De cubano a cubano
Un día, José Lezama aceptó participar en una sesión de fotos y así dejarse atrapar por el lente de una cámara de un joven de 22 años, inquieto, nervioso, casi tartamudo, pero de ojos trasparentes como su astucia artística". Ese era Iván Cañas.
Iván Cañas ha guardado toda la vida un tesoro entre el papel y el lente. Sus fotos más emblemáticas captadas a José Lezama Lima, son ya imágenes históricas del poeta, ensayista y novelista cubano, considerado junto a Alejo Carpentier, una de las más grandes figuras que ha dado la literatura insular y latinoamericana.
A propósito de la presentación de su exposición "Lezama Inédito", el 23 de septiembre en la Universidad del Claustro de Sor Juana, México DF, cuento la historia de esta historia.
Eliseo Alberto (Lichi) vivió desterrado en México desde 1988 hasta su muerte, ocurrida en 2011, pero estuvo a tiempo de encontrarse con su paisano y amigo, Iván Cañas.
De aquel encuentro, Lichi hilvanó una magistral crónica que le dedicó a Iván: "El día que Iván Cañas fue a visitarlo (a Lezama), cámara en mano, el autor de "Paradiso" acababa de cumplir 59 años".
"Las cuarenta fotografías que Iván Cañas tomó al poeta, a lo largo y hondo de dos caminatas habaneras (verano de 1969, primavera de 1970), tuvieron que esperar cuarenta años para encontrar las paredes de la Galería Central del recinto Wolfson del Miami Dade College (edificio 1, 3er piso, salón 1365) y sólo desde allí, desde esa ventana pública, abierta a la comunidad cubana en el exilio, presentarnos a un José (Lezama) de cuerpo entero", relató Eliseo Alberto.
Ahora esa misma muestra en selección de treinta instantáneas llega al Patio de la Fundación Universidad del Claustro de Sor Juana, en el mismo Centro Histórico del Distrito Federal de México.
Ahora esa misma muestra en selección de treinta instantáneas llega al Patio de la Fundación Universidad del Claustro de Sor Juana, en el mismo Centro Histórico del Distrito Federal de México.
La crónica de Lichi sobre Iván y Lezama no puede ser más certera: "El día que Iván Cañas fue a visitarlo, cámara en mano, el autor de "Paradiso" acababa de cumplir 59 años, llevaba cinco de casado con María Luisa Bautista, vivía en su casa de siempre, ahora en profundo ostracismo, y ya cargaba con unas 350 libras de peso. El asma lo minaba pero no podía ni quería renunciar a sus habanos de la marca Hoyo de Monterrey, de seis pulgadas. La obstinación y la risa, bien mezcladas, producen resultados sorprendentes: obstinado, risueño, Lezama se las arreglaba para restarle dramatismo a su mala suerte".
"Paradiso" había sido publicada tres años antes, en 1966, pero prontamente encontró la censura, y Lezama, la marginación.
Escribe Eliseo Alberto: "Al considerarlo “pequeño burgués”, “elitista”, “extravagante” y “homosexual”, en severo juicio nunca reconocido, Lezama fue confinado a la mazmorra del desprecio. No fue a la cárcel ni a una granja de rehabilitación: lo mandaron al olvido. Obstinado y risueño, el poeta de Enemigo rumor, se refugió en su casa, entre sus libros, tras sus lecturas, pero tuvo la precaución de dejar la puerta sin cerrojo, abierta a todo aquel que quisiera visitarlo. En el bolsillo, su habano de seis pulgadas esperaba ser encendido en el mejor momento de la próxima conversación".
La crónica de Lichi es puntual y precisa: "Una de esas tardes, llegó el pintor Raúl Martínez en compañía de un joven fotógrafo —Iván—, también músico, vocalista de uno de los cuartetos más queridos por la muchachada de aquellos años (Los Cañas). Querían mostrarle al Maestro la maqueta de un libro de fotografías que, publicado trece años después (El cubano se ofrece, 1982), habría de virar al revés el imaginario de la Revolución al prescindir del discurso político y centrar su atención en el paisaje solitario e irrepetible de un sujeto individual, hombre a hombre, cara a cara. Lezama debe haber quedado gratamente impresionado por el trabajo de aquel artista de apenas 22 años, inquieto, nervioso, casi tartamudo, de ojos trasparentes". Ese era Iván Cañas.
Eliseo Jr. armó la historia antes de morir, aunque la historia viva sigue siendo Iván: "Contra su natural retraimiento, (Lezama) aceptó participar en una sesión de fotos y así dejarse atrapar por el lente de una cámara —la del joven Iván Cañas—Una buena ocasión para encender su habano de seis pulgadas".
Ese testimonio lo guarda Iván como tesoro de su recuerdo más fecundo: “Las imágenes de mi exposición "Lezama inédito", fueron hechas entre 1969 y 1970, en la casa del poeta y en un recorrido que abarcó el Paseo del Prado y el Museo de Artes Decorativas de La Habana. Lo que más impresionaba era su extraordinaria memoria y dominio del idioma, que manejaba de una manera natural: él estaba en su ‘reinado’ y mostraba una humildad cortés".
¿COMO ERA LEZAMA?
Cuarenta años después, Iván Cañas guarda la imagen lúcida de José Lezama Lima ante su lente, porque lo tuvo literalmente en sus manos: "era un hombre reposado, acorde con su estatura y su volumen. Escribía a mano y sentado en una tabla que apoyaba en un sillón”.
Entre todas las fotos que le hizo Iván Cañas a Lezama Lima. ha confesado preferir la que titula “El tamaño de una carcajada” (Lezama riendo) Y la describe así: “en medio de la soledad, el escritor no había olvidado celebrar la visita de un amigo”.
Fue ese su auto de fe en la vida, el que hizo siempre de Lezama un caballero de "humildad corté".
Paradójicamente, Eliseo está ahora muerto, pero la tarde lezamiana en que vivió una día de La Habana la sensatez de un fotógrafo veinteañero, está viva todavía en la memoria de Iván Cañas, que ahora llega a México, como para seguir hurgando en el pasado maravilloso de las historias y los recuerdos. Y seguir contándolo como un Lezama del lente, porque sin soledades ni distancias, Iván Cañas siempre está esperando un nuevo amigo.
POSTDATA: Eliseo Alberto de Diego García Marruz (Lichi), nacido en Arroyo Naranjo, La Habana, Cuba, en 1951, murió el 30 de julio de 2011, en México.
Hijo de Eliseo Diego y Bella García Marruz, y sobrino de Cintio Vitier y Fina García Marruz, miembros del Grupo Orígenes. Iván Cañas vuelve apuntar hacia Cuba (desde México) entre el lenguaje de sus imágenes ya míticas que siempre revelan una historia maravillosa adosada con la perspicacia del ser extraordinario que lleva dentro.
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