"El cubano no solo es
emigrante
cuando se marcha
emigrante
cuando se marcha
para siempre; otros somos emigrantes eventuales
para vivir en Cuba"
"Este país ha sido muchas Cubas y seguirá siendo muchas Cubas en el futuro"
Por la vigencia de su excelente música, Atrio Press ofrece un resumen de la entrevista al cantautor cubano aparecida hace algún tiempo en la revista Consenso.- Una conversación de total transparencia que Reinaldo Escobar mantuvo con el autor de "La vaquita Pijirigua" todavía se difunde en la red.
¿Cómo está registrado usted administrativamente en Cuba?
—Formo parte de un centro de trabajo que se llama Centro Nacional de la Música Popular que heredó muchos de los artistas que estaban en la Agrupación de Conciertos. Para yo poder dedicarme profesionalmente a la música debo estar empadronado administrativamente en alguna empresa del Ministerio de Cultura. Ellos me pagan un salario de 500 pesos moneda nacional mensualmente, lo que agradezco mucho porque con eso puedo pagar la electricidad.
Realmente me considero un emigrante eventual, lo que significa que vivo en mi país, pero gano el dinero trabajando en el extranjero, si no, no podría ni comprar equipos y ni siquiera repararlos. Las cuerdas de guitarra tienen precios muy elevados, por reparar un micrófono profesional te cobran cien pesos convertibles, tengo amigos que me prestan los programas de computación para procesar la música, de lo contrario no podría comprarlos. Con el dinero que gano oficialmente como músico no podría hacer música, porque todo es carísimo. Por eso digo que todos estos años he estado en Cuba como un emigrante eventual, porque resuelvo la mayor parte de mi dinero fuera del país.
Preferiría ganar ese dinero en Cuba , pero no se puede por muchas disposiciones o mejor dicho indisposiciones administrativas. Estoy aquí aceptando esa regla del juego, porque no se trata - como se piensa-, de que le gente se convierte en emigrantes económicos cuando se marchan para siempre de Cuba , sino que muchos también somos emigrantes económicos aun cuando vivimos en Cuba .
¿Quien es Pedro Luís Ferrer?
—Yo soy un artista cubano, pero ni siquiera tengo un compromiso estético con el proceso de la cubanía. Esos son valores muy manipulados y hasta vilipendiados. Yo soy el cubano que quiero ser, siempre lo he dicho, y de la música cubana tengo derecho a decantar lo que me interesa y lo que no, y hay muchas cosas que no me interesan. Mi objetivo no es ser cubano porque considero que eso no es una virtud, sino un accidente. Es como ser bajito, o negro o rubio. Lo que pasa es que formo parte de un conglomerado donde aprendí a ser cubano y a que me gustara esto y lo otro.
Yo también, en una época llegué a pensar, por ejemplo, que era una herejía que una orquesta cubana usara un instrumento de Brasil, pero eso era parte de la lógica nacionalista que le metieron a uno en la cabeza. Yo no me siento prisionero de nada, ni siquiera de lo que estoy haciendo ahora. Los nacionalismos y las tradiciones tienden a agotar a los pueblos. Los pueblos se cansan de sus tradiciones y se buscan otras, pero necesitan tenerlas en cuenta para entenderse...
La tradición me interesa como un instrumento de comunicación. Pero algo que el pueblo no practica ni atiende eso ya no es una tradición. El danzón es el baile nacional cubano, pero en verdad ¿quién baila danzón en Cuba ? Yo creo que hay una nacionalidad histórica y que este país ha sido muchas Cubas y seguirá siendo muchas Cubas en el futuro y hay cosas que son cubanas por razones históricas, porque lo fueron en un momento dado, porque el pueblo las atendió, las abrazó y las hizo suyas, pero solo forman parte de la vida real si se siguen usando, si tienen valor para las nuevas necesidades comunicativas.
Usted es un artista que se presenta poco ante el público. ¿A qué obedece eso?
—Llevo dos años en Cuba sin salir de viaje y en ese tiempo he dado seis conciertos. La verdad es que en un momento perdí los deseos de presentarme en público a partir de que me quitaron de los medios oficiales: el teatro, la radio, la televisión. Un día a finales de los años 80, me citaron a una reunión y me explicaron que iba a estar un tiempo sin presentarme. Eso duró más o menos dos años y todo comenzó a raíz de un viaje que di a Perú donde dije cosas que no gustaron.
El grupo musical que yo tenía dejó de trabajar conmigo, entonces yo me fui para mi casa y empecé otro camino que consistió en tocar en las casas de los amigos y en hacer mis propias grabaciones y a seguir un camino mucho más independiente. A mí sí me gusta tocar en público, a mí lo que no me gusta es no poder decir en público lo que yo creo que debo decir. Yo no le falto el respeto a nadie, lo que pasa es que aquí hay quien considera que es una falta de respeto defender otra idea. No he querido realizar presentaciones públicas despojadas de lo que yo pienso y no entiendo porque aquí hay personas que tienen toda la libertad para decir lo que piensan y otros no lo pueden decir. Cuando me dan un chance digo lo que pienso y hago los conciertos como los quiero hacer.
Después de ese ostracismo total que duró dos años, se comenzaron a transmitir algunas canciones suyas en la radio. ¿Pasó algo que motivara ese cambio de actitud oficial hacia usted?
—No pasó nada en especial, lo que ocurrió fue que esos intermediarios que deciden que esta canción sí y esta canción no, empezaron a dar una imagen fragmentada de mí. Transmitían por ejemplo una canción mía que se llama Las Artilleras pero no ponían Marucha la jinetera, ponían La vaquita Pijirigua , pero nunca Ciento por ciento cubano. Esa es la época en que se proclamaba que la prensa y hasta el arte debían ser oficialistas.
Yo le canté a las artilleras desde mi sensibilidad, y nunca he negado esa obra porque cuando la hice creía en la defensa de la Revolución y en la incorporación de las mujeres a todas las tareas, pero paralelamente, en esa misma época ya aparecía el fenómeno del jineterismo y creía que era necesario hablar de eso también. Empezaba a tomar conciencia de cosas que pasaban y que habían pasado en Cuba , como el fenómeno de las UMAP, y la represión contra los homosexuales y contra los religiosos.
En realidad yo había sido un ignorante de eso, pero empecé a ver cosas y me preguntaba cómo era posible que si mi padre era un revolucionario cabal, tenía que esconderse para creer en San Lázaro mientras un cualquiera exhibía una figurita de Lenin sobre su buró. Esas cosas me empezaron a chocar y yo comencé a reaccionar. Más que tener una idea clara de lo que pasaba me dije “aquí hay algo que no está funcionando bien y la Revolución no debe ser esto. Esto no puede estarse haciendo a nombre de la Revolución ”.
Yo era un joven educado por un padre fidelista que ante cada cosa mala repetía “Fidel seguro que no sabe esto” o “Deja que Fidel se entere”. Por eso yo empiezo a protestar a nombre de la Revolución y he criticado pero también he elogiado, lo que no puedo permitir es que un funcionario me imponga que tengo que hacer un arte oficialista, porque entonces en qué plano quedo yo cuando le canto a las artilleras.
No soy un oportunista cuando elogio, soy un tipo que canta en lo que cree, pero creo también en lo que canto cuando digo “él tiene delirio de amar varones y le gustan hombres fuertes y sanos y lo discriminan por ser así.” Y me duele lo que pasa con el turismo y con el dinero y lo digo entre otras cosas para que Fidel se entere. Al final de este proceso agradezco mucho lo que me pasó porque comprendí muchas cosas, entre ellas que yo no solo he sido una víctima sino que también he sido victimario.
¿Cuándo ha sido victimario?
—En muchos casos sin tener conocimiento ni información suficiente estaba apoyando y afirmando cosas que la vida me demostró que no eran así. Pero como dijo alguien una vez “Nadie sabe el pasado que le espera”. Esta realidad la hemos construido todos juntos y es legítimo el derecho a deshacer lo que hicimos cuando entendemos que está mal.
El hombre no es solamente un ente político sino un ser humano que se trasforma según sus aspiraciones espirituales y de bienestar. Hay quien pretende poner las verdades políticas por encima del ser humano, pero yo me niego a eso, yo creo que el ser humano está por encima de todo y no hay ninguna razón mayor que esa.
Todo lo que atente contra las libertades humanas, contra las posibilidades del hombre de expresarse en todos los sentidos de la vida: en la política, en la economía, la religión, el arte, en todo y ser feliz, todo lo que atente contra eso, para mí, no está bien.
¿Alguna vez se ha sentido distante de su público?
—He recibido sorpresas muy grandes con el público, como llegar un día a un lugar y ver que cientos de personas cantaban conmigo canciones que nunca se habían puesto en la radio ni en la televisión. Eso fue un aprendizaje enorme porque tomas conciencia de que la sociedad no es pasiva sino un ente activo. Hoy el desarrollo tecnológico del mundo hace posible que casi cualquier persona tenga acceso en su casa a un equipo que reproduce la música que cada uno selecciona y ya no hay que esperar por el disco que ponen en la radio.
Mi tío (el poeta Raúl Ferrer) me dijo una vez una cosa que fue una gran lección para mí y es que la radio y la televisión no son masivas por el alcance que tengan, sino especialmente por la masividad con que se atienda y si la radio o la televisión transmiten algo que yo no quiero atender, simplemente no lo oigo. Hay quien piensa que porque la radio esté transmitiendo todo el mundo la está oyendo.
Descubrí que si una persona le pide a otra que oiga una canción porque en ella se expresa lo que él tiene necesidad de escuchar, se va creando un consenso alrededor de eso que funciona de persona a persona. Eso da cumplimiento a una máxima asiática que dice que el artista es el trueno y el pueblo es el viento. La lección es que tú no me puedes prohibir. Tú me podrás prohibir en la radio, pero a mí no. Yo tengo la capacidad de hacer música y hay muchos medios de hacerla llegar a las personas. Tendrían que editar una ley que prohíba escuchar mis canciones.
Todo el mundo lo conoce en Cuba, pero no todo el mundo puede escucharlo.
—Es cierto que los sectores que escuchan mis canciones son más reducidos pero también es cierto lo que decía Arnold Hauser que el arte no le da respuestas a quien no le hace preguntas. Hace unos días, cuando hacía las gestiones para mi viaje en el Ministerio de Cultura tropecé en un pasillo con un funcionario que me dijo. “Oye, ya no estás cantando” a lo que yo le respondí: “Sí, lo que pasa es que tú no me estás oyendo”
¿Hasta donde ha llegado la censura con usted?
—En Cuba la censura no existe ni falta que le hace. Nosotros vivimos en una sociedad que está diseñada por el estado con un estilo totalitario y como se sabe el totalitarismo también es diverso. Lo que mata no es el plomo, sino la velocidad, la fuerza con la que llega a uno. Y es con esa fuerza o con esa intensidad con la que puede hacer daño cualquier tipo de diseño totalitario.
Lo digo sin intención de faltarle el respeto a nadie: vivimos en una sociedad totalitaria con una concepción caudillista del estado que no ha permitido que las instituciones se desarrollen. Aquí no solamente ha habido una lucha con el imperialismo yanqui, ha habido también una lucha entre el caudillismo y la tentativa de crear un estado institucionalizado y diverso.
Por eso la censura no hace falta y por eso creo que a mí en particular no me han hecho nada. Eso está diseñado para todo el mundo. No pueden decirse determinadas cosas y no se dice y punto. Eso está establecido en todas partes así, no es un problema conmigo, no es nada personal en contra mía. Es parte de un diseño totalitario que tiene su propia velocidad, como tuvo su propia velocidad el fascismo con Mussolini o el nazismo con Hitler o el totalitarismo comunista con Stalin. Unos se mueven más a la derecha o más a la izquierda.
Nuestra política nace de la cultura que tenemos. A nosotros nos gusta mucho ser cubanos y decir que somos divertidísimos y que somos una maravilla en la cama, que los frijoles negros como los preparamos nosotros es la mejor comida del mundo y tenemos la mejor música y las mujeres más lindas, pero no hablamos de nuestros defectos ni de nuestros problemas históricos, de las cosas que arrastramos, de las cosas que debemos superar como cultura para poder tener una política diferente.
Hay funcionaros que han querido que yo me presente ante el público, pero ellos no tienen la libertad de tomar esa decisión. Uno de los resultados de este entramado que mucho más allá de la censura es que todo esto que yo estoy diciendo aquí puede ser catalogado fácilmente como un acto de disidencia, pero al disidente lo creó el totalitarismo. ¿Quienes son los disidentes de Estados Unidos o de Holanda o de Suiza?
¿Por qué el gran poeta que es Pedro Luís Ferrer no publica su obra?
—En realidad he publicado mi poesía en los mismos espacios donde canto mis canciones. Quizás
algún día aparezca alguien que quiera imprimir en un libro esa poesía, como apareció ahora alguien que quiso reproducir los discos con mis canciones. De hecho si comparamos hay más textos que música en lo que hago, incluyendo algunos que fueron concebidos para canciones que a lo mejor se quedan sin música para siempre, pero que fueron hechos con una estructura y con un lenguaje que funcionan en la transmisión oral, que es muy diferente a lo que se escribe para ser leído.
He elegido los octosílabos porque, por una razón que habrá que estudiar algún día, aquí los octosílabos son muy eficaces para la comunicación, quizás por una estructura mental de la sociedad.
¿Ha incursionado en otros géneros?
—Si, un poco. He escrito algunos cuentos y hasta una novela, pero me falta el tiempo. Yo vivo de la música y eso me absorbe mucho tiempo. Para la literatura hay que sentarse a escribir todos los días. Me pasa una cosa muy curiosa, cuando le dedico tiempo a la narrativa no quiero saber nada de la poesía. A veces tengo muchos deseos de llevar a término un proyecto literario pero me doy cuenta que es como un abismo y tengo que mirar a otro lado.
La narrativa es un instrumento muy tentador y lamentablemente no puedo dedicarme a ella pues perdería la fuente de sustento que tengo que es la música. Tengo que componer ensayar y grabar, y no hay tiempo para otra cosa. Quizás algún día encuentre sosiego para eso.
Si usted tuviera que cantar una canción para demostrarle a una persona que usted es Pedro Luís Ferrer ¿cual canción elegiría?
— La vaquita Pijirigua o tal vez El romance de la niña mala.
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