09 abril, 2013

ETERNAMENTE SARA

"No te tenías que llamar Sara.
Tu nombre debió ser Libertad"

•••León Felipe, que la vio como una musa siempre, compuso un verso para Sara Montiel•••

--El día que yo venía para España -contaba ella- él me abrazó, me beso, me arrulló, y me hizo un verso:

«En tus bellos pardos ojos
el sol de la Mancha ríe;
en tu boca los claveles
de tus labios hacen nido;
la rubia era, caliente
voló formando tu pelo,
y las bodegas, umbrías,
y el rojo vino, sombrío,
savia a tu cuerpo dieron,
como la tierra a las tejas,
pan que fuese de trigo,
ruboroso, bien oliente,
nutritivo y entrañable.
La Mancha es en ti mujer
y en mi corazón el dardo».

Su amiga, Felicidad Alarcón, le preguntó un día a Sara:

¿Quién fue León Felipe para ti?

-León Felipe fue una persona muy importante en mi vida como mujer y como artista.

Yo llegué a México y en el año 50 con 22 años, lo conocí en una reunión en casa del doctor Puig.

Doctor Puig fue el que arregló en Francia y arregló con México, con (Lázaro) Cárdenas, que entonces era el presidente de México. Cárdenas arreglo que todos los republicanos se refugiaran en México, y entonces conocí a León en la casa del doctor y fue para mí, pues una impresión tremenda, pero para él fue tremendísima, porque se hizo muy amigo mío y yo bueno... salía con él, después de comer a las cuatro de la tarde tenía la reunión celebre en el café de París en el centro de México. Allí se reunían, iba muchísima gente muy importante e intelectuales maravillosos, me invitaban y yo iba con él.

Él sabía que yo había aprendido a leer muy tarde , ya con veinte años largos, y entonces él me enseñó a leer obras de teatro, porque le gustaba muchísimo el teatro y decía que yo era un animal maravilloso para la escena, me dio libros para leer, para saber quiénes eran los poetas románticos españoles de la Generación del Veintisiete, y entonces pues fue para mí como un Pigmalión y claro era muy exigente era muy fuerte de carácter y al mismo tiempo muy dulce, muy majo , una persona maravillosa.

El día que yo me despedí de él, en Septiembre del año 1968 en México, yo venía para España, él me abrazó, me beso, me arrullo, y me hizo un verso. Me mando a tomar clases de interpretación con Sekisano, un maestro japonés que estaba en México, dando clases individuales, estuve como dos años yendo pero yo le decía: -mira León no soy para hacer teatro en prosa, a mí me gusta cantar, y entonces él lo comprendió y dijo es una pena que no seas de teatro.

Sólo dos semanas después me llamaron para darme la mala noticia, que había muerto. Se perdió un gran poeta y un gran hombre universalista que creía que no había fronteras y todas las naciones eran para todos.

Sara Montiel, bien aconsejada por Miguel Mihura (uno de sus grandes hombres, junto a León Felipe) se fue a hacer las Américas. Primero a México y luego a Estados Unidos, de donde volvió, rechazando un contrato con Columbia, cuando se hartó de ser la india guapa.

Ahí dejaba «Veracruz», con Gary Cooper y Burt Lancaster, «Serenade», con Joan Fontaine y Mario Lanza (dirigida por Anthony Mann) y «Yuma» (1957), dirigida por Samuel Fuller.

Su mito nació, según su biógrafo Pedro Villora, con «El último cuplé» (1957), donde Juan de Orduña la puso a cantar, a susurrar, «Nena» o «Ven y ven». Sara había pedido a la orquesta que bajara medio tono y la jugada le salió perfecta.

Sara Montiel era una persona tan extraordinaria, tan singular, que hasta sus historias lo eran. Aseguraba que Franco la había mandado en misión secreta en 1965 a los países del Este, donde se veían todas sus películas. «Tuve que ir a Rumanía a pedir madera porque en España no había ni para hacer una silla. Fui consciente de que me estaba usando. No tenía otra opción, no quería que me fusilara». Lo contó en un programa de televisión cuando cumplió 80 años.

Ahora Sara Montiel nos deja a nosotros. Había nacido en 1928 en Campo de Criptana. Y casi no nace porque su madre abortó. Lo que pasa es que quien practicó el aborto no se dio cuenta de que había otro feto.

Ahora se volverán a recordar los huevos que hizo a Marlon Brando, que se presentó por la mañana en la casa que compartía con Anthony Mann, entonces su marido y con quien se casó dos veces.

Se recordará el pollo que montó en un restaurante neoyorquino cuando le dijeron que ella podía cenar allí pero Billie Holiday, su acompañante, no.

Se recordará su boda romana en 1963 con José Vicente G. Olaya en la iglesia española de Montserrat, con más periodistas que invitados.

Se recordarán sus años felices con Pepe Tous, su tercer marido, con quien adoptaría a Thais y Zeus, sus hijos.

Se recordará su peculiar boda con el cubano Toni Hernández, que ya separado se presentó una vez en «Sálvame» vestido de chulapona.

Se recordará a Sara Montiel porque, plagiando a Ruano, Sara es una asignatura llave del espectáculo español.

Este lunes, cuando en «El programa de Ana Rosa» se empezó a hablar de que el médico había tenido que acudir a casa de Sara Montiel y luego llegó la noticia de su fallecimiento, hasta se esperaba que, de pronto, ella misma llamara por teléfono y exclamara una de sus grandes frases frente a la desinformación: «¿Pero qué invento es este?».

Ahora no se lo inventaron. Sara Montiel (1928-2013) ha muerto. Se fue un mito del cine español.







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