el romero. Será este treinta de abril, como cada año, con el diáfano atardecer de Fontanarejo de los Montes, un pueblito perdido en la Comarca Histórica de los Montes de Toledo.

Por estos días, Fontanarejo recobra tradición y vida, y deja de ser el paraje perdido de aquellos suburbios para atraer almas de todas partes, jóvenes y viejos, blancos y negros, todo mezclado en Fontanarejo porque toca la hora del acto simbólico de purificación de las pestes y pandemias que asolaron en el pasado.

En cualquier caso serán unos días de fiesta fecunda y de tapeo desorbitado e irresistible, en las casas y en los bares porque es la celebración que mezcla lo etnológico con lo etnobotánico.

Estuve una vez y me contagió el aroma purificado del romero, devenido siempre en el gran anfitrión de La Luminaria, Las Lumbres o La Fiesta de la Romera, como quiera llamársele, pero siempre en Fontanarejo.

Fácilmente se puede llegar, porque la comarca se sitúa a caballo entre las provincias de Badajóz y Ciudad Real, abrupta y muy variada, con clima y vegetación mediterráneos, sobre sustratos y suelos ácidos. El río Guadiana atraviesa muy próximo y forma cerca de Fontanarejo los conocidos Estrechos u Hoces del Guadiana.

Un espectáculo sin igual dejarán las luminarias. A lo largo del día andarán ya los aldeanos las cuestas sobre sus burros, en busca del romero, y cuando el crepúsculo pida el fuego ardiente, coches y tractores vendrán desde muy lejos y entonces se harán los fardos con el romero: verde bien verde se colocarán frente a las casas y arderá entonces todo Fontanarejo, sino que se lo pregunten a Ángel Martín, que como tantos empedernidos no se pierde una quema frente a la casa de sus ancestros.

Ahí estarán, él y su familia este treinta de abril, como tantos pobladores, para cuando se haya esfumado la última luz de abril recibir el mes de mayo, tras el toque de campanas con la quema de los grandes fardos de romero.

Y allí estará Don Ángel con un palo en su montón, como todos en sus casas controlando que nadie desparrame las cenizas, según la tradición.

Así la describen: Se forma una gran humareda densa y blanca de intenso olor que llena todas las calles haciendo casi irrespirable la atmósfera. Se dejan las puertas y ventanas de las casas abiertas para que el humo circule por ellas, se procura también que la ropa y el cuerpo queden impregnados del humo «cuanta más humareda se forme mejor».

Esta fiesta tiene un gran arraigo en aquel pueblo. “No se conoce con certeza el origen de este rito”, me recuerda Anselmo Martín, un empedernido seguidor de la luminaria del romero: “Nadie sabe como ni cuando empezó, pero se hace de toda la vida y la fiesta da nombre a Fontanarejo y su tradición”.

ANTECEDENTES

Algunos han llegado a atribuir el origen de la fiesta a las epidemias de peste o cólera que hubo en el pueblo a principios del siglo pasado, y la purificación y desinfección que vino después.

Todavía se recuerda que hubo una de estas pestes contagiosas en la que muchos murieron y a los afectados se les llevaba a las dehesas en carros a vivir aislados en cobertizos.

Otros, relacionan la festividad con antiguas ceremonias de purificación precristianas o medievales relacionadas a su vez con epidemias. En todo Fontanarejo hay gran repertorio y creencia en historias sobre aparecidos en relación a la epidemia, por ejemplo la de fallecidos que se aparecían a sus novias, o a otras chicas. Es lo que se cuenta.

Lo que importa ahora es que las luminarias han vuelto y es tiempo de fiesta y tradición. Tres días de celebración total, desde la procesión a los santos patronos San Felipe y Santiago, el uno de mayo hasta el Día de las Cruces, en la jornada del tres, en que otrora amanecían las ventanas con las enramás de álamo. Pero de eso poco queda ya.

SALVAR LAS ENRAMÁS

Era la otra noche grande de Fontanarejo. Cada dos de mayo, se colocaban las «Enramás», pero nadie hace por rescatar la tradición en la actualidad y hay que conformarse con el episodio mítico de los abuelos.

En las Enramás, los mozos engalanaban las ventanas de las mozas de sus conquistas y Fontanarejo daba otro esplendor, entre el encanto de sus mujeres y los aromas del álamo o el espino. Entonces rezongaba aquello de «Cuando el espino no da flor; y la zarza no se enreda…».

Alguien tendrá, pues que salvar las “enramás” para que Fontanarejo pueda “echar la maya” entre sus mozas bien enramadas, en unas fiestas que recuerdan la rosca de mazapán: La maya era la moza a la que se le enramaba, mientras que el mayo es el chico, y si la maya aceptaba, le tenía que dar una rosquilla de mazapán.

Muchos no estaremos en las luminarias de Fontanarejo, pero a las otras fiestas tal vez nos iremos, porque luego vendrán las de San Roque, en agosto y las de San Antonio, el 13 de junio, «en las que se iba a cantar los pajaritos», que con las “enramás” se perdieron.

GABRIELA, ANTONIA E INMACULADA:
“ROMEROS CENCIOS 2008”

Cada año reconocen a personas, grupos o instituciones que han destacado por su trayectoria personal y por su trabajo. Los premios Romeros Cencios 2008 de la Asociación “Amigos de las Luminarias de Fontanarejo” ya se conocen.

Gabriela González Romero, veterana telefonista del pueblo cuándo había un solo teléfono-centralita en Fontanarejo.

Antonio Pascual Colás, durante 17 años el maestro de Fontanarejo. A su aula acudían hasta 70 niños entre los seis y los doce años.

Inmaculada Fernández Romero, enfermera fontanarejeña, destacada cooperante en Suramérica y Africa, donde se desplaza a trabajar muchas veces en sus propias vacaciones.

EN RECUERDO DE ROMÁN

Y todo festividad deja un momento para el recuerdo póstumo, y este años todo el reconocimiento a la memoria del maestro fontanarejeño Román Fernández Martín, que falleció el pasado mes de diciembre en Móstoles a los 58 años de edad.

Román, además de un gran profesor, era secretario de la Asociación de Amigos de Las Luminarias y formó parte del grupo de fontanarejeños que crearon e impulsaron esta entidad cultural.

Con su muerte deja un gran vacío entre su familia, sus amigos y sus paisanos. En la velada está prevista la intervención de su hijo Iván Fernández Rodríguez, que es tenor y cantará un aria. La familia recibirá el apoyo y el calor de sus paisanos como prueba de afecto y de recuerdo a quien fuera un fontanarejeño cabal y cumplidor.