Pareciera que pasa inadvertido, pero el niño violinista de la Plaza del Mercado de Cracovia, Polonia, es la atracción de cientos de turistas que a diario se pierden en la segunda mayor explanada de toda Europa, sólo superada por la plaza de San Marcos de Venecia.
En su regazo improvisado en una de las céntricas esquinas, este hijo de la otrora capital polaca irrumpe con el prodigio de sus manos en el ir y venir del turista . Pocos preguntan su nombre. No hace falta. Escuchar al niño es como recibir el canto de los ángeles en la inevitable “ruta de los santos” que casi todos emprenden desde la mítica plaza hacia las 16 iglesias que esparcen por la ciudad sus influencias románicas y góticas.
Junto a la plaza está situada una majestuosa iglesia de sorprendente arquitectura. En uno de sus portones yacen el niño y su violín, regalando cada día el esplendor de su prodigio en un amplio repertorio donde cautivan, sobre todo, las polonesas de Chopin .
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