25 febrero, 2016

COMO RECUERDO A "MONGO", EL MAYOR DE LOS HERMANOS CASTRO

Dicen que se parecía a Fidel, pero era Fidel el que se parecía a él. 


El hombre que le dijo a Fidel en el periodo especial, si aquí nada se resuelve: 'Apaga y vámonos'

Ha muerto el martes último en La Habana, a los 91 años, Ramón Castro Ruz, el hermano mayor de los Castro.

Tras el desplome del socialismo europeo, cuando un periodo especial de limitaciones y carencias comenzó a arreciar en Cuba y las cosas empezaron a ir mal, "Mongo" Castro fue el cerebro que dijo, no los decía a los periodistas cuando nos reuníamos en torno a él: "Yo se lo digo a Fidel, si con estas medidas de la máxima austeridad no se resuelve nada, apaga y vámonos". 

Y ciertamente, eran los tiempos de lo más austero de Cuba. Los tiempos del eslogan del "hacer más con menos (recursos)". 

Desde mucho antes, desde los tiempos cruentos de la Guerra Fría, en Cuba, vivíamos más pendientes con los signos de transparencia de la glasnost y la perestroika soviéticas que con los síntomas de las fuertes limitaciones que se nos venía encima. Y esas limitaciones llegaron de golpe tras la desintegración total de la ex Unión Soviética —la mano tendida de Cuba—, en 1991. 

Entonces, Ramón Castro, que miraba claro y transparente, siempre decía que no eran tiempos "para andarse en juego". Tal vez por eso siempre vivió entre el sol y la sombra.

A "Mongo" Castro, le gustaba recorrer los campos y detenerse al pie de los cañaverales con los periodistas, a quienes nos decía mil verdades cuando los corifeos no querían verlas.

Lo hizo en el Ministerio del Azúcar, en el de la Agricultura, y cogió mil dolores de cabeza en medio de las contiendas fracasadas, cuando los corifeos de la burocracia que se le arrimaron —técnicos y estrategas vividores del poder—, se empeñaban en justificar el estancamiento del país . 

Ramón Castro Ruz, el primero de tres hermanos varones —después vino Fidel (89 años) y Raúl (84)— había nacido  en el poblado de Birán, en Mayarí, un municipio de la antigua provincia de Oriente,  el 14 de octubre de 1924.

Más conocido en toda la isla por su mote de "Mongo" —como llaman a los Ramón— fue el segundo hijo que el español de origen gallego Ángel Castro tuvo con su segunda mujer, Lina Ruz, quienes además tuvieron a Ángela María, su primogénita fallecida en 2012, a Juanita, Emma y Agustina. Raúl es el penúltimo de siete hijos y actual gobernante desde que reemplazara en el cargo a Fidel en 2006, por una enfermedad que le imposibilitó seguir con el poder.
Ramón, Emma, Fidel, Angelita, Raúl y Agustina, en 1985.

Ramón Castró estudió junto a sus hermanos en el Colegio de Dolores, de los jesuítas, en Santiago de Cubaluego cursó Ingeniería Agrícola en la Universidad de La Habana, y a partir de ahí se consagró a la vida de los campos. 
Aunque poco se ha difundido de su vida privada, tuvo un matrimonio con Aurora Castillo Valdivia, con quien tuvo cinco hijos. 

Por la similitud de la barba que les identificaba y su gran tamaño, le solían decir que se parecía a Fidel, pero él espetaba con una frase: "No!, es Fidel el que se parece a mí, porque yo soy mayor que él". Era un hombre de casi dos metros, robusto, barba rala y mirada intensa —como Fidel—, que vestía casi siempre con una guayabera impoluta y pantalón ancho. 

A pesar de que no era demasiado conocido a nivel internacional, "Mongo" se pasó la vida haciendo lo que más le gustaba, andando y desandando los campos de Cuba. Era un campesino de pura cepa, un hombre de pueblo, que mantuvo cargos administrativos como asesor por sus experimentados conocimientos de la agricultura y la ganadería. 

Su cargo más emblemático fue el de director del Plan Especial Genético de Valle de Picadura, al sur de La Habana, y ejerció también como asesor de los ministros de la Agricultura y del Azúcar.

En el Picadura de los ochenta, Ramón, cuando ya era un consumado veterinario de profesión, vivía una pasión desenfrenada por la inseminación artificial de vacas con el semen de poderosos toros canadienses. La familia Castro tenía allí una especie de estancia argentina donde criaban puercos y vacas de carne y de leche. Las cooperativas lecheras de todo el valle —que proliferaron por toda Cuba después— tenían que conseguir la leche que alimentaba a todo un pueblo, y esa responsabilidad nació con el hermano mayor de Fidel y un especializado equipo de trabajo que él dirigía.

Su vida política activa, tuvo vitalidad en las filas del gobernante Partido (único) Comunista de Cuba y como diputado del Parlamento Cubano.

Conoció el rigor del presidio antes de que llegara la Revolución de Fidel, en un encarcelamiento en 1953, durante el régimen de Fulgencio Batista.

Su muerte ocurrida este martes, rompe con el mito popular de que "los Castro son inmortales."

Muchos de los cubanos más viejos, alardean de la larga longevidad de los criollos. Muchos septuagenarios y octogenarios de hoy, incluso piensan que podrían sobrevivir a Fidel Castro… pero los Castro se ríen de la muerte como de su irredimible derrota. Su padre Ángel vivió hasta los 82 años. "Mongo" Castro que se fue con 91, solía decir: "nosotros tenemos una buena genética".

Este es el "Mongo" Castro que recuerdo cuando yo pulía mis años vitales en el periodismo cubano como reportero de zafra en La Habana de los 90, entre la redacción de Radio Progreso y el Ministerio del Azúcar. Un hombre de fijaciones previsibles sobre el futuro del país por duras que fueran.

UN REALISTA DE SU TIEMPO

No era un seductor con la palabra como Fidel, pero como asesor de los principales ministerios de la isla —Azúcar y Agricultura— salía en busca de los problemas donde estuvieran, en los cañaverales de  Oriente o en las Vegas de tabaco de Occidente. Por cualquier parte siempre aparecía "Mongo" en su Jeep verde olivo, exhalando a veces el humo de un puro que invadía su entorno.

Con el buen gen de los Castro, nunca faltaba un libro o una carpeta entre sus manos, quizás con todo el cúmulo de información que siempre le acompañaba como hombre bien prevenido. Era ferreamente disciplinado. En las reuniones, casi siempre era de los primeros en llegar, muchas veces antes que los periodistas.

En sus charlas prolongadas, era lúcido como la fortaleza física que le acompañaba. En eso también Fidel se parecía a él. De hablar pausado, con voz casi inaudible, pero segura y de no tener para cuando acabar, tal vez por la perseverancia que ha caracterizado siempre a los Castro por no temerle al riesgo ni a la mismísima muerte. 

Muchos intentos de asesinato contra su emblemático hermano se han malogrado a lo largo de más de medio siglo, y hasta hoy todos sus adversarios se resignan a la inmortalidad de los Castro irradiando siempre fuerza y poder. Es una verdad ineludible.

Los informes desde La Habana, no desvelan de qué ha muerto Ramón. Pero diría con toda seguridad, aunque hayan muchas cosas en las que piense diferente, que "Mongo" se fue satisfecho de todo lo vivido como lo hará Fidel un día. 

García Márquez decía de Fidel que "no hay un proyecto colosal o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada. Y en especial si tiene que enfrentarse a la adversidad." Así también era Ramón cuando se aferraba a los campos y a la realidad que lo tocó. En eso, era él quien se parecía a Fidel. 
Con Ramón, los diálogos fluían en cualquier parte, lo llamaban "Mongo" y no se disgustaba. Al contrario, bromeaba con su gran sentido del humor.

Cuando el periodo especial comenzó a arreciar en Cuba y las cosas no iban bien. "Mongo" Castro fue el cerebro que dijo: "Si con estas medidas de la máxima austeridad no se resuelve nada, apaga y vámonos". 

Fidel se aferró a su Revolución, aún cuando se sabía lo que iba a venir después del derrumbe del socialismo del este europeo. Pero "Mongo" y cualquier cubano sabe que el mayor daño en Cuba lo han hecho los corifeos de la burocracia. 

Por ese afán de la testarudez cuartelera, quizás en muchas partes la muerte de Ramón Castro tenga polémica. Como la tendrá el día final de Fidel. Entonces será la hora del balance de cómo, poco a poco, una Revolución perdió la sustancia originaria, abandonó sus cursos libertarios y entronó por el burocratismo excesivo con los corceles de la incompetencia que se le arrimaron.

EL ENGAÑO Y LA MENTIRA
Los tres hermanos Castro: Raúl, Fidel y Ramón.

Cuando el huracán Kate asoló a la central provincia de Villa Clara en 1985, Fidel apareció como siempre a la hora de la tragedia. Aquel viaje suyo fue revelador de uno de los muchos engaños a los que su propia casta le ha sometido durante años. 
Para hacer su trayecto desde La Habana rumbo al centro de la isla, tomó por la Carretera Central que bordea toda la Costa Norte. Al llegar a la altura de Corralillo, Fidel indicó acortar distancia por la vía a Santo Domingo que llevaba al centro del país, pero se encontró con que la carretera que un día le reportaron como acabada, no existía. Como esta, así montones de mentiras de los corifeos que se le arrimaron a lo largo del camino. 
Aquel engaño costó "largar cabezas" como se dice en Cuba a la hora de destronar a alguien que no cumple con el sagrado deber de la Revolución. La carretera al final se hizo, no sin antes hacer un pase de cuentas que costó fulminantes sustituciones y destronamientos de muchos cargos como el ministro de la Construcción. Un daño —el del engaño y la mentira— que ha costado puestos en Cuba revolucionaria toda la vida.

Se hizo la carretera Santo Domingo-Corralillo como se hizo el pedraplén Caibarién-Cayo Santa María, obras grandes de ingeniera que únicamente se podía permitir la capacidad de acción de Fidel, como estuvo la mano de su hermano Mongo tras muchas logros agrícolas también. 

Pero el ingrediente que la ha faltado a la Revolucion de los Castro siempre es la de la capacidad de actuar y hacer de los súbditos. Por eso perdió sustancia su Revolución. 

Por eso en la medular crónica que escribió García Márquez caracterizando a Fidel dijo que el peor daño se lo han hecho "los que escamotean la verdad y se le ocultan para encubrir deficiencias..., una incompetencia burocrática colosal que afecta a casi todos los órdenes de la vida diaria..."

Se fue "Mongo", se irá Fidel y la vida seguirá. En realidad, fue la sumisión apestante, el espíritu obcecado, cuartelero y burocrático de los súbditos que fueron arrimándose y ensombrecieron los caminos por todas partes, porque si no Cuba hoy no sería lo que es.


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