Leyendas cubanas
El Indio Naborí y Ángel Valiente
A quien lea ahora estas décimas le será difícil creer que en su origen nacieron como poesía improvisada, casi espontáneamente, al ritmo rápido e implacable de un laúd; mas quien no haya asistido nunca a una controversia poética -quien no lo haya visto con sus propios ojos- no podrá imaginar el prodigio del nacimiento de la poesía oral.
El desafío poético que tuvo lugar entre los dos más grandes poetas improvisadores cubanos del siglo XX, el Jesús Orta Ruiz "El Indio Naborí" y Ángel Valiente.
El primero de ellos, el 15 de junio de 1955, en el Teatro Casino Español de San Antonio de los Baños (La Habana), ante dos mil personas; el segundo, en el Estadio de Campo Armada (reparto Lucero, La Habana) ante diez mil espectadores. Los dos encuentros pasaron al mundo de las leyendas.
Los cantores rivalizaban lanzando sus décimas a un público que respondía enfervorizado en cada intervención. Cuando, cantando al amor,
Naborí componía:
«Amor no es pedir: es dar
la casa, el lecho, la mesa...
Es -según Santa Teresa-
la alegría de alegrar...
Ser feliz al escuchar
la risa de los felices,
ver los humanos deslices
con el perdón más profundo,
¡sentir que el tronco del mundo
tiene en nosotros raíces!»
Ángel Valiente le respondía cantando:
«Y por el amor también
el hombre se ofusca y mata
cuando la mujer ingrata
no le corresponde bien.
Cuando traición y desdén
marchitan su amor profundo,
cuando un loco furibundo
se arrebata y busca el pecho
que le ha robado el derecho
de ser feliz en el mundo.»
En las fotos compartidas, Naborí con Angelito Valiente, su compañero en las improvisaciones cantadas.
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