20 octubre, 2010

Isabel Martínez Ferrero expone en Madrid (Tetuán)



El colorismo de Isabel

Una treintena de óleos de esta pintora naïf, La Nonagenaria de España, están expuestos y a la venta este octubre en el Centro Cultural Eduardo Úrculo de Tetuán, en Madrid.

Isabel le tiene un amor inusitado a”Nostalgia”, un óleo que le brotó hace casi veinte años, lo mismo que a “Pulgarcito”, una evocación de su más tierna infancia. Son lienzos floridos que trasladan paz y sosiego. Cualquier cuadro suyo justifica perfectamente todo el universo de la obra de Isabel Martínez Ferrero.

Con todo el colorismo y los vestigios de sus paisajes, una selección de obras nuevas y anteriores de esta artista nonagenaria se reunen en "Un mundo feliz", la muestra que este octubre toma el Centro Cultural Eduardo Úrculo del madrileño distrito de Tetuán (Plaza Donoso, 5).
A sus 92, Isabel sigue siendo un desafío a los años, sigue imparable en la vocación que más adora en su vida: la pintura naïf. Y eso la enaltece a ella y a cuantos sabemos valorar su obra. Lo demostró Amparo Martí, desde su crítica afinada sobre el arte naïf, y lo replanteó Paloma García Romero, la Concejala Presidenta de Tetuán, que en justo reconocimiento cedió espacios del Distrito para que la artista siga expandiendo su obra por Madrid.
Fiel exponente del arte primitivo desde la infancia, Isabel Martínez nos propone en “Un mundo feliz”, una selección de sus lienzos llenos de colorido, con los que la artista despide otra primavera y recibe espléndida la quietud del otoño.

“Un mundo feliz”, sugiere creaciones recientes: “El color de la magia” (2010), “La rosa de los vientos” o “Fantasía en el bosque” (2009), y así hasta superar la decena en los últimos tres años, pero también hay obras ya conocidas en el tren expositor en que se ha convertido la vida de esta mujer, siempre arropada en la familia, en sus flores, en el río, en el pueblo y en toda la infinitud de su horizonte.

A Isabel Martínez, la fuerza de su denodada pasión por la pintura, le viene desde que era una niña en Villarín de Campos, el pueblo zamorano donde nació en 1917.
Cualquier cuadro suyo lleva la marca de su vida, su niñez, y quién sabe, si hasta sus ratos más bohemios, pero en la exposición “Un mundo feliz” que llega al Centro Cultural Eduardo Úrculo de Tetuán, vuelve a atrapar “Mujer entre flores”, otra favorita, realizada en 1988, y que es uno de los rostros más fervorosos salido de sus manos.

Lo mismo sucede con “Árboles Mágicos” (1990), “Retrato de Primavera” (1991) y “Retrato Familiar” (1992), obras también con casi veinte años de hechura, pero que brotaron con toda la pasión del paraíso infinito de belleza que es la pintura inacabable de Isabel.

“Templete árabe del Retiro”, realizada en 2001, es una evocación de las fisonomías emblemáticas del parque madrileño, donde el templo domina el entorno y se ofrece colorido y exultante con el lago que fluye tras de sí, un buen ejemplo del período azul de su pintura.

En la Exposición “Un mundo feliz” como en todas las anteriores (y en todas vende), los cuadros de Isabel Martínez Ferrero están al alcance de la mano.

El colorismo en ”Nostalgia”, “Pulgarcito”, “Mujer entre flores” o “Árboles Mágicos”, resalta como golpe de ternura, pero las obras que allí se exponen solo son una muestra de la ejecutoria de Isabel a lo largo de su carrera. Muchas perduran en su colección personal y otras, ya destinadas, han formado parte de etapas de su fecunda vida en el arte naïf.

En cualquier caso, “Un mundo feliz”, desde Tetuán, se rinde este octubre a los pies de Isabel, porque siempre que nos enseña un lienzo, nos devuelve el colorismo y todos los vestigios de su paisajismo, porque su pintura es así, donde cualquier color clasifica en ella con ternura y elegancia, provocando, incitando y arrastrando a los más nostálgicos instintos.
Y ella, como siempre, agradeciendo que pueda seguir pintando.

Isabel nunca va sola. Arropándole siempre están la familia, los colegas, los amigos. Le pregunté a quién dedica "Un mundo feliz" desde Tetuán y, sin duda alguna, "es para María Ángeles", uno de los tres tesoros que le dio la vida, porque sigue a su vera, impregnándole de todo el amor y la vitalidad que los ojos añosos de Isabel necesitan para seguir pintando.

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