06 septiembre, 2014

ECOS DE LA INDIA ANTES DE VIETNAM Y CAMBOYA


ESTE SÁBADO emprendo un largo viaje que me llevará a Vietnam y acabará en Camboya, el reino de los templos de Angkor, en el continente asiático.



Hace un año y medio que estuve en la India, y confieso que no se han borrado de la memoria las imágenes cruentas que viví en el gigante del Sudeste de Asia, una realidad de tristeza y desolación que rodea a una gran parte del pueblo indio y que ellos reposan en la fuerza de su fe espiritual en su pasado y sus deidades.


TRECE HORAS CRUCIALES

El domingo 31 de marzo, cuando agotaba mi último día en India, lo que debió ser una hora de viaje en avión entre Benarés y Delhi, se tradujo en 13 horas a prueba de nervios sobre el asfalto. 

Por una injustificada perdida del vuelo que la megafonía y las pantallas del aeropuerto no se empeñaron en salvar, nos quedamos solos en el descanso de pasajeros del aeropuerto de Varanasi. 
Finalmente hicimos el trayecto en un coche ofrecido por la agencia  BIDON 5/CAPE que nos vendió en Madrid el viaje. Una vez más abandonaba mi miedo aborrecible a los aviones, pero no sabía que me abría a otro peor .

Llevados por las riendas de dos choferes astutos, nos abrimos al largo camino en un afán inaplazable por comernos mas de 800 kilómetros de jungla a cualquier precio y llegar cuanto antes a Nueva Delhi, donde en la mañana siguiente (lunes) con buena suerte, embarcaríamos hacía Madrid.

Sin embargo, no olvidé que ese día y todos los días, los fieles nativos de la tierra de la religión hindú despiertan dispuestos a morirse con un principio siempre delante: Satiam eva jayate «La verdad sola triunfa» (सत्यमेव जयते) En aquel viaje les daría igual, sólo con saber que seguirían viviendo.

Pagamos 362 euros (más de 25 000 rupias)  a la agencia CAPE, representante en India de BIDON 5. Todo ese dinero no lo ganaría un solo trabajador medio en India ni en un mes de trabajo, pero estábamos dispuesto a pagar todo el dinero del mundo, sólo por llegar a Delhi.

En el minuto mas desesperado, desembolsamos mucho mas que todo el  dinero junto que habríamos consumido en 11 días de viaje, en un afán por salvar el estropicio del vuelo perdido.

Al filo de las seis de la tarde nos abrimos a un viaje por la noche profunda de la India que parecía toda la eternidad.

A los pocos minutos de abandonar las intrincadas calles de Benarés, todavía con el sabor de la comida india en la boca y la sensación de múltiples olores, tuve el presagio de que esa noche no llegaríamos al destino.

En la India manda la vida marginal entre la mugre de las ciudades y el recuerdo de su pasado. Pareciera como si la insalubridad se hubiese instalado en las ciudades hace muchos siglos, y es en realidad, lo que describe la vida allí; lo que yo viví en la India, sin dejar de admirar todo lo maravilloso de su historia de emperadores y marajás con el mito del TAJ MAHAL siempre por delante. 

LA INDIA A TODA HORA

Cuatro indios en una moto, ocho o diez en un coche que sobrevive al desguace; vacas que defecan en la vía, la cruzan sorpresivamente como ciervos salvajes... «No las toques, porque ellas son una existencia sagrada» «Evádelas a cualquier precio, aunque la existencia se te acabe a ti».

En ese mar de incertidumbres e imágenes cruentas hacíamos el viaje por los caminos allanados entre Benarés y Nueva Delhi.

Al paso de las horas, en un duelo voraz sobre carreteras ya obstruidas, en un desafío impenitente contra el tiempo y la noche, los dos tripulantes del coche, aceleraban desorbitadamente como si lidiaran en trincheras de batalla. El cuentakilómetros, muchas veces marcaba 130 y  140 kms.
Se me enfriaba la sangre. No importaba nada en aquel viaje. Sólo llegar a Nueva Delhi.

Y por fin llegamos, porque el viaje no acabó hasta que tuvimos delante el aeropuerto de Delhi. Eran pasadas las 7:00 am de un lunes siniestro. Estábamos más muertos que vivos. 

Confieso que durante las 13 horas cruciales entre la noche india y el amanecer, yo pensaba más en la hoguera de la crema que en el regreso. 

AHORA con mi próximo viaje a Vietnam-Camboya, volveré a estar cerca del pueblo de las grandes profecías hindúes.  
Así y todo, yo espero volver a la India.







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